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 LA VERDAD EN LA SENCILLEZ



Enero 20, 2013, 06:23:53 am
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LA VERDAD EN LA SENCILLEZ
« en: Enero 20, 2013, 06:23:53 am »
LA VERDAD... EN LA SENCILLEZ

 
La sencillez es esencial, sólo puede surgir cuando empezamos a comprender el significado del conocimiento propio.

La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la conciencia (la mente). Allí tratamos de ser reflexivos e inteligentes, allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la coacción, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a ser sencilla, tal imposición no la torna ágil, flexible, rápida, sino que sólo consigue endurecerla.

El saber no resolverá vuestros problemas. El peso del saber embota la mente. También la embotan el pasado y el futuro. Sólo una mente capaz de ver lo que es, el presente, de instante en instante, puede hacer frente a las poderosas influencias y presiones que ejerce constantemente sobre nosotros todo lo que nos rodea.

Por eso el hombre religioso no es, en realidad, el que viste una túnica o el que ha hecho votos, sino aquél que es interiormente sencillo, aquél que no está "transformándose" en algo. Una mente así es capaz de una extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo, no va en pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de recibir a "Dios". Sólo entonces puede haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, es la expresión de la realidad.

¿Qué es sencillez? ¿Es la búsqueda de los elementos esenciales y el rechazo de los que no lo son? La mente es "confusión" y su elección también lo es. Así la opción entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez; es un conflicto, y la mente confusa en conflicto nunca puede ser sencilla.

No hay que buscarla, surge tan sólo cuando no hay "yo", cuando la mente no está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias, en imaginaciones. Sólo una mente libre puede hallar la verdad, recibir aquello que es inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.

Cada uno de nosotros piensa que es muy sensitivo, y un incidente cualquiera, un pensamiento fugaz, demuestra que no lo es; piensa que talentoso, instruido, artístico, moral, pero al volver la esquina se encuentra con que no es ninguna de estas cosas sino profundamente ambicioso, envidioso, inepto, brutal e impaciente.

De este modo, cada uno de nosotros se convierte en un campo de batalla en el cual generalmente triunfa la ambición con todos sus placeres y su infortunio, su envidia y su temor.

La sencillez combina la dulzura y la sabiduría. Es claridad en la mente e intelecto, ya que surge del alma. Los que personifican la sencillez están libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños. El intelecto es agudo. La sencillez invoca al instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. En la sencillez hay altruismo, el que personifica esa virtud ha renunciado a la posesividad y está libre de los deseos materiales que distraen el intelecto haciéndolo divagar hacia territorios inútiles.

Carecer de deseos no significa arreglárselas sin nada, o tener la vida de un asceta. Al contrario, uno lo tiene todo, incluyendo la satisfacción interna. Esto se refleja en el rostro -libre de perturbaciones, debilidades e ira- y en la conducta, con una elegancia y una majestad extraordinarias, pero a la vez ingenua.

Sencillez es ser el niño inocente y el maestro sabio.

Las personas que viven con sencillez, generalmente disfrutan de una relación cercana con la naturaleza. Su moral proviene de las tradiciones perennes que funcionan en armonía con las leyes de la naturaleza. El mundo natural es el aula en la que estudian. Esto no significa que todos debamos adoptar este estilo de vida. Sin embargo, se puede aprender de la naturaleza. Cuando se observa la ética de la sencillez, casi no hay desperdicio. Todos los recursos se valoran: el tiempo, los pensamientos, las ideas, el conocimiento y las materias primas.

La sencillez es verdad. La belleza de la verdad es tan sencilla que funciona como la alquimia. No importa cuántos disfraces se presenten ante ella, la luz de la verdad no puede permanecer escondida; alcanzará a las masas con un lenguaje muy sencillo y, al mismo tiempo profundo. Los mensajeros de la verdad siempre han personificado formas comunes, han llevado vidas sencillas, y han adoptado medios simples para impartir sus mensajes. Viven y dicen la verdad, ofreciendo belleza a las vidas de los demás.


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