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 LA FUNCIÓN DE LA RABIA - 3ª parte



Enero 28, 2013, 05:44:53 am
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LA FUNCIÓN DE LA RABIA - 3ª parte
« en: Enero 28, 2013, 05:44:53 am »
Un organismo que se ha visto desposeído de la función rabia tendrá dificultades para evitar aquellos elementos que sean amenazantes para la autoconservación física o psíquica, al quedar perturbadas las funciones de contacto interno y externo. La Gestalt considera que el contacto con el ambiente, sea este hostil o amistoso, incrementa e integra las esferas de la personalidad mediante la asimilación, produciéndose con la ruptura del contacto interno (con la rigidificación de las fronteras del Yo) y el deterioro del contacto externo (con la inhibición de la función rabia) un estancamiento patológico de la personalidad.

El establecimiento de fronteras rígidas en el interior del Yo es mantenido por la hostilidad existente entre el polo idealizado y el polo alienado. Existirá hostilidad de la parte virtuosa hacia la criticada. Habrá rencor desde la parte criticada hacia la virtuosa, manifestándose el aspecto negado subrepticiamente.

En términos de polaridades el polo idealizado, sea este la amabilidad, la simpatía, la sumisión, etc.…, será ocupado preferentemente, siendo negado el polo de la rabia, surgiendo la autocrítica, la vergüenza, la tristeza, la autoagresión u otros mecanismos de interrupción del contacto interno con esta emoción cuando ésta intente manifestarse.

La no aceptación de la función rabia lleva a una situación de hostilidad interna, que tiene su expresión paradigmática en el enfrentamiento del “perro de arriba” con el “perro de abajo”.

Perro de arriba – Perro de abajo

El perro de arriba representa la tiranía del Yo virtuoso con sus aspectos idealizados relacionados con los introyectos. Se manifiesta de forma exigente, amenazando con catástrofes, y prohibiendo agresiva y autoritariamente.

El perro de abajo controla desde la culpa, la manipulación, la exageración y el victimismo, siendo hábil y astuto.

Esta forma de dialogo interno representa la dialéctica entre el agresor y el oprimido, el tirano y la victima o el virtuoso y el transgresor.

En relación al ambiente, en la medida en que la parte virtuosa identificada con una emoción idealizada exige relacionarse de una cierta manera rechazando a la parte escindida, surge la rabia en el interior de la persona.

Cuatro formas de evitación del contacto.

Diversos autores gestálticos han llevado a cabo diferentes clasificaciones de las principales formas de evitación o interrupción del contacto.

La evitación del contacto surge como consecuencia de la fijación del Yo en un polo emocional, con la consiguiente negación del otro polo siendo éste alienado, produciéndose hostilidad interna y el deterioro de la función de contacto interno y externo.

Las formas de evitación del contacto descritas aquí son la introyección, la proyección, la retroflexióny la confluencia, elegidas por ser las más ampliamente descritas por Perls y por estar presentes en todas las clasificaciones de los autores gestálticos.

En la introyección, el polo virtuoso funciona de manera hipertrofiada, convirtiéndose en la emoción privilegiada. Cuando la persona experimenta una adaptación patológica al efecto inhibidor de los introyectos por miedo a perder el vínculo de las figuras de apego, privilegiará uno de los polos inhibiendo la rabia. Al eliminar la función de agresión dental, la persona se traga “sin masticar” parte de sus experiencias sin que éstas sean degustadas ni sometidas a evaluación crítica.

El organismo requiere desestructurar los contenidos de las experiencias y para ello utiliza la función rabia. Cuando ésta función es inhibida, la persona vive sus experiencias sin digerirlas, intentando preservar intacta la estructura de las mismas.

La segunda de las formas de evitación del contacto que describo en este artículo, laproyección, puede tener una primera manifestación en la proyección de atribuciones que en etapas muy tempranas de la infancia hacemos sobre los objetos, proyectando sobre los que nos satisfacen la atribución de bueno, y sobre aquellos que nos frustran la atribución de malo. Mas adelante, al no aceptarse la parte donde se origina la rabia, quedando ésta excluida del Yo, la persona se siente víctima del ambiente proyectando sobre éste la atribución de agresivo, hostil, malvado, etc…

La persona que excluye la rabia de las funciones del Yo, queda en una situación real de vulnerabilidad, susceptible de ser dañado. Desde ésta posición de víctima, y desde la negación inconsciente de la función rabia, el ambiente es experimentado como amenazante, proyectando sobre él la agresividad que el Yo virtuoso siente hacia la función negada.

En la manifestación de la función rabia se experimenta un aumento en los niveles de excitación del organismo. Adaptándose a los introyectos recibidos del entorno, el niño aprende a interrumpir éste aumento de excitación cuando alcanza cierto umbral que él percibe como peligroso. La emoción emergente de rabia ya activada, que no puede ser reconocida como tal por estar negada, es literalmente arrojada fuera del Yo, junto con la hostilidad interior que percibir aquella emoción despierta. El deseo de arrojar fuera del Yo una parte de nosotros mismos que se vive como respuesta emocional inadmisible, nos llevará a reconocerla en el exterior en forma de proyección. La vivencia alucinatoria y paranoide de la función rabia proyectada no hace sino confirmar aquello que se teme y se niega: “ El agresivo es el otro, no yo.”

La tercera de las formas de evitación del contacto, la retroflexión, es descrita desde el enfoque gestáltico asimismo como una disfunción de la rabia. En el intento del Yo de inhibirla, ésta no es transformada sino simplemente desviada su dirección, de modo que en lugar de dirigirse hacia el ambiente se vuelve en contra de la propia persona. El deseo de la persona de agredir a quien le amenaza se transforma en autoagresión, el deseo de controlar al mundo se convierte en autocontrol, el deseo de criticar al otro se convierte en autocrítica, etc…

La rabia retroflectada se manifiesta muscularmente en las corazas que contienen la expresión de la rabia, quedando ésta energía de agresión activada y retenida en el organismo, teniendo con frecuencia, como consecuencia a largo plazo, la somatización de este conflicto. Otras formas de manifestación de este conflicto son algunas formas de depresión y la cronificación del estado de preocupación. En el caso de la depresión, la acción combinada del esfuerzo mantenido por la persona para reprimir la rabia emergente unido al efecto de la rabia retroflectada sobre la propia persona, se manifiesta finalmente como depresión. En el caso de la preocupación retroflectiva, la rabia inhibida tiene como efecto una disminución de la energía disponible para emprender acciones eficaces destinadas a cambiar una situación no deseable. La persona experimenta una sensación de parálisis que origina la aparición del estado de preocupación: deja de ocuparse de cambiar las situaciones para constantemente pre-ocuparse sin hacer nada por buscar soluciones. A largo plazo, la constante preocupación, la sensación de impotencia ante situaciones que requerirían una intervención agresiva y la rabia acumulada, negada y vuelta contra sí misma, se combinan para alimentar una creciente victimización de la persona que experimenta sufrimiento constante.

En la cuarta de las formas de evitación descritas en este artículo, la confluencia, en lugar de producirse el ciclo contacto-retirada que posibilitaría el cierre de la Gestalt en curso, ésta queda inconclusa. Los límites del Yo que en su función sana posibilitan a la persona diferenciarse del ambiente, no están establecidos de forma suficiente en la persona que vive esta forma patológica de relación con el ambiente, de modo que no puede experimentar adecuadamente dónde acaba su límite y dónde empieza el del otro. El conflicto que subyace a la confluencia patológica es la incapacidad que experimenta la persona en llevar a cabo la necesaria función identificación- alienación, al haberse ésta visto perturbada en un período temprano del desarrollo.

La experiencia de fusión de los límites del Yo, puede ser experimentada por cualquier persona en el contexto de relaciones funcionales. En una persona que vive la función rabia de forma sana, las experiencias fusionales vividas en el seno de la relación amorosa, así como determinadas experiencias de fusión grupal pueden ser percibidas como pérdidas temporales de los límites del Yo, recuperándose el límite sin dificultad.

Sin embargo, en el caso de una madre que viva el periodo fusional con el bebé como compensatorio de carencias afectivas importantes, podrá dificultar de forma severa la paulatina adquisición de autonomía del bebé al no alentarla, o castigar la misma, prolongándose ésta dependencia de la persona adulta durante meses e incluso años. Esta forma patológica de la madre de dificultar de manera inconsciente que el bebé exprese la rabia necesaria para colocar un límite manifestando el rechazo de lo que no es suyo, tendrá como consecuencia que en etapas posteriores, de joven y adulta, la persona encuentre graves dificultades para distinguir sus límites en las relaciones que establezca. En las relaciones amorosas, vivirá la ausencia del otro como vacío interior angustioso, es decir, como ausencia de sí mismo. Ésta sensación de pérdida pondrá en marcha la función rabia de forma inconsciente, orientada a obtener aquello que se percibe como necesario para su supervivencia física o psíquica, experimentándose los límites del otro como una amenaza para ello. La consecuencia de este proceso es que la persona sentirá rabia hacia la persona de la que depende, manifestándose en enfado, crítica, culpabilización, exigencia, amenaza, etc…


(http://bonding.es/jbonding/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=250&category_id=12&Itemid=28)



 

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