Pero si tú interfieres en tu propia vida, si tienes un ideal sobre cómo tendría que ser, ella, el ideal produce interferencia. El “tendría” es la interferencia. Si tienes algún ideal –el de querer ser como Jesús, o como el Buda, o como Lao Tzu, el de ser un hombre perfecto o una mujer perfecta, el de ser esto o aquello-, entonces vas a interferir.
Tendrás un mapa, tendrás una dirección, tendrás un futuro predeterminado. Tu futuro ya estará muerto, habrás convertido tu futuro en pasado. Dejará de ser un fenómeno nuevo; lo has convertido en una cosa muerta. Cargarás con el cadáver, vas a interferir en todo, porque siempre que sientas que te estás extraviando, y por extraviarse entiendo extraviarse del ideal… nadie se ha extraviado nunca, nadie puede extraviarse.
No es posible cometer un error. Déjame repetirlo: es imposible extraviarse, porque dondequiera que vayas está lo divino, y cualquier cosa que hagas culmina en lo divino. Todos los actos son transformados naturalmente en la suprema bondad-y-maldad, todos. Pecador y santo, todos alcanzan la divinidad.
Dios no es algo que puedas evitar, pero si tienes algún ideal, puedes postergar su encuentro. No lo puedes evitar: tarde o temprano Dios va a tomar posesión de ti. Pero lo puedes postergar. Puedes postergarlo hacia el infinito; tienes esa libertad. Tener un ideal implica que estás en contra de la naturaleza.
Gurdjieff solía decir que todas las religiones están contra Dios y él tiene razón; ha logrado una gran revelación al respecto.
Todas las religiones están contra Dios porque todas las religiones han proporcionado ideologías, ideales. No hace falta ideal alguno, no hace falta ideología alguna. Tendrías que vivir una vida simple, ordinaria; tendrías que permitir que Dios hiciese lo que él quiera.
Si él quiere que seas de esta manera, bien. Si quiere que seas de aquella manera, bien. Permite que venga su reino, permite que se haga su voluntad. Y una vez disfrutas de la libertad que llega cuando no tienes ideal alguno, ¿cómo podrías interferir en la vida de otros?
Tú interfieres en la vida de tus hijos, tú interfieres en la vida de tu esposa, de tu esposo, de tu hermano, de tu amigo, de tu amado. Tú interfieres en sus vidas porque piensas que al hacerlo los estás ayudando. ¡Los estás estropeando! Tu interferencia se asemeja lo que los seguidores del Zen –ellos tienen la expresión correcta- llaman “calzar una serpiente”. Tú estás ayudando, a lo mejor haces un gran esfuerzo, haces grandes cosas –calzas una serpiente- pensando: “¿Cómo puede caminar una serpiente sin zapatos? Puede que haya dificultades, que los caminos sean difíciles, que haya también espinas. La vida está llena de espinas, así que hay que ayudar a la serpiente, hay que calzar la serpiente”. ¡Matarás la serpiente!
Todo esfuerzo por mejorar a los demás es así, precisamente, pero hay un corolario natural: si estás tratando de mejorarte a ti mismo, tratarás de mejorar a otros. Tu propio malestar va a afectar a otros. Una vez dejas de mejorarte a ti mismo, una ves te aceptas tal como eres, incondicionalmente, sin amargura, sin queja, una vez te empiezas a amar tal como eres, toda interferencia desaparece.
En realidad, si hay tantos pacientes psiquiátricos en el mundo es porque no han sido amados, nadie los ha amado; por eso se han trastornado. Han perdido contacto con su centro, porque sólo con el amor uno llega a centrarse. Su enfermedad no es el problema real; el problema real consiste en que, en lo más profundo nunca han sido amados, nunca han conocido un ambiente de amor.
Por tanto, un terapeuta taoísta simplemente dará su amor, su comprensión, su visión. Él compartirá su energía y no interferirá de manera alguna. Y la curación va a producirse. La curación se producirá, no por esfuerzo alguno del terapeuta, sino por su no-esfuerzo, por su inactividad, por su tremenda pasividad.
La naturaleza es la que siempre cura. El ser humano sólo puede convertirse en un canal de la energía curativa; la curación funciona debido a eso. Simplemente al situarse tres o cuatro personas –personas amorosas- alrededor del paciente, el paciente sentirá una mejoría repentina tremenda, una transformación produciéndose dentro de él. ¿Qué ha sucedido? Estas cuatro personas, mediante el amor, se han convertido en vehículos del Tao.
Se puede ser terapeuta. El Tao no está en contra de la terapia, pero la terapia tendrá una cualidad diferente. Será wu wei, será acción en la inacción, será femenina. No será agresiva, no forzará al paciente para que se cure; será persuasiva. Simplemente seducirá al paciente para que esté saludable, eso es todo. Será una gran seducción. El terapeuta está centrado, con los pies en la tierra, fluye; su presencia, su luz, su amor ayudará para que la energía del paciente resurja, para que aflore a la superficie de su ser. Siempre ha estado allí; él ha perdido el contacto.
En la antigüedad los templos solían funcionar como sitios de terapia. El templo es un lugar adecuado para la terapia, porque parte de una idea diferente. Tú no eres un paciente, no se te tiene que hospitalizar, no tienes que recostarte en el diván del psiquiatra; tú vas al templo. Vas al templo a renovar tu contacto con la existencia, porque la existencia es la fuente de curación, de salud y sentido de la totalidad.
Sí, una persona puede ser un psicoterapeuta. En realidad, sólo un taoísta puede ser un psicoterapeuta auténticamente real. Sin embargo, él no será un hacedor. Será simplemente un vehículo, un médium.
El problema real está en el egoísta, en el que quiera ser espiritual, en el que quiere ser especial, en el que quiere obtener poderes espirituales. El problema real está en el que quiere demostrar al mundo algo espiritualmente.
Sí, existen las imperfecciones, existen las limitaciones, pero todo el mundo tiene estas limitaciones. Si quieres amar, tienes que amar a un hombre con todas sus limitaciones. Tú no puedes encontrar a la persona perfecta. La perfección no existe. La existencia no permite la perfección, porque la perfección es muy monótona. Piensa simplemente en lo que es vivir con una persona perfecta… Después de veinticuatro horas te suicidarás. ¿Vivir con una persona perfecta? ¿Cómo sería tu vida? Él sería casi como una estatua de mármol: muerto. Cuando una persona se vuelve perfecta está muerta. Una persona viva nunca es perfecta, y mi enseñanza tiende básicamente hacia la totalidad y no hacia la perfección.
Un taoísta es una persona que hace sólo aquello que es absolutamente necesario. Su vida es casi como un telegrama. Cuando tú vas a la oficina de correos no escribes una carta larga si quieres enviar un telegrama. Vas recortando el mensaje, lo que se puede recortar aquí y allá, hasta que te quedan nueve o diez palabras, o las que sean. Si escribes una carta nunca escribirás sólo diez palabras. ¿Has observado además una cosa? Un telegrama es más expresivo que cualquier carta. Dice mucho más con muy pocas palabras. Se deja lo innecesario y sólo se conserva lo más necesario.
Un taoísta es telegráfico, su vida es como un telegrama. Lo obsesivo, lo innecesario, lo febril se ha abandonado. Él hace sólo lo que es absolutamente necesario.
Entonces te vuelves trascendental. No eres activo ni inactivo; estás centrado. Haces lo que es necesario, no haces lo que no es necesario. No eres un hacedor ni un no-hacedor. Dejas de concentrarte en el hacer. Eres consciencia.
Un taoísta es perezoso en lo exterior; en lo interior se ha convertido en un fenómeno similar a un río, está fluyendo continuamente hacia el océano. Ha abandonado muchas actividades porque estaban sustrayendo innecesariamente su energía. El peligro siempre está ahí –en todo lo que digo hay peligro-, el peligro de la interpretación.
Por tanto, tienes que ser cuidadoso para no defender tu mente cuando yo diga algo. Tienes que desembarazarte de tu mente.
La gente puede encontrar razones. Tú mantén la atención. Y mantén la atención con respecto a tu propia persona, no con respecto a otros. Lo que otros hacen no es asunto tuyo. Ésta tendría que ser una de las actitudes básicas: no pensar en lo que el otro está haciendo. Esa es su vida. Si él decide vivir así, eso es asunto suyo. ¿Quién eres tú para tener siquiera una opinión al respecto? Incluso tener una opinión significa que estás listo para interferir, que ya has interferido.
Una persona religiosa es aquella que trata de vivir su vida de la mejor forma, de la forma más completa que le es posible, de la forma más atenta que le es posible; lo intenta. Además, no interfiere en la vida de otros, ni siquiera con una opinión.
¿Lo has visto, lo has observado? Si pasas delante de alguien y tienes cierta opinión sobre él, tu cara cambia, tus ojos cambian, tu actitud, tu forma de caminar. Si eres criticón, todo tu ser empieza a irradiar crítica, disgusto.
No, tú estás interfiriendo. Ser verdaderamente religioso implica no interferir. Otorga libertad a las personas; la libertad es su derecho de nacimiento.
¿Por qué nos aferramos al pasado? ¿Por qué tenemos miedo a lo nuevo?
Existe una razón natural para ello. Con lo viejo uno es eficiente, con lo nuevo uno es torpe. Con lo viejo tú sabes qué hacer; con lo nuevo tienes que aprender a partir del abecedario. Con lo nuevo empiezas por sentirte ignorante. De lo viejo tienes conocimiento, has hecho algo una y otra vez; lo puedes hacer mecánicamente, no necesitas mantener una atención consciente alguna. Con lo nuevo tendrás que estar alerta, consciente; de otra forma puedes equivocarte.
¿No lo has observado? Cuando estás aprendiendo a conducir estás muy atento. Cuando ya has aprendido, te olvidas de ello; cantas una canción, escuchas la radio, hablas con un amigo o tienes mil y un pensamientos mientras que conducir continúa siendo algo mecánico, a la manera de un robot; tú no eres necesario. Lo viejo se vuelve mecánico, habitual. Por eso con lo nuevo viene el temor. Por eso los niños son capaces de aprender. Cuanto más viejo te hagas, menos capacidad tendrás de aprender. Es muy difícil enseñar nuevos trucos a un perro viejo. Él repetirá los viejos trucos una y otra vez, aquellos trucos que conoce.
La vida sólo existe con lo nuevo. Sólo con lo nuevo y únicamente con lo nuevo existe la vida. La vida tiene que estar fresca. Sigue siendo un aprendiz, no te conviertas nunca en un entendido.
Permanece abierto; no te vuelvas cerrado. Continúa siendo ignorante, no dejes de desprenderte del conocimiento que acumulas, automáticamente, con naturalidad.
Cada día, a cada momento, libérate de todo lo que has conocido y vuelve a ser como un niño. Volverse tan inocente, como un niño, es la manera de vivir y de vivir abundantemente.
Osho