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 NOTA SOBRE RELAJARSE



Marzo 09, 2013, 07:18:10 am
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NOTA SOBRE RELAJARSE
« en: Marzo 09, 2013, 07:18:10 am »
NOTA SOBRE RELAJARSE



Hace   mucho   que   no   hablamos   del   relajamiento.   En   el   pasado   nos   dijeron   en   varias  oportunidades que teníamos que relajarnos y practicar el relajamiento todos los días. Claro   está que esto ha llegado a ser una palabra familiar que hoy día carece de significado en el   habla ordinaria, pero cuando el Trabajo habla del relajación se refiere a algo muy  diferente  y que todos deberíamos practicar. Les recordaré lo que el Trabajo dice sobre el relajamiento. 

Dice  que  toda  relajación  debe   empezar   con  los  pequeños   músculos,  tales  como  los   pequeños músculos del rostro, los dedos de las manos y pies. Nos enseñaron a empezar con  los del rostro y prestar atención  interna a los pequeños músculos del rostro y a relajarlos —los  músculos en tomo de la boca, en torno de los ojos, y hasta los músculos mismos del ojo.

Ahora bien,  si  hablamos  sobre  el relajamiento  debemos hablar también  sobre  la atención   interna.    En   cuanto  a  colocar   la  conciencia  mediante la atención en  diferentes partes del cuerpo, es preciso empezarlo gradualmente. Por  ejemplo, por medio  de  la  atención   interna,  ¿puede  llegar  a tener  conciencia de una parte  particular de su cuerpo, digamos, el pie  izquierdo, y luego trasladarla al pie derecho, y así  sucesivamente? Es inútil tratar de relajarse a menos de tener alguna  idea de lo que  significa la  atención  interna  dirigida hacia una parte  determinada  del  cuerpo.

 Como  dije,  el  Trabajo  enseña que el relajamiento empieza relajando los pequeños músculos de la cara. No conviene   intentar relajarse si el ceño está fruncido y la boca contraída y las mandíbulas en tensión. Por  esta razón  es preciso llegar  a  ser  internamente  consciente del  estado de los músculos del  rostro,  para empezar. Y este acto de atención interna producirá la condición correcta para   relajar el cuerpo entero.

 Lo  importante, empero, es que es preciso hacerlo.

Como es  sabido, la mayoría de la gente carece de tiempo para hacerlo. Somos arrastrados por la corriente  de vida  de  los pensamientos,  ansiedades y preocupaciones  inútiles. Y  las  gentes  llegamos  a  pensar que la  interrupción de esta corriente puramente mecánica de cosas que las mantiene  ocupadas en todo momento es algo que no deberían hacer, que es una cosa  irrazonable. Pero  en este caso no es así. Si se puede interrumpir esa corriente mecánica que nos gobierna, la 
corriente de vida, ese film cinematográfico que nos atraviesa perennemente, aunque fuera un 
instante, lograremos más fuerza. Por eso conviene empezar poniendo la atención interna en 
los músculos del rostro y observar cuánta atención está ahí.

El  señor   O.  dijo  una   vez  que  la  vida  moderna   produce  siempre   tensiones  en   nuestros 
músculos, expresiones ansiosas, movimientos apresurados, y que todo ello es una pérdida de 
enormes cantidades de energía. Mas, por Dios, no traten de relajar los pequeños músculos del 
rostro  cuando  están  cruzando Piccadilly  Circus. Es un gran  error. De hecho,  se lo podría 
calificar de hacer el esfuerzo oportuno en un momento inoportuno y si se hace un esfuerzo 
oportuno en un momento inoportuno, o un esfuerzo inoportuno en el momento oportuno, se 
corren riesgos. Hay un momento para cada cosa —esto es, el momento justo en que hay que 
hacer   las  cosas
 

Imagínese permaneciendo inmóvil en medio del tránsito y tratando de relajar los pequeños 
músculos de su rostro, y luego si un coche lo atropella se queja que le ordenaron hacerlo. Esto 
seria simplemente un desatino, comparable al de las gentes en los comienzos del Trabajo a 
quienes se les había dicho de luchar contra la mecanicidad y que creyeron que convendría 
comer carbón o quedarse de pie en un ómnibus vacío, o comer con el cuchillo en la mano 
izquierda   y   el  tenedor  en   la  derecha.  Todos  esos  esfuerzos  son  inútiles  porque   no   son 
inteligentes. El Trabajo se ocupa de los esfuerzos inteligentes.      Suponiendo,  por ejemplo, que nunca percibe sus emociones negativas, su envidia, sus celos, y demás, y  empero siempre intenta trabajar sobre el Centro Emocional de un modo teórico, ¿le hará acaso  algún bien?

Ahora bien, esta noche hablaremos de las posturas, de los músculos —en suma, del Centro 
Motor—. Supongo que saben que cada centro hipnotiza a los otros centros. Supongamos que 
un hombre adopta invariablemente en su Centro Motor una postura muscular de depresión y 
los pequeños músculos de la cara expresan una especie de tristeza —¿creen que semejante 
hombre será capaz de tener emociones placenteras o pensamientos interesantes?—. Por cierto que no.

 Está encadenado por su postura muscular. Todos ustedes saben que los estados depresivos  suscitan en nuestra postura un aspecto de depresión. En el Trabajo una persona inteligente  cambiará de postura cuando intente apartarse de las emociones negativas que la dominan,  porque  cada  emoción negativa produce una posición muscular que le  es propia.
 Entra un  hombre en la habitación, alicaído, con los hombros vencidos, la tristeza pintada en el rostro, y  en seguida se da cuenta uno que está en un estado negativo, que tal vez sea habitual, a menos  que altere la posición de sus músculos.

 Del mismo modo, para retornar a la cuestión de los  pequeños músculos del rostro, si una persona tiene siempre caída la comisura de los labios, el  aspecto cansado, acongojado o ansioso, en seguida se da cuenta uno que dicha persona está en  un mal estado, y a menos que se la induzca a sonreír o a mantenerse más firme permanecerá  hipnotizada por su postura. Es preciso comprender que esta postura no es una mera cuestión  de los grandes músculos del cuerpo sino también de los pequeños músculos. Quiero decir que  no sirve de nada mantenerse con los hombros erguidos si el rostro tiene una expresión de  tristeza porque  el rostro —esto  es,  los  ciento y un pequeños músculos  que  controlan  la  expresión del rostro— está gobernado directamente por el Centro Emocional, porque el rostro  refleja las emociones más que cualquier otra parte del cuerpo. No se simpatiza con un hombre 
que dice amarlo a uno hablando con la boca contraída. Uno se da cuenta al punto que está 
mintiendo y empleando palabras carentes de todo significado, lo cual desdichadamente es la 
condición en que estamos gran parte del tiempo.

Ahora bien, ya que el Centro Motor puede  hipnotizar a los  centros Emocional  e Intelectual, conviene observar la propia postura y la  expresión facial, la postura de la cara, a veces, y estudiar a través de la atención interna el  modo de  alterar  estas posturas.  Se debe  a que  si  se relajan los músculos,  en  especial los  pequeños músculos,  se entra en un diferente estado de emoción y de pensamiento. ¿No ha  observado como las gentes adoptan ciertas posturas, ciertas expresiones faciales? Ahora bien,  supongamos que en ese momento este hombre o esta mujer se observa a sí mismo y empieza a  relajar los músculos, tanto los grandes como los pequeños, ¿cabe acaso la posibilidad de que el  estado de furia en que está prosiga o se acreciente? Por cierto no.

Desdichadamente, nunca  trabajamos   sobre   nosotros   mismos   en   el   momento  en   que   debiéramos   hacerlo,   porque  preferimos mucho más caer en las características reacciones mecánicas frente a las cuestiones  ordinarias de la vida antes que tomarlas más conscientemente y con algún grado de Recuerdo  de Sí. De hecho, el hombre que se deja llevar por un arrebato, si observase las tensiones de  sus   músculos,  se  recordaría  a  sí  mismo  en   los  momentos  críticos  y   esto  cambiaría  por  completo su conducta.

Estudie por lo tanto el relajamiento cada vez que tenga la oportunidad de hacerlo. Observe 
cómo los músculos de su cara se contraen e intente llevar su atención interna a los músculos 
de su rostro para relajarlos. Le aconsejo que empiece con los músculos que están en torno de 
los  ojos y luego  con los que  están  alrededor de la nariz  (esos músculos que  suscitan tan 
fácilmente ese feo rictus de desprecio) y después los pequeños músculos que están en torno de 
la boca y los de las mejillas; y lleve  su atención interna a esos músculos que están justo 
debajo del mentón y en la cara anterior del cuello y luego en la nuca y relaje esos músculos 
que lo hacen cuellierguido, y después llévela a los grandes músculos en torno de los hombros 
y desciéndala gradualmente hasta los dedos de los pies. Desde luego, exige mucho tiempo y 
es muy conveniente hacerlo. He dejado a un lado los músculos de las manos. Debería haber 
dicho: Pasa de los hombros a los brazos y de ahí a las manos y empiece con los músculos de 
las muñecas. Lleve su atención interna a los músculos de las muñecas de modo que éstas sean 
muy flexibles, muy sueltas, y luego trate de llevarla a los pequeños músculos de los dedos y 
relájelos. Cada persona que recorre de esta manera las tensiones musculares de  su cuerpo 
llegará a conocer cierto número de músculos que de costumbre no  se relajan de un modo 
apropiado. Recuerde ante todo que es imposible relajarse diciéndose a sí mismo: "Relájate". 

                               
Es en realidad un ejercicio de atención interna. Es un esfuerzo dirigido que es preciso hacer 
conscientemente y que si se lo realiza una vez por semana dará buenos resultados. Muchas 
veces la gente padece de insomnio porque cierto grupo de músculos permanecen en estado de 
tensión. Pueden observar su Centro Emocional y su Centro Intelectual e intentar relajarse —
esto es, no  identificarse con estos dos centros— pero no observan a través de la atención 
interna las contracciones musculares que existen en su cuerpo. Ahora bien, esta disertación 
trata del relajamiento muscular. Trata del relajamiento del Centro Motor. Las recordaré otra 
vez que el Trabajo dice que cada centro puede hipnotizar a otro centro. En el caso del Centro 
Motor  significa  que  ciertas posturas y  expresiones  características  inducen  en una persona 
emociones y pensamientos característicos. Por ejemplo, una persona que tiene prisa, que no 
puede dejar de correr de un lado para otro, es una persona que tiene un Centro Motor que 
asume  ciertas  posiciones  o posturas  o  más  bien,   en   este  caso,  ciertos  movimientos  que 
pertenecen a la misma idea, y por lo tanto está siempre hipnotizada por el Centro Motor que 
se arroga estas posturas y movimientos. Esos movimientos apresurados suscitan emociones y 
pensamientos   apresurados   y   ansiosos.  Es   por   esto   que   la   enfermedad   es  a   veces   tan 
conveniente. Lo único que puedo decir es que lo he observado en mí mismo muchas veces. La 
enfermedad   tranquiliza   el   Centro   Motor   y   así   muchas  veces  nos   hace   mucho   bien   al 
relajarnos.  Algunos  de  ustedes  han   quizás  observado  la  misma  cosa.  A   veces  no   estoy 
emocionalmente  ansioso ni tengo razón alguna para estarlo, pero  si  estoy  acostumbrado a 
hacer movimientos apresurados y aparentemente no tengo tiempo para nada, mi Centro Motor 
hipnotizará mi Centro Emocional suscitándole el sentimiento de ansiedad y hostigamiento.

 
Desde  luego,   no   es  una   razón  para   que  todos   andemos   majestuosa   y   lentamente  para 
demostrar que estamos relajados. Es preciso estar realmente relajado mediante la atención 
interna  cuando  se  desea  estarlo  y  cuando  se  siente  que  el  relajamiento  es  necesario.  Si 
empieza con los pequeños músculos de la cara y efectúa ese ejercicio muy sinceramente le 
sorprenderá descubrir que muchas veces los pensamientos difíciles y agobiadores desaparecen 
completamente. Por ejemplo, deje de fruncir el ceño por un instante. Quiero decir, no vaya a 
no fruncir el ceño sólo porque le han dicho, de no hacerlo, sino que deténgalo por medio de la 
atención interna llevada a los músculos que rigen el fruncimiento del ceño, y he aquí, todos 
los pensamientos que acompañan al fruncimiento del ceño desaparecen. Significa ello que la 
posición  de  su rostro  los mantiene  en  funcionamiento.  Además,  las  gentes  que  sacan  la 
mandíbula y aprietan los puños se sorprenden mucho si dejan de hacerlo —se sienten como si 
estuvieran alienadas de sí mismas. Pero, puesto que todos deseamos seguir siendo mecánicos 
y no cambiar en absoluto, me imagino que esas gentes seguirán sacando pecho y apretando 
los puños como lo hacían antes.

Ahora bien, al discutir esta disertación es preciso recordar que iniciamos el Trabajo con el 
relajamiento de los músculos del rostro, y exige mucha práctica llevar la conciencia a estos 
músculos y relajarlos uno tras otro, y es necesario recordar en especial los pequeños músculos 
que están inmediatamente debajo de la piel en la parte inferior de la barbilla y los músculos de 
la nuca. Mi experiencia personal me ha enseñado que el relajamiento de los músculos de la 
muñeca en los momentos en que carezco de tiempo para hacer otra cosa, es extremadamente 
útil. Hay que dejar caer las manos porque expresan con mucha facilidad la violencia.

                         
Quaremead, Ugley, 17 de noviembre de 1945

 

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