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 ¿LO APLAZAS TODO?



Marzo 13, 2013, 05:39:16 am
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¿LO APLAZAS TODO?
« en: Marzo 13, 2013, 05:39:16 am »
¿LO APLAZAS TODO?
Quizás seas un PROCRASTINADOR.
Averígualo.


La procrastinación es un complejo transtorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. Es asumida popularmente como simple "pereza".

Afecta a multitud de perfiles (el ejecutivo que aplaza una y otra vez una reunión porque la prevé conflictiva, el estudiante que aplaza indefinidamente el estudiar para sus exámenes, etc.) y cada vez más se está convirtiendo en un serio de problema que afecta a al salud psicológica de los individuos y, por ende, a la salud social de una comunidad.

La procrastinación es un fenómeno que se ha descubierto de tal complejidad que resulta difícil analizarlo, por las complicaciones que presenta en identificar sus orígenes así como las muchas relaciones causa-efecto que se realimentan entre sí. Todo esto dibuja un cuadro polifacético que resulta muy complejo de analizar. En este artículo sin embargo voy a intentar al menos "darle una puntilla" al asunto, con la ayuda de algunas referencias que existen dentro de la literatura científica sobre el tema.

La procrastinación se manifiesta ante todo como una pésima gestión del tiempo. El "procrastinador" suele o bien sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una tarea, o bien subestimar el tiempo necesario -según sus recursos propios- para realizarla. Éstos son solamente un par de los muchos autoengaños en los que el procrastinador incurre. Como veremos más adelante, una de las actitudes típicas de un perfil determinado de procrastinador es la excesiva autoconfianza., una falsa sensación de autocontrol y seguridad. Por ejemplo, imaginen que se nos da 15 días para presentar un informe. En nuestro fuero interno estamos convencidos que solo necesitaremos 5 días para hacerlo, incluso menos. En ese momento pensamos "hay tiempo de sobra, no es necesario ni siquiera empezar a hacerlo!". Y se posterga día tras otro una tarea que no solamente no nos ilusiona hacer, si no que, en cierta manera "ya hemos terminado" en nuestra mente confiada cuando ni siquiera hemos movido un dedo por ella. Al acercarse el plazo de entrega de forma peligrosa, de repente, nos damos cuenta de que no seremos capaces de cumplir con la tarea que se nos ha asignado. Entonces pensamos "No tengo esto bajo control, no tendré tiempo!!" y comenzamos a trabajar en ello de forma atropellada, con una gran carga de estrés.

En ese momento aparece en escena otro autoengaño, y es el aquél de "Solo bajo presión trabajo bien". Lógicamente, porque realmente no hay otra opción en ese punto!

Frecuentemente esta actitud y manera de proceder es típica de personas que confían mucho en sus posibilidades. Si, además, es realmente así -la persona tiene realmente esas capacidades- es posible que el final de la historia sea que aquella tarea se entregue en el plazo y con unos resultados óptimos. Esto envía un mensaje aparentemente erróneo al procrastinador ("mira qué nota he sacado a fin de cuentas!") que observa como ha obtenido una recompensa a su forma estresada de trabajar; por lo que reiterará en su conducta, aunque ésta siempre le traiga ansiedad y problemas en general.

Las causas o motivos que pueden llevar a una persona a padecer de procrastinación son tan diversos y complejos que resultaría muy correoso plasmarlos en un solo artículo. Hay personas que "procrastinean" de resultas de un estado depresivo (la depresión conduce a estados de letargo). Otras en cambio son amantes del perfeccionismo y esto las priva de empezar a realizar proyectos porque temen que no podrán hacerlo tan perfecto como ellas desean, y por lo tanto pierden la motivación. También una baja tolerancia a la frustración ayuda a "dejar las cosas de lado", por miedo a que nos desborden y por tanto por miedo a cómo nos sentiremos entonces. Otro perfil muy distinto sería el de aquellas personas muy activas que disfrutan gestando ideas, pero que no pueden finalizarlas porque enseguida se distraen generando ya la siguiente; y postergan así decenas de tareas que obviamente no tienen tiempo para completar.

Y eso solo mencionando una minúscula porción de los muchos perfiles de procrastinador que se pueden encontrar.

Seguramente usted que está leyendo estas líneas se haya visto identificado en alguna de las frases de este artículo. Se habrá recordado a sí mismo leyendo el diario en la oficina con una lista de tareas por hacer, yendo a la cafetería justo en el instante en que se propuso empezar un proyecto, navegando por internet mientras su teléfono sonaba con un cliente/jefe incómodo al otro lado llamando... etc.

El hecho de que sea un mal muy extendido y que se trate de un fenómeno de por sí fascinante por su complejidad y riqueza de matices, hace que merezca la pena su estudio, tanto a nivel académico -que ya se viene realizando- como a nivel individual y colectivo.
(es una copia del artículo original escrito en Societyof2000.org en 2005)


PENETRAR EN LA REALIDAD         
Escrito por Ignacio Lirio      

La pregunta de partida era: ¿Qué sería lo opuesto a la Procrastinación? ¿Cómo es el perfil del “anti-procrastinador”?
La respuesta a la que llegué, primero por impulso y luego por convergencia, fue la siguiente: lo contrario de la procrastinación es Penetrar en la Realidad.
Es cierto que esta frase así, suelta, puede sonar tan contundente como vacía o pretenciosa. Así que requiere de una argumentación más o menos consistente para avanzar. Allá vamos, pues.
 
Uno de los pocos denominadores comunes de este complejo fenómeno es la evitación de la realidad. En este contexto se entiende como realidad a las tareas cotidianas que hay que completar de manera obligatoria. Es decir, no hay que entender esta conducta de evitación como la huida total de la realidad que busca, por ejemplo, alguien que se entrega a los estupefacientes o cualquier otra forma similar de alineación de la misma realidad física, perceptual. Eso sería otro tema.
El procrastinador es un ser consciente de su realidad, de su entorno de obligaciones, responsabilidades... pero busca de manera más o menos consciente también zafarse de esa realidad, maquillándola sobre todo mediante el autoengaño. Y la mejor manera que encuentra para ello es la postergación, el aplazamiento aparentemente inocuo de esas tareas que rehúsa hacer al no ser capaz de sintetizar en su mente de manera clara los beneficios de hacerla o los perjuicios de no hacerla.
La gran mayoría de las personas que vivimos en entornos urbanos-tecnológicos modernos somos procrastinadores en mayor o menos medida. Salvo en casos extremos, no procrastinamos todo evidentemente. El procrastinador promedio quizá no sea un ciudadano ejemplar (según el criterio “estándar”) pero tampoco es un deshecho social. A veces incluso todo lo contrario.
Por ejemplo, un procrastinador podrá aplazar realizar una llamada importante a un cliente sobre un tema concreto, pero no postergará cambiar los pañales a su hijo o tomarse una pastilla si se siente mal. El motivo es evidente: el beneficio o perjuicio de postergar alguna de estas tareas se muestra de manera instantánea y palpable. Es decir, el feedback de la postergación es inmediato. En esas condiciones, es muy difícil encontrar a alguien que ‘procrastine’. Así que de nuevo, no es ése el tema.
Penetrar en la realidad es nadar justamente en sentido opuesto a la procrastinación, las antípodas de la conducta de evitación. Consiste en, como reza una expresión muy castiza “tomar al toro por los cuernos”.
Quizá no sea preciso hacer un abuso del lenguaje y emplear una expresión tan tremebunda para esto, una expresión que sería mejor reservarla para momentos de verdadera emergencia. ¿Es posible para una persona de hábitos procrastinadores crónicos cambiar de personalidad como un calcetín volteado y empezar a desempeñar sus tareas en orden, tiempo y forma?
Aparentemente, la respuesta es un rotundo NO. Quienes conozcan de cerca la procrastinación bien por padecerla en carne propia, bien por tener a alguien cercano que lo padezca, sabe que a un procrastinador no se le puede despachar fácilmente con una palmadita en la espalda diciéndole “Venga, ¡hazlo ya!”. Por desgracia no es tan sencillo. Las conductas de las personas adultas, sus hábitos... tienen una carga de inercia tal que las auténticas revoluciones de personalidad solo pueden llegar mediante sucesos realmente extraordinarios, y no siempre agradables, como grandes desgracias, accidentes, enfermedades que afecten al cerebro, experiencias profundas con medicinas psicotrópicas, etc.
Sin embargo, soy de la opinión de que no es necesario ir a extremos para poder experimentar transformaciones lo suficientemente grandes como para que impliquen un verdadero cambio de rumbo vital. A mejor, se entiende.
Para ello, el procrastinador puede —paradójicamente— emplear alguno de sus ratos de procrastinación para dedicarlos a la meditación. La meditación consiste en ejercitar la concentración en un “punto”. Aquí, ese punto puede ser un objeto, un paisaje, una idea...
La meditación no es una tarea nada sencilla. Muchas personas (por ejemplo, los monjes) dedican su vida entera a ello. La clave de la meditación, para que sea exitosa, consiste en relajar la mente en espera que sea atormentada automáticamente por pensamientos fugaces de todo tipo. Entonces, dejarlos pasar, ignorándolos, para que se desvanezcan y entonces poder darle la máxima concentración al objeto de nuestra meditación.
La propuesta que quiero hacer en este artículo, la recomendación, es que el procrastinador medite sobre el concepto de Penetrar en la realidad, según la estrategia que mejor se adapte a sus esquemas mentales. Quizá como orientación puedo comentar cómo lo hago en mi caso, que tengo una mente bastante visual y necesito por ende “visualizar” las cosas, aunque estas sean abstractas o conceptuales. Sin embargo es algo bastante común como estrategia de meditación.
El método consiste en, previo despojo de tantas fuentes de distracciones como sea posible, visualizar nuestra “realidad obligatoria”. Es decir, materializar los pensamientos sobre aquellas tareas que nos urgen, que están siendo postergadas, que no nos gustan o que sencillamente no sabemos si nos gustan porque todavía no nos hemos puesto a aforntarlas. Visualizarlas como si fueran objetos dentro de una habitación, por ejemplo, situarlas como algo más o menos tangible a pocos centímetros de nuestra mirada. Posteriormente, proyectar nuestro “yo” dentro de ese espacio mental, o sea, penetrar en esa realidad metafórica para comprobar primero que “no muerde”, que esas tareas no son nuestras enemigas o nuestra amenaza, y que podemos lidiar con ellas sin tener que experimentar ese sufrimiento supino y artificial con el que alimentábamos nuestra procrastinación.
A veces, esta meditación no tiene por qué ser puramente abstracta, no tiene por qué realizarse sentado mirando el infinito o una pared en blanco. Cualquier técnica sirve con tal de llegar al punto crítico deseado: el de superar el umbral de activación, esa barrera invisible y despiadada que nos separa de nuestro éxito, de nuestra satisfacción. Para poder superar ese punto crítico, esa dura barrera invisible, a veces es preciso meditar mediante la realización de actos.
 
Por ejemplo, estamos postergando la escritura de un guión, una cotización, un proyecto, etc. porque todavía está en un grado tan abstracto que siempre se le da vueltas por la cabeza pero nunca se llega ni a iniciar. Pues bien, a veces dar el paso de tomar una hoja de papel en blanco y empezar a escribir encima de ella de nuevo esa tarea, aunque sea a un nivel básico, aunque al inicio nos cause una sensación muy desagradable; al plasmar físicamente objetos que estaban olvidados, postergados (pero que tenemos que afrontar) y que al pasar a la realidad física en forma de letras o dibujos en un papel parecen burlarse de nosotros, recordarnos lo inútiles que nos sentimos... en resumen que aparecen nuestros fantasmas delante de nosotros.
Es ése el punto exacto donde un pequeño suplemento de esfuerza extra es más que suficiente para neutralizar esos fantasmas, que con una facilidad sorprendente ceden el paso a la penetración en nuestra realidad, donde nada muerde y donde todo es factible. Donde las tareas se pueden llegar a completar del todo o parcialmente, y donde nuestros proyectos se materializan con vida propia, en forma de la versión imperfecta de nuestros sueños, lo cual ya está bien, porque añaden ese saludable punto de incertidumbre que será el día de mañana la semilla de nuevos e interesantes retos vitales.


DIEZ COSAS (SENCILLAS Y NO) QUE PUEDES HACER PARA NEUTRALIZAR LOS EFECTOS DE LA PROCRASTINACIÓN         
Escrito por Ignacio Lirio      

Aunque no soy muy amigo de las listas numeradas, que tan de moda están y que tanto inundan ahora internet y las librerías hasta las saciedad ("Los diez hábitos más efectivos...", "Las siete habilidades del directivo..." etc., etc., etc.) he querido hacer una excepción esta vez y presentar una especie de decálogo NO para combatir la procrastinación, si no para combatir sus efectos perniciosos. No olvidemos que una gran parte de los procrastinadores están de acuerdo en ser así o hasta llegan a estar orgullosos, pero eso no quita que les fastidie su vida diaria ;-)
He aquí pues las Diez cosas (sencillas y no) que puedes hacer para neutralizar los efectos (negativos) de la Procrastinación. Es una lista abierta a todo el mundo, para comentar qué puntos le funcionan, cuáles quitaría, etc.

1) Trabaja en algo que verdaderamente te apasione, te inspire y te quite el sueño.

2) Si tu trabajo no te apasiona, no te inspira y te quita el sueño pero por culpa de las preocupaciones, tergivérsalo en tu mente para que parezca una aventura apasionante

3) Cambia frecuentemente de lugar de trabajo. Si es posible, llévate el 'laptop' a una cafetería remota, modifica la disposición de tu despacho, cambia las luces, pide a un colega que te invite un día a trabajar desde su oficina... Si puedes, trabaja una temporada desde otro país.

4)  Practica deporte físico y combínalo a partes iguales con otro deporte de estrategia, como el ajedrez, el golf o los bolos.

5) Si no puedes cambiar con frecuencia tu lugar de trabajo, procura no trabajar a solas.

6) Rompe, en la medida que puedas, las normas y los protocolos. Atrévete a escribir un informe siguiendo tu propio diseño y reglas. Inventa modificaciones creativas sobre las tareas que tengas que hacer.

7) Idea formas en que #6 pueda llevarte a romper récords propios tuyos en productividad personal. Inventa competiciones imaginarias contigo mismo, sin premios y con tus propias reglas.

8) Procura llevar una dieta completa y equilibrada, con desayunos energéticos y alegres.

9) Acompaña tu jornada de tareas con una música rítmica y algo desenfadada.

10) Aprende a convivir mano a mano con tu enemigo: tus fuentes de distracción. Trabaja con las ventanas del Facebook, Twitter, correo, etc. siempre abiertas y siempre descansando en paralelo a las ventanas de tus tareas. Te seguirán distrayendo, pero acabarán integradas y controladas por ti y no vice versa.


http://procrastinacion.org/


 

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