TRATAMIENTO DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
La familia, es el núcleo de la sociedad, la semilla que forja el futuro de un pueblo, una región y un país. Es allí, donde los hábitos y costumbres de un conglomerado humano nacen y se reproducen, a través de la educación sistemática que representa el vivir juntos día a día. Es aquí, donde vamos aprendiendo las conductas que nos hacen ser lo que somos, donde se enseñan los valores que servirán para darnos un norte, que guiara los pasos que vamos dando en este largo camino que llamamos vida.
Este núcleo tan importante, cuando es regado con amor, confianza, responsabilidad, honestidad y un poco de sabiduría, crea personas que entienden el valor de la unidad, personas que saben que hacer el bien, es un acto para mejorar la sociedad y no un acto para obtener gratificaciones personales. En un núcleo con estas características es donde, como mínimo, se crea gente de bien, que puede ayudar a mantener un clima de tranquilidad y estabilidad a un pueblo o nación.
Pero cuando este núcleo se ve viciado con la desigualdad de género, la violencia, la apatía, la despreocupación, la desconfianza y el egoísmo, crea personas que creen en la mezquindad, en que el éxito se gana, no confiando en los otros, sino, destrozándolos y pasando encima de ellos para llegar a un lugar más alto, donde el machismo y los estereotipos negativos, marcan un camino de odio que destruye todo a su paso; en fin en un núcleo con estas características, podemos encontrar el origen de todo aquel mal que aqueja a nuestras sociedades.
En núcleos como este ultimo que acabamos de describir, no es difícil encontrar un mal que aqueja mucho más en países de escasos recursos, pero que en general se puede presentar en toda sociedad y, por ende, en cualquier familia: La violencia Intrafamiliar.
Antes de entrar de lleno, debemos de hacer una pequeña conceptualización de lo que es la violencia intrafamiliar.
Se reconoce como violencia intrafamiliar a cualquier acción u omisión que de manera directa o indirecta, causa daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico o patrimonial, tanto en el ámbito público como privado, a una o varias personas integrantes del grupo familiar, por parte de pariente, conviviente o ex conviviente, cónyuge o ex cónyuge, o con quien se hayan procreado hijos e hijas.
Debemos entender con esto que la violencia intrafamiliar no es más que un acto de agresión que lastima a la persona que es víctima de esta, desde todos los ángulos: física y psicológicamente.
Muy relacionada con la desigualdad de género y el machismo, la violencia intrafamiliar es utilizada como una herramienta de control y sometimiento, por aquellos que son victimarios. Y es utilizada usualmente, en contra de mujeres y niños por parte de los hombres, aunque esto no limita que existan casos en que sea la mujer, quien violente a su esposo, o que sea la madre quien les brinde esta violencia a sus hijos.
La violencia familiar se ha estudiado con una teoría cíclica.
Este ciclo consta de 4 fases:
1ª. Fase: Acumulación de tensión: En esta etapa ocurren varios incidentes menores que aumentan la tensión en la relación. Comienza la violencia sutil de tipo psicológico.
2ª. Fase: Explosión: La primera fase se va incrementando hasta precipitar la descarga, que corresponde a la segunda fase del ciclo, la más corta e intensa, donde quien violenta pierde el control y se da lugar a la discusión fuerte, el golpe y otros actos lascivos.
3ª. Fase: Distancia/minimización: Se generará, posteriormente a la explosión, un momento de distanciamiento entre quien violenta y aquella que ha sido violentada, lo que muchas veces, constituye la oportunidad para tomar la decisión de buscar ayuda.
4ª. Fase: Reconciliación: Se reconoce por la aparente calma que reina en la relación, que se encuentra rodeada de una sensación de que “el amor lo puede todo”. Ambos se dan cuenta de que la violencia ha llegado demasiado lejos y, quien violenta quiere reparar el daño causado, comportándose de manera cariñosa y mostrando arrepentimiento.
La violencia intrafamiliar, ciertamente, es un ciclo, y estas cuatro fases forman un círculo vicioso de la violencia.
El problema más grande, es que, por desgracia, este círculo no se termina ahí. La violencia se aprende, y se vuelve en una forma de actuar. La agresión, gracias a la sistematización de este círculo vicioso que entendemos como violencia intrafamiliar, se confunde fácilmente con el cariño y el afecto, especialmente, en las jóvenes mentes que absorben todos estos maléficos actos. Pronto reproducirán, en la siguiente generación, esta forma totalmente distorsionada de “amar”, transformándose de victimas a victimarios, o perpetuando su rol de victima
Es esta asociación deformada, entre violencia y amor, esta confusión que hace pensar que los golpes son caricias, la que ayuda a eternizar la violencia intrafamiliar. Esta además enseña que un ser, es inferior al otro, por lo cual este último no merece respeto, ni mucho menos debe tener más sueños que servir a aquel que es superior a el/ella. Esto tampoco ayuda a la desaparición de este terrible mal.
Podemos identificar a víctimas de violencia intrafamiliar cuando:
Toda persona de cualquier edad manifieste haber sido maltratada físicamente, que refiera historia coincidente con maltrato psicológico, sexual, negligencia o violencia patrimonial.
Todo niño o niña presente problemas de conducta, problemas escolares, adicciones y sexualidad precoz.
Toda mujer acuda a los puestos y centros de salud y hospitales o bien sean visibles, lesiones, problemas psicosomáticos, ansiedad, depresión, fobias o estrés postraumático.
Debemos entender que la violencia intrafamiliar es una forma de sometimiento, y por tanto, con este fin se busca que la persona victima dependa enteramente de su victimario. La víctima es desvalorizada, a tal punto, que posee la idea de que no puede emprender nada por sí sola, viéndose obligada a aceptar el maltrato, a racionalizar los hechos con una visión deformada y a justificar al propio victimario. Esto último es lo que más desconcierta a aquellos que tienen poco conocimiento de la violencia intrafamiliar y como es su dinámica.
En el caso de los niños esto es peor, porque hasta cierto punto la dependencia no es subjetiva, sino que en realidad los hijos dependen enteramente de los padres para poder sobrevivir. Al momento de tratar a una persona que ha sufrido violencia intrafamiliar, debemos de tener en cuenta este aspecto.
¿Qué debe de hacer el terapeuta durante el tratamiento?
Sí la persona adulta maltratada decidió salir de casa, es de considerar que debe elaborar la separación. Por lo que necesitará mucha atención para no regresar con el agresor, por soledad, lástima o temor del porvenir.
Habrá que ayudarle a que construya su plan de vida, basado en la nueva situación, siendo realista en el sentido de que tendrá un período de reacomodamiento económico y emocional, en el que tendrá que prescindir de la otra persona y que para ello usted puede apoyarle. No hay que `darle falsas expectativas, en aras de sacar a la persona de una situación de Violencia Intrafamiliar
Como parte del tratamiento puede tomar en cuenta, ayudarle a desarrollar capacidades de comunicación efectiva, elevar autoestima, relaciones humanas, manejo de ira y frustración, etc. Ponga a la persona agredida en contacto con las instituciones que puedan brindarle albergue, apoyo económico, social y jurídico. Hay que recordar que parte del maltrato intrafamiliar es el asilamiento, por lo que debe tomar en cuenta que quizá la persona no tiene buena comunicación con el resto de su familia.
Sí la persona adulta decidió no salir de la relación violenta, el tratamiento debe estar dirigido a prevenir los episodios violentos. Orientarle acerca del círculo de la Violencia Intrafamiliar, para que sepa cuándo romperlo y cómo. Es un error asumir que la persona adulta maltratada, dejó de amar a su familiar agresor por los episodios violentos que ha vivido.
Cuando pase la crisis y cuando la situación se lo permita, es posible iniciar el trabajo de terapia de pareja, y luego una terapia con el núcleo familiar. Ésta puede tomar en cuenta aspectos como la escucha activa, manejo de tensión, expresión de emociones, pautas de crianza no violentas y, sobre todo, técnicas de comunicación efectivas.
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