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 ¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?



Mayo 07, 2013, 06:23:43 am
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¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?
« en: Mayo 07, 2013, 06:23:43 am »
¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?
SU INFLUENCIA CONDICIONA TU VIDA HOY

Fuerte y cultivada, o destructiva y descorazonadora, la relación madre-hija es el vínculo más profundo que existe. Tanto si está reforzada por el amor o debilitada por el dolor, la unión que tuviste, o mantienes, está presente en tu vida. Comprueba hasta qué punto.
La relación madre-hija es la más intensa que una mujer puede experimentar a lo largo de su vida. Es fuerte y es primaria, y, aunque a menudo sutil, tiene un poderoso efecto sobre nuestra forma de relacionarnos con nuestra pareja, hijos, amigos y sobre todo con nosotras mismas. Aunque es posible que tu madre haya dejado de formar parte de tu vida diaria, sabes que sigues llevándola contigo, para bien o para mal. Como mujeres, no solo estamos protegidas y sustentadas por las madres, como les ocurre a las madres, como les ocurre a los niños, además, seguimos su modelo y consideramos nuestra feminidad en relación a la suya. Mientras que una madre no puede imaginarse ser como su hijo, o esperar que él sea como ella, eso es precisamente lo que pretende con su hija.
COMPENSANDO CARENCIAS.
Es habitual que, al criar a una hija, lo hagamos de forma contraria, o significativamente distinta, a como fuimos criados por nuestra madre. Queremos compensar las áreas en las que nos sentimos heridas, desprotegidas o privadas de determinadas cosas. Por eso, gran parte de nuestra manera de educar niñas es reactiva e inconsciente: nos limitamos a alejarnos de cualquier cosa que nos recuerde la manera de actuar de mamá. Esto crea a menudo un fenómeno curioso: los modelos se repiten en generaciones alternas.
DE NIÑA ABANDONADA A MAMÁ RESENTIDA.
Así, la niña que se ha sentido abandonada o desatendida y decide ser una madre entregada a sus hijos, volverá a sentirse abandonada cuando a estos les toque irse del hogar familiar. E igual de doloroso resulta educar a las hijas tal y como nos educaron a nosotras, con la esperanza de recrear la magia de nuestra infancia o esperando ganar la aprobación de nuestra madre por criar “correctamente” a nuestros hijos. Cualquier relación que tengamos con las hijas que siga vinculada a nuestro pasado, son ser conscientes de ello, puede condicionarnos, herirnos y limitarnos.
¿CÓMO TE HABLA ELLA?
Muchos mensajes que escuchamos e interiorizamos en la infancia impiden nuestras acciones durante años. Cuando decimos “No puedo” o “Debería”, es posible que estemos respondiendo a un mensaje limitador. Son las piedras angulares de los prejuicios; y, cuando la sociedad los apoya, se convierten los “ismos” que tan limitadores resultan: sexismo, racismo, clasismo, etc… Por eso conviene dedicar un tiempo a clasificarnos y evaluarnos.


LOS PERMISOS QUE TE AYUDAN A CRECER
Los permisos, en cambio, son mensajes positivos que abalan a los hijos por pensar y comportarse de una manera: “Cometer errores no es malo”, “Puedes vestir como quieras”, “Has resuelto bien este problema”. Cada permiso que se da otorga una visión expansiva, en lugar de limitadora. Por lo tanto, aprueban al pequeño por ser como es, no como los demás esperan que sea. El mensaje final es: “Eres correcta. Saldrás adelante en este mundo”. El peor entorno para crecer es aquel que hace creer los mensajes negativos y limitadores y omite los permisos expansivos. El pensamiento resultante sería: “Soy una niña mala y nunca conseguiré cambiar para adaptarme al mundo”.
ABANDONAR A MAMÁ
Además, separase de la madre es más complejo para una hija que para un hijo, ya que ella tiene que diferenciarse de una figura materna con la que se identifica, mientras que el hijo debe diferenciarse de un modelo femenino en cuyas cualidades y comportamientos se le enseña a repudiar dentro de sí mismo para llegar a ser hombre.
MADRE “BUENA”, MADRE “MALA”: EL MISMO RETO
Toda joven busca en su madre las claves de lo que significa ser mujer, y, si esta no puede dárselas, se siente humillada por su feminidad. Algunas mujeres no solo temen ser como sus madres; de hecho, temen convertirse en ellas. Esta “matrofobia” está tan arraigada en nuestra cultura que, con frecuencia, las madres se sienten rechazadas, al ver que sus hijas actúan en reacción a ellas. Así, por ejemplo:
-   Las hijas de mujeres de carácter irritable o emocional intentan controlar sus enfados y sentimientos, para no ser vistas como  castrantes o destructivas. Esta represión de la cólera les impide con frecuencia aceptar o reconocer lo que le molesta.
-   Las hijas de madres supersticiosas  o muy religiosas descartan los aspectos misteriosos y mágicos de lo femenino, en aras de una lógica fría y analítica.
-   Las hijas cuyas madres han sido un modelo positivo, divertido, enriquecedor y de apoyo son a veces las que más difícil lo tienen. Si la hija la ve como una deidad o es dolorosamente consciente de su dependencia de ella, tal vez tenga que repudiarla para encontrar su propia identidad.
SER UNA MISMA
Para evitar que los mensajes que recibimos nos condicionen de forma negativa, es importante que cada cual llegue a conocer su auténtica personalidad, libre de todas las exigencias de su educación. A este conjunto de rasgos inherentes y personalísimos, Julie Firman y Dorothy Firman, autoras de Hijas y Madres: Una relación que puede funcionar  (Gaia), lo denominan “unicidad”.
La mejor manera de convertirnos en personas plenas la encontramos honrando y apoyando nuestra unicidad y aceptando, a la vez, los condicionamientos de nuestra infancia. ¿Quieres saber por donde empezar?
EN BUSCA DE TU VERDADERO YO
Lee estas preguntas y apunta todas las respuestas y situaciones que te vienen a la cabeza. Dedica tiempo a pensar en lo que has descubierto y en su significado. ¿Hay cosas que quieras cambiar?¿Hay aspectos de tu persona que consideras heredados del pasado y que ya no te sirven? Lee con atención.
-   ¿Quién era mi héroe o mi heroína cuando era pequeña?
-   ¿Qué quería ser de mayor?
-   ¿Cuáles eran mis actividades favoritas?
-   ¿Cuál era la valoración hacia mi persona que más positiva consideraba?
-   Como adulta, ¿a quién admiro?, ¿cómo es esa persona?
-   ¿Qué cosas tienen significado para mí en la vida?
Anota una lista de cualidades que consideres que te definen: aceptación, creatividad, belleza, humor, generosidad, amistad… Reflexiona  y presta atención a todos los atributos, estilos y preferencias que crees que te caracterizan y trata de identificarte con ellos.



 

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