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 RESOLVER LOS ASUNTOS PENDIENTES



Agosto 19, 2013, 11:21:36 pm
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Desconectado Francisco de Sales

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RESOLVER LOS ASUNTOS PENDIENTES
« en: Agosto 19, 2013, 11:21:36 pm »
RESOLVER LOS ASUNTOS PENDIENTES



A casi todas las personas se nos van acumulando asuntos pendientes de resolver.

Generalmente, los vamos aplazando por diferentes motivos, o somos capaces de encontrar casi indiscutibles excusas que son muy falsas, o intentamos convencernos de que no es el momento, o nos decimos que tal vez es mejor que sea el destino quien los resuelva.

La verdad es que no se puede generalizar mucho sobre esto, porque cada cuestión y cada persona y cada circunstancia hacen que el mismo asunto pueda ser resuelto de diferentes modos.

Por esa razón, expondré unas pautas que me parecen adecuadas, y cada uno tendrá que afinar su intuición o su inteligencia para saber cómo debe actuar en cada caso.



ALGUNOS MOTIVOS QUE NOS HACEN APLAZAR LA RESOLUCIÓN DE LOS ASUNTOS PENDIENTES:


LA PEREZA

Tomar una decisión implica una responsabilidad. Puede salir bien o mal. Puede estar acertada o equivocada. Puede involucrar a otras personas que se pueden ver afectadas. Conlleva el riesgo de que esa decisión se vuelva en nuestra contra.
Son demasiadas pegas.
Hacerlo bien, entretiene en la búsqueda de la resolución más apropiada, y obliga a darle vueltas y más vueltas a la cabeza, y a sopesar todas las posibilidades y variables, y queda la posibilidad de no acertar, y eso puede acarrear problemas con uno mismo porque se eche en cara no haber acertado…
Y todo eso da una pereza…


LA INSEGURIDAD

Porque cuando la decisión es fácil no es muy problemático. Cuando se trata de decir el resultado de sumar dos y dos, no hay mucha dificultad.
Qué me apetece beber no parece ser mucho problema.
Me refiero a las decisiones importantes, a las que pueden modificar el presente y el futuro, a las que pueden hacer daño a otras personas, a las que nos afectan gravemente en la economía, a las que pueden hacernos daño en los sentimientos…
¿Y si no acierto?
¿Y si espero un poco más a ver si cambian las cosas?
¿Y si espero a ver si se arregla solo?
¿Y si no hago nada y así evito equivocarme?
¿Y si…?


LA IRRESPONSABILIDAD

Algunas personas se toman su vida poco en serio.
No creo que eso sea bueno, pero quizás me equivoque.
Es excelente reír, divertirse, relajarse, no preocuparse… pero no siempre y no en todos los casos.
Hay momentos en que uno tiene que ser muy consciente de sí mismo, de sus circunstancias, de su vida, tomar el gobierno de todo ello, y resolver esos asuntos que se van relegando.
Sí… quizás el asunto se resuelva por sí mismo, porque es inevitable que suceda lo que tiene que suceder si no se ha hecho nada para evitarlo o cambiarlo. Pero tal vez entonces uno se convierta en víctima de su irresponsabilidad en vez de disfrutar de lo que hubiera sucedido si se hubiera ocupado de resolverlo.
Cada uno tiene la responsabilidad de su propia vida, y la obligación ética y moral de hacer de ella la mejor vida posible.
Tomar decisiones es otra responsabilidad  y hay que asumirla.


LA FALTA DE CONFIANZA

Algunas personas se califican como “no preparadas para tomar decisiones”, y puede que tengan razón.
Pero eso no las exime de tener que tomarlas.
Vivir implica tomar decisiones –es inevitable-, y, dado que es una cosa que habrá que hacer a diario, conviene prepararse para hacerlo y también para aceptar que el resultado puede que no sea siempre el deseado.
Hay que tener tolerancia a la frustración.
Entender que es una posibilidad, y aceptarla sin que por eso se tenga que iniciar un conflicto personal en el que, de todos modos, uno acabe siendo el perjudicado.
No siempre se acierta… ¿Y qué?
No siempre salen las cosas como a uno le gustarían… ¿Y qué?
Conviene tener esto muy claro: uno está muy por encima de sus decisiones aparentemente no acertadas, y muy por encima del resultado que produzcan, y muy por encima –¡por supuesto!- de los estados de desazón que ello produzca.
Uno es la suma de toda su vida y no solamente el momento ese en que se siente mal por no haber acertado en la elección de la respuesta.
El respeto hacia sí mismo, y a su propia dignidad, no debe ser atacado, ni menoscabado, porque disponga de una confianza tambaleante.
Pero uno no debe rendirse y renunciar a prepararse para ser más eficaz en la toma de decisiones.

ESPERAR QUE LLEGUE “SU MOMENTO”

Estoy convencido de que las cosas suceden cuando tienen que suceder, y si se provoca adelantarlas, o se postergan, el resultado puede ser otro distinto.
Pero… ¿Cómo saber cuándo es ese momento?
La intuición –si está entrenada- y la atención a uno mismo y a su verdad son de gran ayuda.
Hay cosas que uno no es capaz de resolver porque no las ve claras, y, si uno es honrado y no se está engañando, es mejor dejarlas madurar.
Hay veces que lo que sucede es que uno no está preparado para llevar a cabo la que sería la respuesta acertada, y necesita un poco más de tiempo -para acumular confianza o fuerza-, o el convencimiento que aún le falta para tener a su servicio todos los elementos que le ayudarían a estar en paz.
Y en esos casos sí es conveniente esperar hasta que llegue “su momento”, que es ese día en que uno siente una fuerza nueva y un convencimiento que nada dentro de sí se atreve a discutir.
Es como si todo se pusiera a su favor, como si todo se pusiera a colaborar con uno.


CUIDADO CON…

CONFORMARSE CON LA PRIMERA RESPUESTA QUE SE PRESENTE PARA TERMINAR PRONTO
Es el autoengaño más habitual: conformarse con lo primero que aparezca que tenga una pinta más o menos convincente de que podría ser.
Y como, en muchos casos, uno tiene la idea de sí mismo de que es listo, si esa es la primera respuesta que ha aparecido, es que es la buena. Y a otra cosa.
No hay que caer en la obsesión de dar vueltas y más vueltas interminablemente, pero conviene ser capaz de ver de un modo lo más desapasionado posible el asunto que tengamos pendiente.
Por eso puede ser bueno trabajar con un folio en el que se escriban los pros y los contras que van apareciendo cuando se piensa.
Y conviene NO pensar en los momentos en que uno no está pesimista y deprimido ni en los momentos en que uno está eufórico. En ambos casos hay muchas posibilidades de equivocarse.


BUSCAR DARSE LA RAZÓN EN VEZ DE BUSCAR LO CORRECTO

Puede suceder que demos con la solución eficaz, pero… que no nos guste.
Y en ese caso, puede que nos dediquemos a buscar excusas o razones –aunque sean irrazonables- para justificar la decisión que nos sea más cómoda.
Hay que ser sincero con uno mismo.
A la hora de resolver asuntos pendientes hay que poner mucho amor hacia uno mismo pase lo que pase –porque hay que aceptar y comprender que es posible que el resultado de la decisión no sea el más acertado-; son necesarias, también, la valentía, resolución, y firmeza.


ES BUENO TENER EN CUENTA…


LA DIGNIDAD PERSONAL

Aplazar la resolución de asuntos para más adelante puede estar afectando a que suceda inmediatamente algo que es bueno para uno mismo.
Por respeto a uno mismo, y por amor a uno mismo, es mejor resolverlo ya.


LA AUTOESTIMA

Si uno se va dando cuenta de que lo está aplazando, eso va a repercutir en su autoestima, porque en cuanto haga un ejercicio de sinceridad y se dé cuenta de su actitud, se va a menospreciar, se va a sentir mal consigo mismo, y eso va a afectar al concepto que se tiene de sí.


QUE LA ESPERA DE “SU MOMENTO” NO SEA UNA EXCUSA

Pero, mucho cuidado: que la espera de “su momento” no acabe siendo una excusa para no resolver los asuntos pendientes.
No es bueno demorarlo hasta casi el infinito esperando a que sea el mejor momento.
Tal vez nunca sea “el mejor momento” pero hay que hacerlo a pesar de todo.


Te dejo con tus reflexiones…


 

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