EFECTO SOLIDARIDAD
Joaquín Rocha
“Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad”, Oliverio Girondo.
Dice un viejo proverbio chino: “El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”. Cuánta verdad.
El efecto “mariposa”, ese pequeño cambio que puede generar cambios enormes ya es conocido por muchos.
Recibe este nombre a partir de la idea del meteorólogo Edward Loren, quien planteaba la idea de que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema, la más mínima variación en ellas podía provocar que el sistema evolucionara en formas completamente diferentes.
Todo tiene que ver con todo, nada es independiente de nada. Kofi Annan, Premio Nobel de la Paz, aseguraba que en este efecto anidaba la esperanza.
Cada individuo es un eslabón de la inmensa corriente de energía y de vida. El pequeño gesto de cada uno sirve. Será por eso que la indiferencia a las buenas causas ocasiona tanto daño.
La solidaridad nos envuelve como el efecto “mariposa”. Valor humano por excelencia si lo hay. Disponibilidad del corazón cuando un otro significativo o no tanto requiere nuestros buenos sentimientos para seguir.
Es más que una colaboración mutua. Es un puente que mantiene unidas a las personas. Los dispuestos a dar con los que vivencian experiencias difíciles, de las que no resulta fácil salir.
Desde el punto de vista psicológico, la solidaridad es una manera especial de plantarse en la vida. Una actitud que se inclina a responder favorablemente a las necesidades de un grupo, de un semejante; y una conducta cuando se concretiza en acciones.
La solidaridad actúa cuando te sientes afectado por las necesidades de los otros como si fueran las tuyas propias. Pertenece tanto al mundo privado como al público.
No se trata del cumplimiento de un deber como ciudadano o cristiano, sino de que, desde la propia interioridad humana, nace el afán de ayudar y de participar en todo aquello que sirva para mejorar la calidad de vida de otro necesitado. En ese sentido, la mirada solidaria debe ser puesta, también, en quienes sufren discriminación xenofóbica, hambre, sida, adicciones, abusos y guerras. Así trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, económicas para desarrollarse en las personas de todos los rincones del mundo.
"Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino también de la felicidad" (José Martí).
La solidaridad implica afecto: el apoyo al amigo, donar cosas, dedicar tiempo, prestar posesiones, perdonar, escuchar, saludar, recibir. Es empatía por los que padecen causas injustas, es acción hacia el desposeído que no es reconocido como persona.
Su primer fundamento lo expresa en el artículo 1º de la Declaración Universal de Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». De ahí su importancia como elemento fundamental para construir una comunidad.
Es hacer honor a la génesis de la palabra, ya que proviene del sustantivo latino soliditas, que expresa ‘la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza’.
No en vano los primeros cristianos la adoptaron aplicándola a la comunidad de todos los hombres, iguales todos por ser hijos de Dios y vinculados estrechamente en una fraternidad que impulsa a buscar el bien del otro.
Juan Pablo II expresaba que el ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido solo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas.
La solidaridad es “ser con otros”. Su negación es negar al hombre su ser social que se va constituyendo en cada momento “con los otros”. La solidaridad, por tanto, se desprende de la naturaleza misma de la persona humana. El no aceptar la natural sociabilidad del hombre es negar la necesidad natural de la solidaridad.
Eduardo Galeano opina: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”; entendiendo a la caridad como simple asistencialismo y a la solidaridad como acción concreta que perdura y contribuye al cambio.
Siempre es positivo trabajar por la solidaridad.
“¿Por qué solidaridad? (…) solidaridad, porque es lo justo, porque todos vivimos en una sociedad; porque todos necesitamos de todos, porque estamos juntos en este barco de la civilización; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos. La solidaridad es justa porque los bienes de la tierra están destinados al bien común, al bien de todos y cada uno de los hombres, y los que, dada su buena fortuna, tienen más están obligados a aportar más en favor de otras personas y de la sociedad en general.
La solidaridad es una relación entre seres humanos, derivada de la justicia, fundamentada en la igualdad, enriquecida por la caridad, en la cual uno de ellos toma por propias las cargas del otro y se responsabiliza junto con este de dichas cargas” (Hernán Cardozo Cuenca, Adriana Gutiérrez [coord. edit.], CEP - Banco de la República - Biblioteca Luis Ángel Arango).
De cada uno de nosotros depende el hacer de esta sociedad algo mejor; por eso, adhiero a las palabras de la Madre Teresa: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
En lo poco o en lo mucho, lo que importa es practicar la solidaridad.