Magnífica cita, María Laura.
El libro en que aparece se titula "el profeta", y recuerdo que en mi adolescencia, mi hermano y yo, tras haberlo leído, junto a otros textos del mismo autor, así como a Tagore, por algo que nuestra madre nos intentó limitar, le dijimos que no le pertenecíamos a ella, que éramos hijos de la vida, sólo que habíamos nacido y venido al mundo a través de ella. Le dimos un gran disgusto que le duró todo el día. Aún hoy, muchos años después, lo hablamos y ella se acuerda.
Cuando me toco ser padre, siempre he intentado ver a mis hijos, especialmente cuando eran bebés, mucho más dependientes que en edades posteriores, como futuros adultos, más que como lo que eran, bebés. Sólo que en fase de desarrollo.
Es una tarea de mucha responsabilidad. Pero, afortunadamente, con amor, se lleva bastante bien. Eso sí, el amor pero pensando en su bien, no en el que nosotros queremos que sea su bien.
Es una experiencia muy enriquecedora, aunque no exenta, como casi todo en la vida, de su cara y su cruz.