¿CÓMO PLATICAS CONTIGO MISMO?
LA IMPORTANCIA DEL DIÁLOGO INTERNO
Por Rigo Vargas
Nuestra principal forma de comunicación es el lenguaje hablado. Cuando hablamos con la gente, tenemos oportunidad de exponer nuestras ideas y escuchar las ajenas. Sin embargo, cuando la boca está cerrada, (que es la mayor parte del tiempo) la voz de nuestra mente toma el control inundándonos de ideas que llegan en cascada y que desgraciadamente no son siempre positivas.
Vivimos en un mundo mental, donde absolutamente todo lo que nos rodea, nace primero en el mundo sutil, en el mundo de las ideas. De ahí empieza a tomar forma, hasta convertirse en algo sólido y tangible, que puede ser experimentado con nuestros sentidos.
Tomemos el ejemplo del arquitecto: cuando va a construir una casa, primero tiene que imaginarla, después “traerla” del mundo de las ideas hasta su mesa de dibujo, o computadora y una vez ahí plasmarla en papel, para después integrar todos los materiales y fuerza de trabajo necesarios, hasta transformarla finalmente en el objeto sólido que es la casa fincada.
La física cuántica ha demostrado que el observador tiene influencia sobre lo observado, reaccionando de acuerdo a sus expectativas. Aparentemente, el mundo exterior no está desligado de nosotros, ni de nuestros prejuicios y tiende a manifestarse exactamente como esperamos que lo haga, sea para bien o para mal.
La mente como herramienta, es esencial para poder manifestar una idea como algo tangible. Sin embargo, tendemos a abusar de esta herramienta. Es como si utilizáramos un martillo para clavar y después estuviéramos golpeando todo a nuestro paso con él.
La mayor parte de nuestros pensamientos se alejan de lo constructivo y tienen la horrible tendencia a ser todo lo contrario.
Un día cualquiera, hazte el propósito de monitorear tus pensamientos y divídelos en dos clases: los que te hacen sentir bien y los que te provocan emociones negativas. Te vas a sorprender del resultado.
Una persona normalmente tiene de diez a quince pensamientos “negativos” por cada “positivo” o neutro. Esto se debe a que no tenemos el hábito de tomar consciencia de nuestros pensamientos y muy por el contrario, dejamos que éstos se apoderen de nuestro estado emocional, llevándonos muy frecuentemente a preocupaciones innecesarias o estados de stress que pueden implicar consecuencias negativas en nuestra salud.
Dentro de nosotros habita un juez implacable que no da tregua, y que no solo nos condena, sino que todo el tiempo nos está recordando nuestra propia sentencia. Pareciera que nos encanta “masticar” una y otra vez las ideas, recuerdos o preocupaciones de algo que nos provoca inestabilidad emocional, al grado de crear una adicción a estos sentimientos.
Incluso llegamos a creer que sólo si nos “preocupamos”, por nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestros hijos, etc. seremos buenos. Puedo añadir que hay muchas personas que te amonestan con la siguiente frase: “Es que no te preocupas lo suficiente”. Después de todo, preocuparte es rezar para que suceda lo que no quieres.
Otra característica de nuestro diálogo interno, es el “Síndrome del viajero del tiempo”.
La mayoría, si no es que casi la totalidad de los pensamientos que nos llegan, se refieren a situaciones, personas y cosas que no están en el presente, sino en el pasado o en el futuro.
Por ejemplo “¿Cómo voy a hacer para pagar la renta?”, “¿Cuándo encontraré un trabajo donde me sienta a gusto?”, “¿Por qué no he conseguido pareja?”, “Debí haberla dejado hace mucho tiempo”, etc. Son siempre culpas del pasado o preocupaciones del futuro.
Usamos muy poco nuestro raciocinio para disfrutar o estar en el aquí y el ahora.
Después de todo, nuestra vida se desarrolla en un eterno presente. “Hoy es el mañana por el que ayer te preocupabas”. Me llama la atención ver a la gente cuando camina sola por la calle: la inmensa mayoría van viendo al piso ensimismados en sus pensamientos y evidentemente ausentes de su entorno.
El desfase del pensamiento ocurre no solo en tiempo sino también en espacio: si estamos en el trabajo, estamos pendientes de la casa; si estamos en la casa, estamos pensando en asuntos del trabajo; si estamos en el cine, estamos pensando en la seguridad de nuestro auto, etc.
La siguiente particularidad de nuestro omnipresente diálogo interno es que tiende a contradecirse con los hechos.
Pensamos en hacer las cosas y luego en por qué no las puedo hacer.
Regularmente nos creamos el pretexto ideal para auto-boicotearnos. Nos engañamos a tal grado que hay no pocas ocasiones donde estamos haciendo algo que aunque sabemos que nos perjudica, nos justificamos de mil maneras, al grado que acabamos sintiéndonos satisfechos con aquello.
Sin embargo, en el fondo, sabemos que no estamos actuando de acuerdo a nuestras propias expectativas y eso nos crea una frustración silenciosa. “Puedo comer todo el pastel que quiera, al cabo que hago mucho ejercicio”, “Me fumo otro cigarrito, total, de algo me he de morir”, “Lo mejor de esta vida o es pecado o engorda”, etc.
Entonces te preguntarás: “¿Qué puedo hacer yo para ponerle remedio a todo esto?”.
Bien, lo primero es estar consciente de que todo aquello te ocurre. “No te pre-ocupes: ¡ocúpate!”.
Tus pensamientos crean tus sentimientos, y tú eres el único capaz de controlar tus pensamientos, por lo tanto, tú controlas tus sentimientos.
Ahora ¿Cómo puedes controlar tus pensamientos?
Muy fácil, escoge tú mismo que quieres pensar.
Lo único que tienes que aprender, no es a evitar los pensamientos negativos, sino a sustituirlos por otros que sean agradables para ti.
Soñar despierto es una alternativa muy sana a los pensamientos negativos, sin abusar de ese estado.
Sitúate solo en el momento presente y no desgastes tu energía en cosas que ya pasaron o en otras que quizá no ocurran. Decía John Lennon: “La vida es todo aquello que te ocurre mientras te la pasas haciendo planes muy distintos”.
Cuando observas tu vida en retrospectiva, te das cuenta que siempre has tenido problemas, pero que TODOS se han solucionado de una forma u otra.
De ello deduces que cualquier problema que tengas en lo sucesivo, también hará lo propio. Crea consciencia de tu alrededor: aunque pases diario por los mismos lugares, observa todo los detalles y aprende a disfrutarlos. Siempre habrá algo interesante que no habías observado. Vive siempre en el presente.
La siguiente tarea sería ponerle voz a tus pensamientos.
Cuando estés solo, habla en voz alta contigo mismo y te vas a encontrar que tienes cada vez más claridad de pensamientos, quitando poco a poco las contradicciones entre lo que piensas y lo que realmente haces. Podrás engañar a cualquiera, pero nunca lo harás contigo. “Soy amo y señor de lo que pienso, pero esclavo de lo que hablo”.
Después de todo, Gandhi estaba en lo cierto cuando elaboró aquella frase que te comparto a manera de reflexión final:
“Mantén tus pensamientos positivos, porque tus pensamientos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas porque tus palabras se convierten en tus acciones.
Mantén tus acciones positivas porque tus acciones se convierten en tus hábitos.
Mantén tus hábitos positivos, porque tus hábitos se convierten en tus valores.
Mantén tus valores positivos porque tus valores se convierten en tu destino.”
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