LOS APEGOS
Desde que nacemos se nos enseña a estructurar nuestra vida.
Poco a poco vamos aprendiendo que las cosas son ?jas: un horario para comer, para dormir, unos
estudios que realizar, una ciudad que es la mejor del mundo para vivir, unos amigos… y nada más lejos de la realidad.
Somos los únicos seres de la creación que llevan relojes, que construyen casas permanentes; hoy en día no se concibe que una persona pueda “vivir” sin estudios, cada día nos exigimos más, pero debemos recordar que muchos de nuestros padres no sabían ni leer ni escribir; eso sí, han sabido criarnos con amor.
En de?nitiva, nos gusta estar amarrados, pero desgraciadamente no vemos las cuerdas, pues son cuerdas emocionales, sentimentales, las camu?amos como lazos de amor, de amistad, de seguridad.
Desde pequeño se fomenta la posesión: colecciones de cromos, de estampitas, coleccionables de todo tipo, todo nuestros enseres de trabajo (lápices, gomas, etc., con nuestro nombre)
Queremos aferrarnos a la vida. Si pudiésemos pondríamos estatuas nuestras en cada jardín, en cada rincón de casa, somos como los grandes dictadores de la historia: construyen grandes edi?caciones, grandes monumentos, muchas estatuas, como para seguir aquí una vez que se han ido. Cada día intentamos amarrarnos al pasado.
¿Quién no tiene un móvil con cámara fotográfica para encerrar un tiempo pasado?
¿Quién no tiene un CD, DVD, o un disco duro con toda esa música, esas películas guardadas que nunca se ven, que nunca se escuchan?
Creemos que cuanto más poseemos más somos, no nos damos cuenta que tanta posesión lo único que hace es tapar nuestro deseo de Ser.
Pensamos que cuanto más preparados estemos más somos, y nada más alejado de la realidad.
Valoramos a las personas por lo que poseen, no por lo que realmente son. Por ejemplo: alguien que hace dos años era un simple ciudadano, hoy es un alto, se le abren, todo el mundo lo admira, todos lo respetan.
Sus palabras pesan. Y todo por el cargo que ocupa; en el momento que deje de ejercer como tal lo perderá todo, cuando deje de interpretar su papel no será nadie. Otro tomará el testigo del poder para seguir interpretando el teatro. Como decimos normalmente: el hábito no hace al monje.
NO NOS DAMOS CUENTA QUE TODO PASA, NADA HAY EN LA VIDA QUE SEA PERMANENTE.
La naturaleza nos enseña que nada es eterno, las montañas son continuamente erosionadas, el reino vegetal está en continuo cambio; los ríos, los manantiales, el mar, todo discurre, todo ?uye; nuestro cuerpo nos enseña que hay que renovarse continuamente (la piel, cabello, cada célula tiene su periodo de vida y es reemplazada por otra en un continuo y perfecto orden).
Pero aquí está, el Ser humano, rey de la creación, intentando poseer una casa en la playa, en el campo, cambiar a un coche mas potente y más grande.
Se nos ha enseñado a estructurar la vida como si las circunstancias fueran permanentes, como si la existencia ideal consistiera en amarrarse a una experiencia estática, donde la realidad fuera inmutable.
Aprendimos a buscar estabilidad para hallar felicidad.
Y esta creencia falsa nos ha llevado a apreciar más la rigidez de la muerte que la ?uidez del movimiento de la vida. La tendencia marcada a querer retener y poseer es hoy el obstáculo más grande que tiene un hombre para alcanzar su apertura de conciencia, y representa una fórmula muy e?caz para producir estancamiento.
La vida marca ciclos de aprendizaje.
CUANDO UNO DE ELLOS SE COMPLETA Y TODO SE DERRUMBA, DEBEMOS TENER LA SABIDURÍA DE SEGUIR ADELANTE SIN MIRAR ATRÁS.
La experiencia bien vivida se entrega para liberarnos: dejamos ir nuestra infancia y la relación de dependencia a los padres; la adolescencia y el despertar de la primavera.
Muchas veces quedan atrás también las relaciones de pareja, porque el compañero muere o se divorcia. Los hijos se van del hogar y dejan un vacío. Para todos nosotros hay tiempos de abundancia y de escasez; de alborotada juventud y de soledad en la vejez.
En la naturaleza solo el hombre no acepta bien el cambio y la separación. Parece no saber que para poder avanzar es preciso soltar.
Por eso, cuando la realidad cambia, el ser, que no es capaz de vaciarse de lo viejo, se queda rezagado.
Nadie nos enseña que hay un trabajo consciente que hacer, para liberarse de las ataduras del pasado y deshacerse del exceso de equipaje, antes de continuar la marcha.
Un ciclo de vida concluye y la realidad cambia, pero la mayoría de los individuos se quedan atorados en la añoranza del recuerdo, y se niegan a contemplar el regalo de un nuevo amanecer.
Cuando existe una dicotomía entre lo que es y lo que uno desearía que fuera, se crean estados de angustia, insatisfacción, dolor, miedo y resentimientos que deben ser sanados. El individuo, que vive fragmentado, debe volver a la unidad, y esta solo se alcanza sabiendo cuál es la enseñanza evolutiva escondida tras cada ciclo de experiencias.
Cuando lo conocido se derrumba y el horizonte cambia, es importante preguntarnos ¿Qué debo aprender ahora?
¿Cuál es la razón para que el universo me haya colocado en esta situación?
Para disolver apegos es necesario un cierre.
Lo que quedó atrás y ya no tiene validez, no debe ser alimentado con la energía del pensamiento por más tiempo.
No es posible avanzar por el camino con la mirada ?ja en el espejo retrovisor.
Cuando hay obsesión con imágenes repetitivas, que vienen del pasado, es señal de que todavía queda algo pendiente por disolver y transformar.
Entonces, con la ceremonia del perdón sanamos viejas heridas, aquellas que solo con el roce del recuerdo sangran nuevamente.
También podemos trabajar en la aceptación de la desaparición de un ser querido. O reconsiderar nuestras quejas, que seguramente se reducen a que alguien cercano a nuestro corazón no cumplió bien con el rol que le asignamos. En este último caso hay que comprender que la culpa es solo nuestra, pues nuestra es la tarea de aceptar que cada ser nace con el derecho y la libertad de ser él mismo.
Cortar los lazos del pasado también signi?ca renunciar a los resentimientos generados cuando las metas humanas previstas no se cumplen. A veces la vida tuerce nuestro destino para darnos la oportunidad de realizar una misión evolutiva trascendental, que el ojo humano no ve, porque el cerebro no conoce.
Por ello cada día, a cada instante que podamos, debemos de estar pendientes para trabajar en la disolución de los apegos, debemos soltar amarras y salir del puerto
donde estamos anclados, de no hacerlo así permaneceremos toda la vida en el mismo puerto.
Y no estamos hechos para permanecer inmóviles, nuestro destino es recorrer el mundo que nos conduce de vuelta a casa.
(
http://www.biotienda.net/revista.html)