¡Gracias al ego! Por Alejandro Corchs.
En este mundo actual, en este tiempo en que vivimos,nuestras personalidades desarrollaron una gran barrera de defensa. Una barrera sana, diría yo, viendo las tremendas junglas de cemento.
Me preocupa cuando escucho el discurso espiritual que dice que hay que dejar al ego, que el ego es el problema, etc. En lo profundo eso es cierto, pero en esta realidad para que una persona llegue al momento donde rendir a su ego, todavía le falta un larguísimo camino por delante. El ego es una herramienta que desarrollamos para evaluar el peligro. El tamaño de nuestro ego, su dureza y su falta de permeabilidad, solo habla de la tremenda experiencia que es para un niño entrar en nuestra sociedad actual. Aquí necesitamos defensas:
Supongamos que salgo a caminar por la ciudad y me encuentro con un tigre herido que se acaba de escapar del zoológico. Hace días que no come, está dolorido por su herida sangrante y además está asustado porque lo están persiguiendo. Yo lo veo, no tengo ego, y entonces lo reconozco como una parte sagrada del Gran Espíritu al igual que yo. Veo su herida enorme. Repleto de amor y compasión salgo corriendo hacia el tigre. En la carrera aprovecho a juntar unas margaritas de un cantero y luego salto con los brazos abiertos diciéndole:
¨Ven hermano tigre, eres hijo del Gran Espíritu al igual que yo, fundámonos en un abrazo de amor incondicional y todas tus heridas sanaran.¨
El tigre se hará una fiesta conmigo y tiene razón: él es un tigre herido, asustado y hambriento. El tonto fui yo que no supe evaluar el peligro, ¿pero qué falló? Mi percepción espiritual fue perfecta, lo que falló fue mi evaluación del peligro, el ego.
En nuestra sociedad actual, existen muchos tigres heridos, disfrazados de personas, dispuestos a hacerse un banquete contigo si vos no sabés cuidarte. Por eso me preocupa que no se comprenda con claridad que el ego nació para protegernos, para evaluar el peligro y actuar en consecuencia.
En los planos espirituales son igual de sagrados un diamante, un carbón y una naranja. Pero en este plano, no te haría bien comerte un carbón, no podrías encender un diamante para quitarte el frío y tampoco llevarías una naranja colgada en tu pecho.
En la vida terrenal, en éste y en todos los tiempos, siempre vamos a necesitar discernir entre una cosa y la otra, siempre vamos a necesitar un ego. Aquí en las ciudades, donde convivimos con tanto dolor, no tener una buena barrera defensiva que sepa evaluar el peligro, sería mortal o ¡peor aún! Por eso primero demos las gracias a nuestro ego, a nuestro sistema defensivo que levantó su muralla para lidiar con la realidad turbulenta que nos recibió.
No me estoy quejando del presente, para mí es sagrado y maravilloso, sólo estoy plasmando el escenario actual, porque al igual que en todos los tiempos, siempre tenemos un desafío para encontrarnos con nosotros mismos. En este tiempo perdernos es más fácil, porque encontrarnos es mucho más difícil, ya que todos construimos unos anchos muros de defensa.
Dentro de esos muros defensivos está encerrada nuestra más pura Esencia. Hoy en día, todos nosotros nos identificamos con nuestro Ego, por eso vivimos en una sociedad ego centrista, por eso nos sentimos tan solos, porque el ego es una estructura de defensa construida para salvaguardarnos del afuera, nada más.
¿Y dónde está Dios en todo lo que nos pasa?
El Gran Espíritu, porque son lo mismo y los nombres se los pone cada cultura, está dentro de nosotros, está en las paredes, y está fuera de nosotros esperando que le abramos la puerta. Está en nuestra Esencia pura e intacta. Está defendiéndonos a ultranza en nuestro Ego y está experimentando nuestra soledad. Está fuera de nosotros esperando que derrumbemos los muros que nos ayudó a construir, para que dejemos de experimentarnos como un ser separado del resto de la creación y volvamos a experimentar nuestra unidad con el Universo, aquí en la Existencia.
Si el Gran Espíritu está en todas partes y nosotros sólo nos identificamos con nuestro ego, éste es un buen punto de partida. Comprender que lo mismo que nos defiende del afuera, es lo que nos tiene presos, es comprender la verdadera naturaleza del ego. El ego es una jaula que hicimos para que nada nos lastimara, pero que luego nos dejó encerrados.
El ego sabe sobrevivir, sabe negociar, sabe desconfiar, sabe tener y sobre todo intenta controlar. No sabe que hace aquí en la vida, porque no eligió vivir, simplemente se despertó durante la vida para defender a quién realmente eligió vivir, la Esencia. Yo no elegí mi estatura, ni mi aspecto físico. Yo lidio, y me defiendo, con las decisiones que tomó mi Esencia. Yo no elegí a mis padres, ni a este tiempo. Yo hago lo mejor que puedo. Esa claridad nos permitirá mirar en la dirección correcta, el ego no tiene las respuestas, el ego las necesita.
Hay preguntas que nuestro ego se hace que no tienen que ver con la sobrevivencia, sino con su lugar en el mundo. Preguntas en busca de una orientación, de un sentido. Preguntas sobre su pasado, sobre la injusticia, sobre su dolor. Preguntas que no necesitan ser respondidas con un discurso, sino por la experiencia del ego encontrando a la Esencia, el ego retornando a casa. Hay muchas maneras para encontrar las respuestas. Porque cada vida es un camino espiritual, sin importar lo que la persona crea que está haciendo, en realidad si está viva: ¡ya lo está experimentando!
Como dijo el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin en el siglo pasado:
“No somos seres humanos con una experiencia espiritual. Somos seres espirituales con una experiencia humana”.
Solo los humanos faltamos el respeto de decirle a los demás lo que tienen que hacer y lo que no. El resto de los seres vivos, incluyendo a Dios, solo nos acompañan durante nuestra experiencia, mientras ellos hacen la suya. Nadie nos juzga. Nadie nos pide que salgamos de nuestra soledad o que nos volvamos mejores personas. Todos confían en que somos quienes somos, y tarde o temprano, nosotros también vamos a recordarlo.
El ego desconfió, y gracias a que lo hizo llegamos hasta aquí.
¡Hasta el mes que viene!
Alejandro Corchs Lerena