SOLTAR EL CONTROL
Si eres de aquellos a los que les gusta ejercer el control sobre todo cuanto les rodea, esto que te voy a decir no te va a gustar.
Aclaremos, no le va a gustar a tu ego: a estas alturas, y si eres asiduo a este blog, deberías tener más que asimilado que una cosa es tu Ser Superior, eterno, bendito, inmaculado y libre de esta dimensión espacio/temporal (me importa un pepino que creas o no lo que te digo) y otra cosa tu ego, tu pequeño y falso yo, esa entidad ficticia que, como todos nosotros, te viste forzado a adoptar de la escena pública colectiva cuando 'aterrizaste' en este mundo. Para poder integrarte, para tratar de encajar, de encontrar un lugar, tu lugar, en el contexto ciertamente delirante de este demencial mundo a cuyo caos mental todos hemos contribuido. No te quedó más remedio que entregarle el timón de tu integridad al una entidad totalmente irreal (ergo creada por el ser humano). Una entidad que a veces se manifiesta como un charlatán inconexo y desquiciado al que exhibes como tarjeta de presentación en sociedad cuando el miedo y la desconfianza te invaden. A veces se brinda con la máscara de la timidez, del victimismo. Siempre es ambas cosas y a fin de cuentas es un impostor. Un impostor narcisista, necesario, te dijiste en décimas de segundo. Pero bueno, eso ya lo mencionó Goethe en su Fausto hace más de 200 años. Nada nuevo bajo el sol...
No le va a gustar, repito, a tu ego, re-conocer que es un controlador, un manipulador. Una pseudomáquina acumuladora y dispensadora de creencias, juicios, críticas y opiniones, heredadas todas de la madre de todas las creencias, el ego colectivo, el inconsciente global. Ya sé, no fue culpa tuya, pero apelar a tu victimismo, ¿acaso te sirve en definitiva de algo? Sin duda no te redime. Haces daño. En primer lugar te hieres a ti mismo mostrándote inflexible y rígido, orgullosamente anclado en tus convicciones y postulados, en tu ignorante, perezosa y adormilada desconexión de tu verdadera y multidimensional esencia. Y segundo, en tu inconcluso e irresuelto egoísmo/narcisismo. Haces daño, y lo has hecho, por activa o por pasiva, manipulando cuando te piden espacio y abandonando cuando tu entereza y amor hace falta, a quien te rodea, a todas esas almas que, como tu, decidieron apelar a su valentía y coraje innatos para participar de este 'juego de rol' virtual interactivo al que llamamos vida sobre la Tierra. Un escenario operado en este espejismo holográfico de reglas de interacción consensuadas en el sistema que TODOS hemos creado y en el que todos hemos creido. La buena noticia es que, como todo espejismo, la visión está recuperando facultades y este sistema/espejismo está revelando su irrealidad...Descuida, a mí también me costó asimilar la película Matrix, pero finalmente comprendí.
Manipulas, sin darte cuenta (inconscientemente) por supuesto, a esas almas a las que consideras tan potencialmente amenazantes como las mismas personas y circunstancias que te rodearon cuando empezaste a participar en el juego de la vida. Metes a todos en el mismo saco, disparas sin preguntar...Y les ocasionas daño cuando tratas de controlarlas, de inducir su libre albedrío. Y claro, aprendieron a defenderse...como tú...faltaría más. En tu inicial afán por defenderte de todo lo que CREES que atenta contra tu integridad has ideado un abanico de tácticas manipulatorias (que has heredado y legas en herencia a los que te suceden) de las que ni siquiera eres consciente (ergo no las re-conoces, porque no las re-cuerdas), con las que engatusas a todo ente viviente para conseguir los fines que te propones. Ley de atracción...profecías autocumplidas, llámalo como quieras. Creas lo que crees. Y manipulas para mantenerles permanentemente dentro de tu redil de control, de tu campo de visión. Te esfuerzas titánicamente en retener el agua entre tus dedos. ¿Cómo? activando estrategias de control, te adelantas a los acontecimientos, tratas de prever el futuro y de prevenir las consecuencias de tus propios temores sin darte cuenta de que lo que consigues no es sino plasmar tus vaticinios. Estrategias de manipulación que, por cierto, ni siquiera son tuyas. Las heredaste. Estrategias desde las que lanzas tus periódicos ataques preventivos por si cualquier actitud 'ajena' despertase tus sospechas...(y luego te manifiestas contra la guerra sin darte cuenta de que la guerra eres tu).
Pones todo tu empeño en pretender adivinar lo que crees que otros piensan, en juzgar lo que dicen o dejan de decir, lo que hacen o dejan de hacer.
Es curioso, pero lo haces, faltaría más, con la mejor de las intenciones de que presume tu ego. Siempre es por su bien, afirmas. Pero en el fondo es por tu seguridad, para evitar tu soledad. Huyes de tu abandono. Un abandono que te persigue para que lo abraces y le demuestres que el amor es viable, que es la única respuesta a todo.
LIBERTAD
Temes perder el dominio sobre ellos. ¿Qué sería de ti, sin tu pequeño rebaño al que controlar? A fin de cuentas la vida es controlar, te dices. En el fondo temes, mejor dicho, que no dependan de ti, que sean libres (tus hijos, parejas, amigos, empleados, súbditos, feligreses...). Porque eso te enfrentaría con tu propia responsabilidad respecto a tu propia libertad, un asunto que llevas escabuyendo desde que aceptaste la esclavitud como norma, desde que 'decidiste' participar en la vida. El orgullo te impide reconocerlo. Temes dejar de ser especial, que la llamada Nueva Era, te rebaje de categoría. A fin de cuentas todos somos iguales. No entiendes nada (luego, eres un ignorante). Yo también, pero para mí eso no es un insulto, sino una aserción, la pura realidad.
Asocias re-conocer con resignarte, con la humillación. No comprendes que claudicar en la batalla perpetuada (con el beneplácito de tu inconsciente) es la más sabia de las actitudes.
Tienes miedo al ridículo, a la burla, pánico a perder tu peto en lo que crees que es una competición, miedo no ya a ser el último de la fila sino a no conseguir ser el primero, a 'no salir en la foto-finish' en el podio de la competición por sobre-vivir. Miedo a que las medallas no valgan nada a fin de cuentas.
Controlas por tu seguridad. Seguridad de ser algo, aunque sea efímero (un título, un premio, un elogio...). Controlo, luego tengo una función. Ergo no lo haces por ellos. ¿Y qué es tu ego sino un atajo de personalidades que éste despliega en función de las necesidades que le dictan las circunstancias?¿Acaso tu ego eres tú? Reflexiónalo bien...Quizá ésta sea la pregunta que te convenga empezar a plantearte seriamente.
Tu orgullo (esa faceta/cara/máscara de tu ego) te impide observarte en todo tu esplendor. El esplendor que reprimes por miedo a ser juzgado. Te has acostumbrado tanto a este mundo de mediocridad que tienes miedo incluso a sacar la cabeza del cubo de la basura. Miedo a salir de la caverna, a brillar, a vivir (y dejar vivir). Miedo a ser juzgado simplemente por resplandecer. Te comprendo. A fin de cuentas todos los que alguna vez osaron gritar "el emperador va desnudo", o 'todo lo que necesitas es amar', han pasado por graves 'complicaciones'...
Pero tú eres un revolucionario. Te crees muy diferente de todos aquellos a los que juzgas de corruptos. Debes impartir justicia, te dices. Hay que postularse, tomar partido, dices (en realidad esa es la actitud que los invisibles controladores –que los hay (eres uno de ellos, recuerdas?) – quieren que adoptes. Eres tan ignorante que quizá te reúnas en (o incluso organices) asambleas, repitiendo cuan intolerablemente corrupto ha llegado a ser el sistema. Que ya lo habías avisado pero que nadie te hizo caso. Debes indignarte, crear un redil que te crea y convencerle de que debe indignarse en la medida que tu lo estás. Se lo dice el ego colectivo al tuyo propio. Y tú le haces caso. Y sin embargo jamás te has parado a estudiar el verdadero origen de los movimientos revolucionarios, ni a cuestionarte un ápice lo que los libros de historia han repetido que dichos movimientos consiguieron. Después de todo it is History, his story=su historia (de él, cerebro izquierdo, por supuesto). Mucho menos se te ha ocurrido reflexionar acerca de la medida en que eres parte de ese mismo sistema que tanto denigras, al que tanto juzgas. Lo has sido durante generaciones...Sí. No es la primera vez que pasas por esta experiencia.
Todos los calificativos despectivos que uses para desacreditar a quienquiera que sea, banquero o vecino, presidente o hijo, regresan tarde o temprano cual boomerang al lugar del que proceden, a ti. Karma, se llama.
"Vivimos atrapados por aquello de lo que huimos."
No te das cuenta y te conviertes en aquello que juzgas. Lo hicieron tus antepasados y lo haces tú. Quieres ser libre del sistema pero no te das cuenta de que tu verdadera libertad pasa por revisar responsablemente el estado de tu mente, tus pensamientos y las acciones que de éstos se desprenden. Eres responsable del rumbo de los acontecimientos globales (Tsunamis, terremotos, guerras, hambrunas...) en mayor medida de la que imaginas. Y sin embargo, en el momento en que te atreves a mirar adentro, más allá de tu ombligo, el tiempo se detiene. La relatividad se activa con la revisión consciente de daños. Es cuando empiezas a recobrar la Libertad.
Tu/mi peor enemigo es el intruso que se aloja en tu/mi mente. Tu responsabilidad es asumir que una gran parte de tu mente permanece inconsciente. Tu responsabilidad es devolver a tu mente el estado de Consciencia. Nadie puede hacerlo por ti. Ningún Dios externo ni ser de otro mundo lo hará. SE llama libre albedrío y es el mayor regalo jamás desempaquetado por ti. Y para eso hay que salir de la no-consciencia, de la ignorancia, ver con el tercer ojo, esa visión sintética (crística), intuitiva, que desmonta la ilusión del escenario percibido por los sentidos físicos.
Ahora viene el momento en que te enfadas. Porque te sientes agredido. Te han llamado ignorante y te irrita. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en reconocer al ego como ignorante? A menos que uno se identifique con el ego y consecuentemente lo idolatre. Para eso ya están las cúpulas monárquicas y eclesiales, los que se creen privilegiados herederos del ADN de los dioses babilónicos.
Y cuando se les ocurre atreverse a cuestionar tu actitud sofocante, cuando osan ponerte límites, cuando el sistema te reclama daños y perjuicios que tu, por supuesto, no reconoces haber ocasionado (¿responsable yo?, pero si fui yo el perjudicado!) tienes dos opciones: defenderte o rendirte...Cuando te consideras agredido y te defiendes de lo que tu ego considera una acusación injusta, estás identificándote con dichas acusaciones, dándoles por paradójico que te suene, carta de realidad, prueba inequívoca de que te sientes culpable de algo. Te estás resignando a perpetuar la ronda de acusaciones, resignando a seguir jugando al demente juego de los culpables. Rendirte es hacer examen de consciencia. Si te llaman vago, perezoso y sabes que no lo eres, no te enfadas, verdad? Incluso te reirás para tus adentros.
La perpetua sensación de estar 'en falta' de creer que hay un muro insuperable de errores cometidos, de los que te culpabilizas e incluso por los que te condenas, de los que se acusaron tus antepasados, arraigado en un miedo ancestral a provocar la ira de alguna autoridad suprema, te obliga a huir perpetuamente de tal sofoco. Y en esa huída, difícilmente te detienes a considerar las REALES necesidades de los demás ni tan solo de los que tienes más cerca, de aquellos con los que escogiste convivir. Vas en desesperada busca de dulces placeres que hagan más 'soportable' tu inexplicable presencia en este planeta. Para ti todos son lobos con piel de cordero mientras no demuestren su inocencia, competidores en la titánica lucha por la supervivencia en un drama sin fin en un túnel oscuro y estrecho del que no vislumbras la salida. Y la batalla, a la que acabas aficionándote, exige estrategias, control, planificación. Planificas para, y por, los demás en función de tus necesidades (que extrapolas a las suyas). Lo hacemos todos. Y lo hacemos porque las nuestras propias no fueron consideradas cuando era lícito exponerlas, cuando éramos legítimamente irresponsables, cuando nuestro narcisismo no era 'pecaminoso' sino natural, cuando éramos dependientes de los demás (nuestros padres) para la supervivencia: la infancia. Dime qué odias y te esbozaré un perfil de tu personalidad. Hitler odiaba a los judíos porque se odiaba a sí mismo en virtud de sus propios genes semitas, tan denigrados ancestralmente.