Bueno, también podemos intentar “ver” cómo somos nosotros, desde los planteamientos expuestos. Lo intentaré, partiendo de la base que no es más que una mera especulación mía, sin haberla leído en ningún sitio y admitiendo sólo una posible limitada validez explicativa, por no decir errónea.
- “No debemos esperar nada de los demás, con lo que no nos expondremos a la decepción si no cumplen lo esperado”.
- “Cada uno es como es, y no como los demás quieren que sea”.
Ambos planteamientos son lo mismo, nuestras expectativas sobre los demás y las de los demás sobre nosotros.
Bien, probemos a ver esto desde otra perspectiva: desde nosotros para con nosotros mismos.
- Somos como somos y no como una parte de nosotros quiere que seamos.
- Una parte de nosotros “espera” que seamos de determinada manera.
Resulta muy común oir que uno no está a gusto consigo mismo, que sabe cómo debería actuar pero no acaba de conseguirlo, mucha gente adolece de falta de autoestima, afectos encontrados y contradictorios de uno respecto a sí mismo,……..
Es posible que una parte de nosotros se haya formado un yo ideal, que sea el que se ha convertido como juez de nuestro yo real. Así, cuando las acciones, los pensamientos y los sentimientos del real no coinciden con el del ideal, el juicio se resuelve en contra del real, por no haber cumplido las expectativas vertidas sobre él. Y al ser declarado culpable, recibe un castigo, un rechazo,……… se le retira el amor.
¿Podría ser esta la explicación de la falta de autoestima que a veces experimentamos?. ¿La base de la incongruencia interior?.
Veámoslo con algunos ejemplos, por si nos sirve de ayuda:
- Te gusta el orden, al menos como concepto, e intentas ser lo más ordenado posible. Dia D, Hora H: acabas de limpiarte los dientes y, justo al ir a salir del baño, te das cuenta que has dejado el tubo de pasta de dientes sin tapar. Algo dentro de ti lo detecta y en fracciones de segundo sientes que deberías dejarlo cerrado. Pero al final no lo haces, porque otra parte de ti dice “Bah!!, ya lo haré”. Y te quedas mal.
Lo que crees que debes de hacer no se ha correspondido con lo que has hecho. Así que ya has metido una incongruencia en tu vida, o dicho de otro modo, una expectativa sobre el cómo deberías ser, se ha visto decepcionada con el cómo has actuado realmente, y el hilo afectivo que hace de ligazón entre todas tus partes, se resiente.
En este caso, está claro que es simplemente un acto de pereza. Y la solución ya se sabe, contra la pereza, diligencia. Si te das cuenta que el tapón no lo has colocado, no te marches del cuarto de baño sin cerrar el tubo de pasta de dientes. Venciendo la pereza habrás ganado coherencia respecto a ti mismo, y lo esperado con lo obtenido coincidirán. En este caso, el yo ideal es el ideal, mientras que el real exige autoobservación y una rígida disciplina, pues no obedece más que a un defecto de hábitos como es la pereza, a una tendencia al reposo como organismo.
- Otras expectativas no cumplidas, provenientes del yo ideal, pueden tener que ver con la creencia que debemos ser “especiales”. En una reunión ser los más simpáticos, agradables, originales e inteligentes, por poner un ejemplo. O en el trabajo ser los que más brillemos o los más competentes, por poner otro. Y cuando cometes errores en esos sentidos, te reprochas la no consecución del nivel previamente establecido. Más de lo mismo: juicio entre una parte de ti y la otra, con veredicto “culpable” y, una vez más, pasas a dejar de quererte por una parte castiga a la otra al no haber cumplido las expectativas que se supone debía cumplir.
Aquí no hay tapón que roscar, sino otro trabajo diferente. Aceptarse del modo en que se es. Es posible que puedas ganar algo en habilidades sociales y a lo mejor hasta conveniente, por seguir con el ejemplo. Pero siempre desde la base de la propia aceptación: no tienes que alcanzar un patrón ideal, valorado por nadie, y menos por ti. Tus valores tal vez sean ficticios. Aceptarse como se es, es haberse creído que se es especial, sin que esto represente serlo más que nadie. Tu peculiaridad es única, pero aún no te lo has creído. Sigues buscando modelos y patrones exteriores a los que parecerte, sin darte cuenta que nunca serás como nadie, porque eres único. No te hace falta ser el mejor, el más simpático, el más competente, ya que en la naturaleza a todo hay quién gane, y nunca serás el mejor en todo. Pero sí puedes ser el mejor de ti mismo.
- Por último, y consecuencia de lo anterior, el sentido de la perfección que nos fabricamos.
Si estoy triste, estoy triste y no pasa nada. No hay tormenta que cien años dure, así que seguro que pasará. Pero si me he puesto triste, no puedo juzgarme y condenarme por ello. No debo de creer que la tristeza no ha de formar parte de mi forma de ser.
Me equivoco y más de lo mismo. ¿por qué me reprocho haber fallado?. ¿Es que acaso aún seguimos pensando que somos perfectos?. Aceptar esa imperfección con el cariño que supone descubrirte a través de ella, es ya superarla. Y no andar autoflagelándose por haber fallado cuando, nosotros que ya deberíamos ser perfectos, no nos podemos permitir errar.
Experimentas sentimientos que se suponen no esperables. Y te sientes culpable con ello. Más de lo mismo: una parte de ti se ha fabricado un yo ideal, mientras que el real va por otra parte. Lo ignoras y desprecias porque no cumple las expectativas vertidas sobre él. Y ya tienes el conflicto interno entre las manos, la pérdida de autoestima como compañera y la ausencia del amor hacia ti mismo se ha hecho presente.
Es cómo lo siento y por esto lo expongo. Ayer, por ejemplo, fue un día de éstos, en los que desde primera hora de la mañana te sientes vulnerable, más susceptible, más débil. Y algunas circunstancias del entorno precisamente vinieron como a hacer leña del árbol caído, ni preparadas a conciencia. Experimenté la tendencia a ese desánimo, proveniente de la incongruencia entre cómo me sentía y cómo creía que me debía sentir. Y en cuanto me dí cuenta, reflexioné como he expuesto y todo se hizo paz en mi interior, sin que por ello recuperara plenamente la alegría propia de otros momentos. Son cosas diferentes. Al menos pude seguir en armonía y paz conmigo mismo, sin rupturas internas.
Lo dejo por si puede servir de ayuda, aunque cada uno es un mundo, ya lo sabemos.