EL DUELO. CÓMO AFRONTAR LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO
By Ana Muñoz
Afrontar la pérdida de un ser querido puede ser una de las experiencias más duras que viva una persona. Tras la muerte comienza lo que se llama el proceso de duelo, una etapa larga y dolorosa que es necesario atravesar para procesar lo sucedido, aceptarlo y poder seguir adelante con la vida.
Duelo normal y duelo patológico
Aunque el duelo es un proceso normal, a veces puede complicarse, dando lugar a un duelo patológico, de manera que las reacciones normales, como sentir ansiedad o sentirse deprimido pueden llegar a convertirse en desesperación, depresión clínica, sensación de indefensión frente a la vida, trastornos de ansiedad, como ansiedad generalizada, y pensamientos obsesivos.
Entre el 10% y el 34% de los dolientes desarrolla un duelo patológico. Las personas viudas tienen un 50% más de probabilidades de morir durante el primer año tras la pérdida (principalmente a causa de suicidio y eventos cardiacos).
La diferencia entre duelo normal y patológico está en la intensidad y duración del proceso. Así mismo, cuando el duelo no aparece tras el fallecimiento o a los pocos días sino que se retrasa semanas o meses o no llega a aparecer o cuando se niega el fallecimiento de la persona amada, entonces se trata de un duelo patológico. El duelo normal no requiere terapia mientras que el patológico sí.
El apoyo de otras personas puede ser de gran ayuda pero también puede suceder que los demás agraven el problema cuando esperan que el doliente lo supere con demasiada rapidez o cuando intentan que se distraiga y evite el contacto con el dolor y las lágrimas. Esto hace que el proceso de duelo normal no pueda seguir bien su curso y resolverse.
El proceso de duelo
Como decía antes, el duelo es un proceso normal que sigue a la pérdida de un ser querido y que se desarrolla a lo largo del tiempo. Es decir, no es algo que se resuelva con rapidez y el tiempo requerido puede variar mucho de una persona a otra, aunque en general suele durar uno o dos años. Aunque aquí nos centramos en la pérdida de un ser querido, el duelo puede apareces al perder también alguna cosa importante, como un trabajo, una relación, etc.
Tratar de evitar el dolor o realizar muchas actividades todo el día para no pensar en lo sucedido, puede llevar al bloqueo del duelo.
Dado que cada persona es diferente, cada uno experimentará el duelo de modos distintos, en función de su propia forma de ser. Entre los síntomas típicos del duelo se encuentran: tristeza, llanto, agotamiento, sensación de ahogo, falta de ilusión, insomnio o hipersomnia, síntomas somáticos.
Aunque algunos autores han hablado de fases que atraviesa una persona en proceso de duelo, parece ser más acertado definir el proceso en función de las diversas tareas que una persona debe realizar para resolverlo con éxito. A veces, se produce un bloqueo de estas tareas, de manera que la persona no llega a realizarlas, prolongando así el proceso de duelo. Estas tareas son las siguientes:
1. Asumir la realidad de la pérdida. Esta tarea implica no solo reconocer que la otra persona ya no está sino también todo lo que se ha perdido con ella, en función de lo que esa persona significaba para ti. Por ejemplo, puedes haber perdido a tu pareja pero quizás también a tu mejor amigo o tu único apoyo en los momentos duros, la madre o padre de tus hijos, etc.
Cuando esta tarea se bloquea, la persona puede, por ejemplo, hablar del fallecido en presente y no en pasado, conservar absolutamente todas sus cosas sin tocarlas o dejar su habitación tal y como estaba (como si fuera a volver en cualquier momento) durante mucho tiempo o retirar todas sus cosas enseguida como si nunca hubiera existido.
El bloqueo de esta tarea también se muestra a veces cuando la persona fantasea imaginando acontecimientos alternativos que habrían tenido como resultado que su ser querido siguiera vivo; por ejemplo, imagina lo que habría pasado si no hubiera salido de casa la tarde en que tuvo el accidente. Cada vez que te implicas en estas fantasías, el proceso de duelo vuelve a comenzar desde el principio.
También está negando la muerte la persona que dice que siente o escucha o incluso ve al fallecido, como si de alguna manera siguiera ahí, o recurre a médiums para comunicarse con él o ella. Aunque en los primeros días o semanas estas sensaciones pueden ser normales, si se mantienen en el tiempo indicarían un duelo patológico.
Para realizar esta tarea sirve de ayuda hablar de la muerte del ser querido, contar como sucedió, cuándo, etc.
2. Elaborar las emociones relacionadas con el duelo. Para hacer esto es necesario sentir todas las emociones, no evitar el dolor ni tratar de distraerse para no sentir. El duelo puede implicar emociones muy diversas: tristeza, pena, vacío, enfado, culpa… La sensación de vacío puede sentirse cuando una persona está aceptando la muerte del ser querido y siente su ausencia. El enfado puede dirigirse al fallecido, por haberse marchado, o enfadarse por la injusticia que considera que es la muerte. A veces se sienten culpables como un modo de controlar lo sucedido, de darle sentido y encontrar una respuesta pensando “murió por mi culpa” o se sienten culpables por alguna discusión con el fallecido, etc. También pueden sentir ansiedad debido a la sensación de abandono, por haberse quedado solos, porque tienen miedo a la vida sin el apoyo de esa persona, por lo que va a pasar ahora…
Es importante poder expresar todas estas emociones, incluso aquellas que los demás consideren irracionales, como culparse por la muerte de alguien cuando fue claramente un accidente.
A menudo, la experiencia de la pérdida no encaja con las ideas y esquemas mentales de una persona; es decir, es como si no pudiera ser posible que le pase algo así, como si hubiera sucedido un imposible que no tiene sentido alguno. Prestando atención a tus emociones, tus ideas, tus pensamientos y hablando de ellos es como logras integrar esta experiencia en tu vida y dejar de percibirla como algo irreal que rompe todos tus esquemas y te deja en un estado de perplejidad y miedo.
Para poder realizar esta tarea te servirá de ayuda hablar de tu relación con el fallecido, de lo que más añoras y lo que menos de vuestra relación, ver fotografías y comentarlas con alguien, etc.
A veces, puede suceder que una persona se siente aún peor un tiempo después de la muerte de su ser querido. Esto se debe a que es más consciente de lo que ha perdido y siente el dolor con más intensidad. Por tanto, es un avance en el proceso de duelo.
Para no bloquearte en esta tarea:
-No te centres en recordar solo lo bueno e idealizar al fallecido, sino en recordarlo de manera realista.
-No tengas miedo a tus emociones, siéntelas cuando aparezcan sin huir de ellas, ponles nombre, reconoce que están ahí.
Cuando el duelo se complica a este nivel, las emociones normales que se han descrito pueden convertirse en emociones más graves como desesperación, aislamiento, depresión mayor o trastornos de ansiedad. Si este es tu caso, busca la ayuda de un psicólogo.
3. Aprender a vivir sin la persona fallecida. Tras la muerte de un ser querido, como un cónyuge o pareja, el mundo puede convertirse en un lugar muy diferente al que hay que ajustarse. Por lo general, esta tarea se empieza a resolver a partir de los tres meses de la muerte del ser querido, aproximadamente.
Es necesario identificar las tareas de las que se ocupaba el fallecido y que ahora tendrás que asumir, así como identificar los cambios que su muerte traen a tu vida. Algunas veces, no somos conscientes de las tareas de las que se ha estado ocupando la otra persona o incluso de que estas tareas existían y puedes encontrarte con que no sabes cómo hacer ciertas cosas de las que se encargaba tu pareja, de manera que tu autoestima se ve dañada. Por tanto, necesitarás aprender a asumir estas tareas. Poco a poco, tu autoestima y autoimagen se verán reforzadas al verte capaz de hacer cosas que antes nunca habías hecho y que incluso te parecían demasiado complicadas.
Así mismo, la situación personal también puede cambiar. Puedes pasar de estar en pareja a estar solo, perder a un amigo y confidente fundamental en tu vida, perder ingresos o estatus, etc. Por ejemplo, un estudiante universitario que pierde a sus padres puede que no pueda continuar sus estudios y tenga que empezar a trabajar, de modo que su situación personal cambia bruscamente.
Si una persona se bloquea en esta tarea, no es capaz de adaptarse a la nueva situación, no aprende nuevas habilidades, se aísla y evita afrontar las exigencias de la vida.
4. Recolocar emocionalmente al fallecido. Implica crear una relación nueva y personal con el recuerdo de esa persona, sin renegar de sus recuerdos ni colocarlo en un pedestal. Aunque al principio el recuerdo está siempre presente, invadiendo toda la mente del doliente, poco a poco es capaz de ordenar mejor estos recuerdos para poder estar también en el presente. Para poder realizar esta tarea es necesario haber resuelto antes las anteriores (cuando se ha asimilado la muerte, se ha afrontado el dolor y otras emociones y se ha adaptado a su nueva vida).
Recolocar emocionalmente al fallecido permite seguir adelante con la vida, implicarse otra vez en actividades y hacer planes para el futuro. Puedes recordar al ser querido sin dolor e incluso compartir anécdotas divertidas de cuando estabais juntos, amar a otras personas, formar una nueva relación, tener ilusiones nuevas…
A veces, esta tarea queda sin resolver y el dolor no acaba de desaparecer del todo, arrastrándolo durante muchos años. Esto no tiene por qué ser así. El dolor de la pérdida puede superarse por completo. Si no es así, es importante acudir a un psicólogo que pueda ayudarte en este proceso.
En general, el duelo es una profunda crisis que lleva a muchas personas a hacer un repaso de su identidad y a reconstruirse de algún modo diferente. Es, por tanto, un proceso que puede traer consigo un crecimiento personal. Tras superar el proceso de duelo, muchas personas dicen sentirse más humanas, compresivas y sensibles con el dolor y los problemas de los demás. Sus prioridades y valores pueden haber cambiado y se sienten más ricos interiormente.