SI NO SABES QUÉ TE PASA, ESCRÍBELO.
En mi opinión, muchas personas, y sin saberlo, estamos muy condicionados por un mandato que el Análisis Transaccional denomina NO PIENSES.
Resumiendo mucho, el mandato –que es una orden inconsciente a la que obedecemos ciegamente pero sin ser conscientes de que lo hacemos- se ha podido instaurar en nosotros porque nuestros padres o educadores no nos alentaban a pensar por nuestra cuenta, o nos restregaban con alevosía nuestros errores, o no nos dejaban hacer cosas porque éramos “torpes”, y con esas actitudes nos hicieron ver que era mucho mejor que no pensáramos por nuestra cuenta porque, era evidente –en su opinión- que no sabíamos pensar o lo hacíamos mal.
Hay un agravante: generalmente no sabemos pensar, es verdad, y llamamos pensar a voltear las ideas una y otra vez sin clarificarlas, a estancarnos en una y no seguir adelante, a hacerlo desde el pesimismo de creer que no encontraremos la solución adecuada con la desventaja de que tampoco tenemos mucha confianza en nosotros mismos ni en la certidumbre de nuestras opiniones, y, en otros casos, por mucho que queramos pensar en una sola cosa se nos entremeten otros pensamientos que se consideran prioritarios pero que en realidad son boicoteadores natos.
Yo, que he tenido un NO PIENSES por bandera, muy marcado, muy dominante, y que aún arrastro los últimos coletazos de su influencia, encontré un truco para escapar de su dictadura. No tiene por qué ser útil para todos, pero he comprobado que es muy eficaz para muchas personas.
Yo no pienso. Escribo.
Nunca escribo con un guión prefijado, porque eso me obligaría a tener que pensar previamente, así que escribo y escribo y, curiosamente, mi mente no interpreta que estoy pensando sino que estoy escribiendo, y me aporta ideas y más ideas. Colabora conmigo.
A mí me funciona. Tal vez a ti te sirva, o tal vez tengas que averiguar cómo hacer para que tu pensamiento se convierta en tu aliado. Recuerda que es otro elemento del cuerpo a tu servicio, como la mano o la mirada, y que como éstas te tiene que obedecer. Conviene hacérselo saber así al pensamiento, y eso se logra haciéndole pensar desde una actitud consciente de que es uno quien piensa y no quien es pensado; de que uno controla todo el proceso y lo que va apareciendo durante el proceso, y no quien da el visto bueno final creyendo que los pensamientos elaborados en la mente son pensamientos propios.
Es interesante ser conscientes de estar presentes y atentos durante todo el proceso de pensamiento. Controlar. Mandar. No dejar en libertad al pensamiento para que sea él quien piense porque salvo que esté muy descondicionado –caso bastante improbable- a todo lo que nos presente le habrá añadido sus dudas, sus temores, y sus errores.
Piensa desde sus turbaciones, desde su inseguridad, desde la intención de encontrar una respuesta cualquiera y exponerla como buena –porque pensar en asuntos incómodos no le hace gracia y prefiere estar descansando-, o aportará una respuesta aséptica y tibia, de compromiso, en la que no se involucrará porque sabe que si no es acertada después viene un proceso de auto-reproches –irónicamente, serán por parte del pensador que no ha pensado- y padecerá un mal humor que tendrá que soportar.
Una sugerencia: cuando se escriba es mejor hacerlo todo seguido, tal como brote, sin entretenerse en dónde van las comas, o si hay otra palabra más bonita para decir lo mismo, o si se escribe con b o con v. Es mejor no cortar el flujo de ideas o sensaciones cuando se producen, porque pueden desaparecer si se distrae uno.
Escribir todo tal como salga, sin filtros y sin censurar nada –a fin de cuentas no lo va a leer nadie más-, aunque suene a auténtico disparate mientras se está pensando –al terminar de escribir comprobaremos si es un disparate o si es una gran verdad que ha conseguido escapar intacta sin que la reprensión la decapite-, aunque no se le encuentre lógica. De esa “Tormenta de ideas” puede salir la adecuada.
Si no sabes qué te pasa, escríbelo. Tal vez así lo averigües.
