UNO NO DEBE DEPENDER DE LAS CIRCUNSTANCIAS
En mi opinión, le damos excesiva importancia a algunas de las cosas que nos pasan.
Hacemos un mundo de ellas, las sobrevaloramos, las vemos sólo desde el momento de confusión o dolor que nos provocan y con ello perdemos toda la objetividad que sería nuestra mejor aliada en esos momentos.
Sí, ya lo sé. Cuando uno está inmerso en esos vaivenes sentimentales, en esos conflictos personales, o en esa cosa que no ha salido como se deseaba, no está para sermones ni para racionalizar y actuar con lógica.
Es lo que tienen los sentimientos y las emociones incómodas, que no respetan a la serenidad y se dedican a alborotar y a descentrar. Son así. Y hay que dejarles que lo sean…pero sólo en cierta medida y hasta cierto punto. No es necesario recrearse en ello, ni estancarse en ello, ni darle a nuestra parte masoquista todo lo que pida.
Es más interesante, y más beneficioso para nosotros, sacar rápidamente el aprendizaje que nos aporta esa situación incómoda que estamos atravesando y pasar pronto, y con valentía, a la solución.
Para resolver un problema con más facilidad es conveniente desapegarse de él, salirse del caos en que nos envuelve, verlo desde fuera y, preferiblemente, con mucha ecuanimidad. A muchas personas les ayuda imaginar que es algo que le está pasando a otra persona ya que, viéndolo de ese modo –sin implicarse de ningún modo-, les resulta más sencillo verlo con objetividad en su auténtica dimensión.
Porque ese es otro asunto: cuando uno está metido en un problema todo son pegas, todo está mal, uno es el más desgraciado del mundo y la víctima preferida de todos los males del destino, todo es una mierda… cuando en realidad –y no me refiero a los asuntos extremadamente graves- las cosas no son tan malas como parecen en ese momento. Todos hemos vivido la experiencia de revisar algo que nos pasó hace meses o años, que entonces nos pareció gravísimo, y resulta que pasado el tiempo, y ya visto desde fuera, no era tan grave. Hasta el punto de que uno mismo llega a mostrar una sonrisa de compasión al darse cuenta, y se dice a sí mismo–sin palabras- que se lo tomó demasiado en serio, con excesiva gravedad, y que no era para tanto.
Sería conveniente estar preparado para que las cosas no salgan siempre como uno desea. A fin de cuentas, según el índice de probabilidades, sólo hay una forma u opción de hacer las cosas bien y hay millones de formas de hacerlo mal…
Está muy bien y es muy recomendable tener tolerancia a la frustración. No podemos tener y poseer todo, no puede salir todo a nuestro gusto, no están el Cielo y el destino pendientes de nosotros, ni todos los angelitos atentos a cuidarnos y a resolver nuestros asuntos. Las cosas pueden suceder de un modo distinto al que deseamos. Y ya está. Hay que aceptarlo sin hacer un drama por ello.
Aunque hay cosas que si no salen bien es por una falta de planificación adecuada, por falta de medios, por falta de preparación personal, por imposibilidad real, o por otros motivos en los que uno tiene algo que ver. En esos casos, se aprende de lo que no se ha hecho bien y se vuelve a hacer de nuevo y bien.
Otras cosas, en cambio, no dependen de nosotros y en esos casos la tolerancia ha de ser mayor y la frustración hay que rebajarla de nivel hasta que se quede en un inocuo contratiempo, para que se rebaje la tensión y el daño. Si realmente no dependen de nosotros no debemos culpabilizarnos por ello.
Es bueno aprender a renunciar a las cosas que no pueden ser. Si no es posible, no ha de pasar nada. Hay que desdramatizarlo. Hay que aceptar que es así y no hay que estancarse en la rabia.
Quien sabe renunciar con facilidad, está más cerca de la felicidad.
Las circunstancias están ahí, no siempre dependen de nosotros, no siempre se pueden controlar, y lo mismo que unas veces nos son favorables en otras ocasiones parece que no lo son.
Lo que no es acertado es dejarse gobernar por ellas, estar a su merced, que nuestra estima y nuestro estado de ánimo o bienestar dependan de ellas. Hay que aprender a mandar sobre ellas. Y hay que hacerlo. Hay que despojarlas de una autoridad que no tienen y de un poder que se les ha consentido inconscientemente pero ahora hay que retirárselo conscientemente.
Uno ha de mandar en su vida y no quedar a merced de lo que le pase.
Todas las cosas del mundo tienen exclusivamente la importancia que uno les quiera dar.
Y uno tiene el poder de hacer que sean tremendas, inocuas, aceptables… o maravillosas.
Te dejo con tus reflexiones…