AQUÍ Y AHORA
“La vida no es mañana; el amor no es mañana; lo trascendental nunca es mañana. Siempre es ahora, siempre es aquí. Cada minuto, irrepetible, exige su plenitud y su canción.”
(Antonio Gala)
En mi opinión, nos ponemos grandilocuentes cada vez que hablamos de aquí y ahora… ¡como si supiéramos lo que eso significa!
¿Lo sabemos?
¡Pero si no puede ser más fácil!
“Aquí” es donde estoy, el sitio desde el que estoy hablando.
Y “ahora”, es este momento, a esta hora, en este mismo instante, ni ayer ni mañana.
En realidad sobra el aquí porque ya va implícito en el ahora. Y viceversa.
En realidad no hay un “ahora” si no hay un “aquí” donde situar ese “ahora”. Y “aquí” necesita un “ahora” para ser; si no hay un “ahora” no se puede estar “aquí”. Y todo esto no es un juego de palabras.
Otra cosa es lo que hacemos con ello, porque, estemos en la parte del mundo que estemos, y sea la hora que sea, siempre se acierta al decir “aquí y ahora”.
Nos estamos perdiendo una parte importante de la vida si no somos absolutamente conscientes de ello, por lo menos de vez en cuando al principio pero tratando de que sea cada vez más a menudo hasta que se convierta en constante.
Para tomar consciencia de ello, al principio sirven trucos sencillos como el de pararse cada cierto tiempo (y si hace falta se pone una alarma en el reloj o en el teléfono móvil para que suene cada diez minutos) y separarse de lo que se esté haciendo, aislarse simbólicamente del mundo y entrar dentro de uno, en el Uno Mismo, para decir algo como: “Soy yo”, o “Estoy aquí”, o “Estoy vivo”.
Mejor si se acompaña de cualquiera de los sentidos. Si se toca algo, eso confirma la sensación de estar aquí y estar ahora y estar vivo. Si haces unas cuantas respiraciones completas, mejor. Y si miras a tu alrededor como si vieses el mundo por primera vez, mejor todavía.
Lo importante es separarse de la rutina en la que te encuentres para verlo distinto, con consciencia.
Otra cosa que resulta bien es mirarse en un espejo, preferiblemente a los ojos –es uno de los ejercicios más difíciles que existen…-. Si se puede sonreír a quien nos devuelve nuestra propia mirada, mejor. Y si la sonrisa es sincera, aún mejor. Y si se puede mantener la mirada y se puede escuchar lo que siente o lo que piensa quien nos está mirando, todavía mejor.
Tocarse también está bien. Acariciarse los brazos (¿Abrazan tanto como crees que tendrían que abrazar?). Tomar conciencia del vientre (Y de los órganos que hay dentro). De las arrugas, quien las tenga (Que son la garantía de que se ha vivido). De las manos (¿Cuántas cosas han tocado estas manos?)
Y después de hacer cualquiera de las cosas sugeridas, volver a uno, aquí y ahora.
Estoy.
Estoy vivo.
Estoy es la vida.
Esto es la vida.
Vivo.
Estoy aquí.
La vida me pertenece.
Respiro.
Puedo ver, puedo oír.
Ahora estoy pendiente de mí.
Me acompaño a todos los sitios.
Estoy a todas horas conmigo, pero no soy muy consciente de ello.
Si me pongo a pensar en mi pasado, tengo la sensación de que no he vivido una gran parte de mi vida. Me falta algo.
He vivido como un autómata.
Parece que sólo han dejado huella en mí las cosas un poco extremas: mucha felicidad y mucho dolor.
Estuve en todos los minutos, pero… ¿De qué los he llenado?
¿Podría poner más plenitud a este presente y a los próximos?
¿Eso es lo que quiere decir “aquí y ahora”?
¿Estar con la consciencia plena y atenta?
Respiro.
Yo.
Soy yo quien respira.
Eso quiere decir que estoy aquí y ahora.
Siento mi vida y siento que estoy vivo.
No aplazo esta consciencia.
No me pierdo el placer de saberme Yo y sentirme Yo.
Estoy aquí y ahora.
Y comprender esto es, casi casi casi, el todo.
Te dejo con tus reflexiones…