Cuando nacemos, y cuando nos encaminamos hacia la madurez, vivir aparenta ser un continuo ganar: ganamos experiencia, vivencias, conocimientos, amor, amistades…
A partir de cierta edad, que no es la misma para todos, la balanza se va hacia el otro extremo y aparenta que comenzamos un continuo perder.
Perdemos salud, agilidad, memoria, y vista; perdemos la ilusiones, la confianza –sobre todo en nuestro cuerpo y mente-, familiares y amigos, sueños, ilusiones; perdemos en general, perdemos de todo… y perdemos la vida.
Ya la veníamos perdiendo desde antes, pero como nos parecía que teníamos tanta por delante –es la mentira primordial que nos creemos- no habíamos reparado en ello.
Tenemos que acostumbrarnos a perder como parte inevitable de vivir.
Lo único que no debemos perder, bajo ningún concepto, es a nosotros mismos.
El amor y nuestro cuidado –que han de ser hasta el último día-, la sonrisa y el optimismo –imprescindibles para seguir bien hacia adelante-, la confianza y la esperanza, la luz, y la fe... son cosas que no deberíamos apartar de nosotros en ningún instante.
No se trata solamente de aprender a desapegarnos de las cosas, sino a evitar la mala costumbre de apegarnos –que ya es un trabajo-, para luego tener que hacer el contrario.
De siempre se ha dicho que no tenemos a las cosas, que son ellas las que nos tienen.
Las que poseemos, las poseemos solamente durante el efímero paso por este mundo. Nos pertenecen, si acaso, temporalmente.
Es más bien un préstamo que nos empeñamos en no querer devolver.
Nos agarramos a ello… le ponemos delante “mi”, o le ponemos detrás “mío”, y ya con eso nos creemos con un poco de poder… el poder de poseer… la mentira ilustre que calma y acalla nuestra ambición.
Tener… esa es la gran mentira que nos contamos.
“No tener”, es más grande.
Pasar sin sentirse atado a una posesión que nos esclaviza de algún modo, es de sensatos y de sabios.
Algún día nos iremos de aquí y sólo nos llevaremos nada… será el instante de la pérdida absoluta –o de la ganancia absoluta, según como se mire-, y será bueno ir preparándose para ese momento, para que no tengamos que preocuparnos en los días finales por lo que no podremos disfrutar más.