EL SUFRIMIENTO II
(13 de Febrero. Me han regalado un pájaro)
Un pájaro miraba como pasaba la vida
desde la rama prestada que era su punto de vista.
Desde allí,
ajeno y distante,
sus sentimientos hibernando en otra parte,
veía cómo los malentendidos deban a luz,
aun sin quererlo,
minúsculos sufrimientos que crecían desaforadamente
en cuanto se instalaban en cualquier persona.
Él,
que tenía la curiosidad como motivo de pasatiempo,
seguía el proceso:
veía como cambiaba el tono de los ojos y el mirar de la mirada,
como se iba metiendo hacia dentro la persona,
metiéndose hacia dentro siendo tragado por el sufrimiento,
devorado,
engordándose el sufrimiento alimentado de sí mismo.
El sufrimiento
-inhumano, aun siendo humano-
cercena los horizontes y asola los futuros;
pone un espejo que impide ver más allá de uno mismo,
y las cosas, al revés.
El sufrimiento, dictador, derrocador, mal agüero,
domina las tenebrosidades con maestría en el arte de las confusiones; domina con amplitud el vocabulario de infelicidades;
es experto en aquello que crea miedo,
desolación,
rabia,
angustia,
pesimismo…
El sufrimiento,
enemigo por oficio,
se cree con derecho a instalarse a traición en la gente.
Cuando buscamos vivirlo,
él debería huir a donde ya sabe.
Debería alejarse y no contestar,
esconderse tras cualquier luz,
porque ahí no se nos ocurrirá buscarlo,
y tapar sus oídos a nuestras llamadas lastimeras y confundidas.
Nos equivocamos de santo al invocarle.
Llamamos al fuego para que venga a apagarlo,
y él,
servicial,
nos recoge en su falso mullido,
en su consuelo extraño,
en su derrota a domicilio.
La experimentación es el sufrimiento bien entendido.
Deberíamos desconformarnos
con las maneras de ser que nos han servido durante un tiempo,
tirarlas como se tira una colilla,
renunciar a su dictadura de rutina,
y ver con los ojos de ver.
Y sería la mejor idea.
Francisco de Sales