EL AMOR CONSIGUE MÁS QUE LA FURIA
En mi opinión, el amor consigue más cosas –y de un modo más amable- que la ira.
Digo esto porque observo que muchos de los Procesos de Desarrollo Personal que he conocido comienzan a partir de una situación en la que uno lleva ya mucho tiempo a disgusto consigo mismo por su forma de ser, por su pasividad o inoperancia, por su falta de atendimiento a su Ser o su Espiritualidad, porque se da cuenta de que repite siempre una serie de modelos que claramente le son perjudiciales, porque ve que está desperdiciando la vida mientras que algo desde dentro le recrimina porque no está haciendo algo que intuye que tiene que hacer…
Lo que tienen en común casi todos los arranques es que comienzan desde la rabia, desde el desamor y la desatención, en algunos casos desde un odio hacia sí mismo, o desde una rabiosa intolerancia porque ya no se soporta más.
Raramente comienzan desde una reflexión sensata y amorosa en que uno es consciente de la maravilla que es eso de poder comenzar de nuevo, o desde el darse cuenta de las posibilidades casi infinitas de Crecimiento Personal, o desde el amor propio –amor a sí mismo- en que uno se desea lo mejor para sí mismo y está dispuesto a ofrecérselo con todo el cariño.
Cada persona y en cada momento está siendo víctima o beneficiaria de sus virtudes y defectos, de su consciencia y su torpeza, de su claridad y su confusión, de sus miedos y sus momentos de heroicidad, de sus facultades y sus limitaciones.
Cuando uno se da cuenta de las cosas suyas que entran en el cajón de LO BUENO se siente satisfecho, casi orgulloso, discretamente feliz, y sonríe aunque no quiera.
Cuando uno se da cuenta de todas las cosas que tiene que poner inevitablemente en el cajón de LO MALO lo hace desde el disgusto, con una cara que claramente demuestra el malestar que siente hacia sí mismo, con un silencio cargado de reproches, con una rabia que se escapa por todos sus poros.
Quien está en el Proceso de Desarrollo Personal ya sabe que el enojo consigo mismo es contraproducente porque no aporta algo positivo, sino todo lo contrario.
Uno ha de ser siempre, en todas las circunstancias, su mejor aliado.
No es una insensatez, ni una ñoñez, tratarse con delicadeza, con cuidado y mimo, acunándose, comprendiéndose y por lo tanto aceptándose y perdonándose cada uno de sus desaciertos.
Lo congruente y adecuado es acogerse amorosamente tras cada equivocación, tras cada fallo en que uno se descubra, sonreírse sin rencor, decirse “me equivoqué” sin añadir un reproche, proponerse sinceramente un acto de enmienda que diga “la próxima vez estaré más atento, seré más reflexivo, pondré todo mi empeño y lo haré mejor”. Esta actitud es mucho más satisfactoria y enriquecedora que las desaprobaciones y reprimendas.
Pensar o sentir que uno es imbécil, el rey de las torpezas, que nunca aprende y que siempre se tropieza con la misma jodida piedra, crea una relación muy tensa y nada amigable entre uno y uno mismo.
Si uno y uno mismo no se dan la mano no pueden ir de la mano.
Así que lo sensato, lo positivo, es ponerse a favor de uno mismo, colaborar amistosa y amorosamente, ser consciente de que en el Camino es imprescindible la ayuda de cada célula, de cada pensamiento, de cada intención o actitud. Que uno se necesita con todo y del todo a su lado.
No es posible un cambio cuando se impone con dura exigencia. El temor no es buen amigo en el Camino. Las reprimendas y las represiones en vez de ayudar entorpecen.
El amor, el amor propio, el amor a uno mismo, consigue más que la furia.
Te dejo con tus reflexiones…