LA SOLUCIÓN ES BUSCAR UNA SOLUCIÓN
En mi opinión, algunas cosas son absolutamente elementales, tan elementales que aparentan ser casi un insulto a la inteligencia, pero la verdad es que en demasiadas ocasiones lo evidente no se ve tan evidentemente.
He escuchado muchísimas veces a personas que están inmersas en un problema –a los “problemas” no hay que llamarles problemas, sino “asuntos pendientes de resolver”- cómo se lamentan, cómo se quejan insistentemente, y casi se regodean en su sufrimiento y malestar porque no encuentran solución a sus “problemas”. Los padecen pero no los resuelven. No hacen otra cosa más que padecerlos.
Los asuntos pendientes de resolver se les atragantan, les anulan en su capacidad pensativa, les borran todo lo que tienen dentro del cerebro, inutilizan la mente, y no les dejan dar un paso que sobrepase la lastimera queja.
Muchos otros se resignan y rinden, entregan su voluntad y se conforman con las adversidades, recurren a pésimas y demoledoras frases de auto-consuelo del estilo de “Esto es una prueba que me pone Dios”, “El mundo es un Valle de Lágrimas y aquí se viene a sufrir”, “Será que en otra encarnación me he portado mal y ahora lo estoy pagando”, o con otras que tampoco ayudan a resolver como: “No sé”.
Otros, lo que hacen es esperar a que su suerte cambie, que Dios se apiade de ellos y ponga fin a tan dura prueba, que el futuro –él solo, por sí mismo, cosa imposible- cambie para bien, que el destino les tenga preparado algo bueno a la vuelta de la esquina, o que el porvenir sea más generoso.
Cada uno de estos a los que me refiero se aferra a una razón irrazonable o a una excusa para no hacer lo que hay que hacer: afrontarlos y resolverlos.
Hoy me lo ha dicho así de claro una persona, tan evidente como rotundo: LA SOLUCIÓN ES BUSCAR LA SOLUCIÓN.
Con gran revuelo del resto de las personas que estaban en la charla, que les parecía que eso no podía ser la solución, que la solución tendría que ser algo más complicado, más a la altura de su GRAN y GRAVE PROBLEMA.
Aunque, mientras decían eso, ninguno aportaba una fórmula válida: les parecía más apropiado quedarse cruzados de brazos mientras les caían golpes de la vida por todos lados.
LA SOLUCIÓN ES BUSCAR LA SOLUCIÓN. Y no hay más que decir ni más pegas que poner.
Manos a la obra. A moverse. Es tiempo de dejar aparcado el peso del asunto, y el sentimiento que produce, y enfrentarse a ello directamente, de frente, sin miedo.
SI TIENES MIEDO, HAZLO. AUNQUE SEA CON MIEDO, HAZLO.
Busca una solución: la mejor o la que más se parezca a la mejor. La más adecuada que puedas aportar en este momento. Reflexiona desapasionadamente o pide opinión a otra persona que sea de tu confianza, pero luego toma tú la decisión y responsabilízate de ella.
Busca la solución: No esperes que baje un ángel del Cielo a traértela. No esperes a que se alineen todos los planetas para que te sean favorables. No esperes que todo el mundo cambie para ti. Afróntalo. Resuélvelo.
Tu vida es también tu responsabilidad. Sé responsable.
Sal del estancamiento, de la queja, del lamento, y busca una solución. No lo demoras más. Te estás perjudicando tu solo.
Te dejo con tus reflexiones…