EN LA LUCHA CONTRA UNO MISMO SIEMPRE SE PIERDE
En mi opinión, esa batalla encarnizada que algunos mantienen consigo mismos es una terrible pérdida de tiempo –que es no es “tiempo”: es VIDA- y una pérdida innecesaria de energía, ya que esa guerra es una confrontación lastimosa y lamentable, fratricida, y la más insensata de las reyertas.
Uno siempre tiene que estar a favor de sí mismo y colaborar en todo consigo mismo.
En todo.
Aunque tenga motivos para discutir, una montaña de quejas, y discrepancias que resolver.
En estos casos –cuando uno tiene algún conflicto consigo mismo-, lo más adecuado que uno puede hacer es conciliar todas sus contradicciones, comprender la parte de su humanidad desconcertada y consolarla, aceptar la confusión que le domina y no martirizarse por ello -aunque es conveniente proponerse ponerle remedio-, y evitarse padecer la rabia que todo ello le provoca.
Uno se puede observar y comprobar los sentimientos tan chocados que padece, y los diferentes puntos de vista a los que les llevan su educación y sus condicionamientos, y la falta de una dirección clara en algunos momentos para algunos asuntos, y cómo dentro de sí mismo hay dos tendencias –por lo menos- y cada una quiere ir por un camino distinto.
Esto es habitual. Quien padece estos estragos no es alguien extraordinariamente raro, sino un ser humano más que está tratando de armonizar sus desorientaciones internas, tratando de aclarar sus incongruencias y sus arrebatos, sus emociones desbocadas y sus pensamientos enrevesados.
Pero… lo que nunca se ha de hacer es convertirse en el ejecutor de sí mismo, en el inquisidor brutal, en el más feroz enemigo, o en un desalmado que no se respeta.
Algunas personas, en su relación consigo mismos, hacen una auto-persecución insana, porque se limitan a restregarse todos los errores que hayan podido cometer a lo largo de su vida, o a menospreciarse por el mismo motivo, a compararse directamente con aquellos que sabe que son mejores que él –porque tienen o han tenido otras circunstancias más favorables-, o a manifestar continuamente el malestar o disgusto que le provoca ser como es, pero sin hacer algo de lo necesario para dejar de ser como está siendo.
Uno nace solo –aunque haya alguien más en el parto-, vive solo –aunque comparta su soledad con otra gente- y muere solo –aunque haya gente acompañándole en el trance-.
Toda la vida es una soledad compartida.
Con esta premisa debería ser sencillo comprender que, ya que uno está predestinado a estar consigo mismo en cada instante del día y de la noche, desde su nacimiento hasta que fallezca, es un absurdo innecesario llevarse mal consigo mismo.
Luchar contra uno mismo es perder.
De todos modos, pierdes. Hagas lo que hagas, si es en contra tuya, siempre eres tú el que pierdes.
Si tienes algún conflicto contigo, resuélvelo.
Llega a acuerdos con todos esos yoes opositores o traidores o equivocados que viven en ti.
Firma la paz con tus enemigos internos, y consigue que todos colaboren contigo y a tu favor. A vuestro favor.
Convéncete de que siempre eres tú quien pierde y convence a todo lo que hasta ahora se opone.
Imponte a cualquiera que quiera destruir la alianza que has de pactar contigo mismo para olvidar rencores, reprimendas, frialdad, rechazo, y comenzar una nueva etapa. Es por tu propio bien.
Te dejo con tus reflexiones…