TODOS ESTAMOS CONDICIONADOS
En mi opinión, todos estamos condicionados.
Digo “todos” a pesar de que, por principios, no me gusta utilizar palabras extremas, tajantes, dictatoriales, del estilo de siempre, jamás, nunca, todos, y otras similares.
Pero, aunque sea desagradable, y en muchas ocasiones contraproducente y doloroso, todos estamos restringidos o coartados, y dependientes o supeditados por unas normas o reglas o condiciones o mandatos o prohibiciones o miedos o errores que nos inculcaron durante el tiempo de nuestra educación, cuando éramos niños sin capacidad de discernimiento y acatábamos –con mejor o peor ánimo- lo que nuestros educadores nos decían o mandaban o imponían.
Todos –vuelvo a repetirlo: todos- en mayor o menor medida, siendo más o menos conscientes de ello, estamos afectados porque nos educaron o deseducaron de un modo en que la perfección es imposible ya que son demasiadas cosas las que componen la vida, demasiadas facetas, y nuestros educadores tampoco estaban preparados para hacerlo del modo impecable.
Todos –vuelvo a repetirlo: todos- somos víctimas, más o menos conscientes, de aquello que nos ha afectado a lo largo de nuestra vida por cómo nos atendieron o desatendieron durante nuestra infancia, cómo nos inculcaron unas ideas confundidas o inductivas o retrógradas que nos han perjudicado la vida, y a causa de ello en el día de hoy seguimos arrastrando traumas y equivocaciones fruto de aquellas instrucciones y de aquel modo de criarnos, y es duro sentir cómo parece que tenemos enquistados unos sentimientos o unos sufrimientos -de los que nos cuesta desprendernos- relacionados con situaciones que nos tocaron vivir en aquella época.
Todos estamos condicionados.
Todos tenemos pendiente la tarea de des-condicionarnos, re-hacernos más puros, des-programarnos, crearnos de nuevo, sin esos lastres que tanto nos perjudican, que nos afectan aunque no seamos conscientes.
Todos tenemos que averiguar qué nos duele emocionalmente –con honradez, sin vergüenza ni miedo-, y después comprobar el porqué, y posteriormente tomar la decisión de reconstruirnos de nuevo, del modo que deseemos porque lo consideramos adecuado, del modo que requiere una vida libre de condicionamientos, del modo que uno era en su esencia real antes de que le contaminaran.
Ahora que se han expuesto suficientes argumentos del por qué y suficientes resultados derivados de ello, a los que podemos añadir los propios de cada uno, es el momento en que se ha de tomar una decisión -si no se ha tomado ya- relacionada con poner un punto y aparte, pero ha de ser una decisión libre, por convencimiento, con decisión, no simplemente para tratar de acallar una inquietud que ya se ha manifestado en otras ocasiones, sino desde la voluntad inquebrantable, desde el convencimiento absoluto, desde una certeza irreductible que nos ha de proporcionar la fortaleza para superar los momentos de decaimiento que posiblemente se presentarán.
Tú decides.
Siempre tú decides.
Es tu vida. O tu no vida.
Te dejo con tus reflexiones…