CÓMO ACTUAR ANTE EL SUFRIMIENTO
(Este artículo se refiere al sufrimiento espiritual o emocional, y no al sufrimiento producido por un dolor físico)
En mi opinión, este tipo de sufrimiento se puede llegar a controlar con la mente de modo que uno pueda quedar inafectado ante cualquier evento de su vida, pero… en muchas ocasiones, evitarlos supone perderse la oportunidad de seguir avanzando en el proceso de descubrimiento y autoconocimiento. De todo sufrimiento hay que salir engrandecido.
No sabemos manejarnos bien con las cosas que nos producen sufrimiento. Somos tan sensibles, somos tan humanos, que las cosas que nos duelen nos obnubilan y nos impiden actuar con la conciencia desafectada en los momentos que se presentan.
La tendencia impulsiva natural, actuando como un mecanismo de defensa y supervivencia, trata de sacarnos del sufrimiento evitando –o tratando de evitar- que nos descentre, que nos aflija y atormente, y por eso cuando llega ese momento nos parece que no estamos preparados, y creemos que si lo evitamos no estamos haciendo lo correcto, pero si dejamos que nos venza y nos hunda tampoco estamos haciendo lo correcto.
Lo mismo que se aplica al sufrimiento se puede aplicar a las emociones y los sentimientos: mientras están manifestándose hay que entregarse completamente a ellos, hay que permitir que nos absorban para que nos permitan conocernos en toda nuestra humanidad y nuestro potencial; hay que vivirlos con toda la intensidad que nos aportan, sin tratar de depreciarlos, sin pretender aplazarlos para otro momento (porque cualquier otro momento ya no será igual, ya que todos los momentos son irrepetibles), sin negarlos, sin tratar de aplacarlos o enfriarlos con la razón o la indiferencia.
En mi opinión, cuando se produce, hay que de dejar que se exprese TODO el sufrimiento. TODO.
Es el único modo de conocerlo de verdad, de saber cuál es su límite y el nuestro, y la única manera de sacarle la enseñanza que nos puede aportar en el camino del autoconocimiento.
Reprimir el sufrimiento, cortar su manifestación natural, o negarlo, es contraproducente, porque es privarse de la oportunidad que nos está brindando. Creo que ningún sufrimiento emocional es gratuito. Ninguno se presenta con la exclusiva intención de mortificar, atormentar, o punzar y sin entregar nada a cambio. Ningún sufrimiento es un tormento y suplicio porque sí.
¿Puede influenciar la mente en los sentimientos haciéndoles ver que los que producen sufrimiento no son deseados y por ello son rechazables?
La premisa es que cuando uno está atravesando un momento emocionalmente sufriente no está para escuchar lo que le parecen monsergas. No está para razonar porque el sufrimiento acota su capacidad de razonar ya que se centra casi exclusivamente en esa consternación, y en la razón del origen, y en los sentimientos añadidos de incomprensión o injusticia.
Si los sentimientos pertenecen al corazón y la razón a la mente, están condenados a no entenderse. O, cuanto menos, a hablar diferentes idiomas con diferente ánimo, lo que les condena a la falta de entendimiento. Cada uno se va a encastillar en su postura y no va a querer entender la otra.
La aportación de la mente es esos momentos se ha de limitar a recordarnos que todos los momentos son pasajeros y que conviene aprovechar el estado que se ha producido antes de que se difumine y desaparezca.
Somos humanos. Gran parte de nuestro aprendizaje no pasa por nuestra mente o nuestra memoria, sino que se recibe y se siente en el corazón.
Ciertas cosas solamente podemos aprenderlas –y aprehenderlas- sintiéndolas, sin necesidad de teorización o explicaciones, sin ponerles palabras que intenten explicar lo inexplicable.
Si algo nos duele hay que preguntarse: ¿por qué?, ¿a quién le duele? (¿a la Persona o al ego?), ¿qué sentido tiene este sufrimiento?, ¿me estoy quedando en un sufrimiento inútil?, ¿qué tengo que aprender o qué puedo aprender de esto?, ¿me estoy negando a aprender?, ¿qué me estoy diciendo a mí mismo?, ¿qué me está diciendo mi alma?
Y se pueden añadir cuantas preguntas se nos ocurran. Eso sí, las respuestas son necesarias (atención porque a veces se manifiestan simplemente como un sentimiento, sin palabras).
Y hay que escuchar a las respuestas verdaderas sin descartarlas por ingratas o indeseadas.
Resumiendo: no huyas ante el próximo sufrimiento ni te atrincheres en él.
Obsérvate y aprende.
Te dejo con tus reflexiones…