LA ACEPTACIÓN DE MI REALIDAD ACTUAL
Parece mentira que ya pasados más de quinientos años de la colonización, me sienta ahora igual de sorprendida como aquellos indígenas frente a la maravilla de ver su reflejo ante el espejo, y es que, aunque suene raro, existen muchas maneras de mirarse, y generalmente lo hacemos desprevenidamente y sin ir más allá.
Lo que hacemos al mirarnos al espejo es tratar de que se vea mejor por fuera ese que vemos reflejado, pero lo que nunca llegué a imaginar, es que me pudiera servir para hacerme sentir mejor por dentro.
Aquel que dijo: “los ojos son el espejo del alma”, según mi experiencia, no estaba equivocado. Cuando te miras conscientemente vas más allá del cuerpo, rozando tu esencia poca veces sentida.
Empezar a aceptar mi realidad actual comenzó entonces por mirarme al espejo, y aunque para muchos esto de mirarse en el espejo puede ser algo normal, rutinario y nada complicado, para mí ha sido todo un proceso.
Desde luego que este mirarme del que hablo no era un mirarme desprevenido, ni evasivo, ni mucho menos criticón; era un mirarme distinto, y yo, lamentablemente, no sabía hacerlo de otra manera que no fuera una de esas tres.
Después de tantos años de hacerlo de tan mala forma, ha sido difícil aprender a verme con otros ojos y dejar de mirarme tan superficialmente, y sin asustarme y tratar de huir.
Aprender a aceptar que aquello que veo en el espejo soy yo en este momento, es un trabajo arduo después de toda una vida negando y hasta odiando ese reflejo, que, quiéralo o no, soy yo realmente.
Aprender a mirarme con ojos de cariño, con los mismos ojos de amor con que miro a mi madre, a mis hermanos o a mis sobrinos, me ha costado bastante, aunque parezca increíble, ya que, racionalmente, me considere una buena persona.
Aún sigo trabajando con el espejo, que se ha convertido en una magnifica herramienta en mis procesos más íntimos y personales.
Ahora me sorprendo a mí misma al pasar por delante de uno y sonreírle sinceramente, haciendo un guiño de complicidad a la que veo en el espejo.