LO PERFECTO TAMBIÉN TIENE SU LADO OSCURO
En mi opinión, esa aspiración casi obsesiva con que algunas personas se dedican a la búsqueda de la perfección, para que todo en su vida sea impecable, requiere de un esfuerzo que raramente se ve compensado con el resultado.
A todos nos agrada más el orden que el barullo, y lo magnífico es mejor que lo mediocre, pero… ¿qué precio hay que pagar por un 10 cuando un 9 cuesta la mitad –de trabajo, de esfuerzo, de renuncia o de sufrimiento- y nos puede la misma satisfacción?
¿Es uno mismo, conscientemente, quien aspira a los magnífico o es el ego quien lo pretende? porque si es el ego… estaremos pagando un precio excesivo por contentar al insaciable e inconformista ego.
¿Qué se esconde detrás de esa búsqueda de la perfección?
Puede ser una virtud o puede ser un problema… porque si es un ideal al que se aspira, y esa aspiración está lejos de nuestro alcance, aquello que parecía que nos iba a dar contento al cumplirlo se va a convertir en frustración por no poder cumplirlo.
Las utopías son un cebo atractivo, pero también tienen una parte negativa: la frustración cuando no se alcanzan.
Lo perfecto también tiene una cara B cuando lo perfecto es nada más que una fantasía, un desvarío, una ficción. Somos imperfectos por naturaleza, la perfección –sobre todo cuando es obsesiva- se convierte en una quimera emponzoñada.
El bienestar está muy bien y está al alcance; el mejor-estar –lo que llamamos la excelencia- queda lejos, está difícil, y es un poco como un espejismo ya que al alcanzarlo no proporciona lo que prometía.
Si me dan a escoger entre lo sublime con un alto coste emocional, o con demasiadas renuncias, o si es excesivo el tiempo de vida que tengo que invertir o derrochar para lograrlo, o si me voy a perder otras cosas para conseguirlo –por ejemplo, vivir-… pues no me interesa.
No somos perfectos: somos reales, somos humanos, y la imperfección y los errores forman parte de nuestro día a día. ¡Qué se le va a hacer!
Prefiero conformarme con algo menos, con algo que esté simplemente bien, con no hacer de ese logro una guerra que me lleve a la enemistad conmigo, al infortunio, o a la desesperación de la frustración.
Prefiero la paz a la guerra; será cosa de la edad, pero ahora lo veo así.
Prefiero evitar la rigidez y quedarme con lo liviano que sea levemente placentero.
La vida no debería ser un drama, pero hay quienes se empeñan en convertirla en eso.
¿Tú eres uno de esos?
¿O prefieres renunciar a la absoluta perfección y aceptar tu humanidad?
Te dejo con tus reflexiones…