PARA QUÉ AFERRARSE AL DOLOR
En mi opinión, el aferramiento al dolor -en el que muchas personas se obstinan en permanecer- es del todo contraproducente, es nocivo, es grave, pero a pesar de todo algunas personas siguen ahí, dolientes, absurdas, mientras se martirizan inútil e innecesariamente y con resultados nefastos.
Cada persona es un mundo y cada persona ha vivido situaciones distintas que le han afectado de un modo directo, así que este es otro de esos muchos asuntos en los que hay que generalizar y escribir de un modo abstracto, porque yo puedo estar pensando en un caso concreto al escribir mientras que el lector trata de aplicarlo a otro caso totalmente distinto y con una mentalidad distinta. Es uno de los inconvenientes de escribir para un lector desconocido.
En todos los casos, conviene hacer una serie de revisiones para verificar la necesidad o no de persistir en ese dolor, el por qué, el para qué –y sobre todo el para qué-, además de la fortaleza o fragilidad de los argumentos en los que cada uno se basa para seguir aferrado a esa nefasta actitud.
Yo uso esta frase: "NOS RESULTARÍA MUCHO MÁS SENCILLO OLVIDAR LAS COSAS DESAGRADABLES SI NO INSISTIÉSEMOS TANTO EN RECORDARLAS".
Algunas personas –no todas- siguen en esa postura porque prefieren sentirse víctimas buscando la lástima de los demás, y la suya propia, antes que enfrentarse a su situación y resolverla.
Repito: estoy generalizando porque en realidad hay muchos tipos de dolor, muchas intensidades de dolor, así que otros persisten en su dolor porque creen que la situación lo requiere, y si es la pérdida de un ser querido piensan que mientras más dolor sientan más amor están mostrando al ser perdido. En este caso del ejemplo, a esas personas siempre les pregunto lo mismo: ¿crees que tu ser perdido prefiere verte así o preferiría verte tranquilo y fuera de este penar?
Cuando alguien llora por una pérdida no lo hace por el que ya no está: llora por sí mismo y por su vacío del otro.
No es necesario padecer dolor por algo que otro nos hizo, por lo que no salió como se esperaba, por la pérdida, por el abandono, por el desamor o la desilusión, por la sensación de fracaso o de frustración… nada merece un aferramiento tan tenaz que se llega a convertir en contraproducente, en auto-destructivo, además de ser innecesario.
Ante las frustraciones y los “fracasos” lo que realmente se necesita es fortaleza y optimismo, vitalidad y confianza, perdonarse si es necesario, deshacerse de ello borrándolo, y seguir con la vida. El dolor es humano, pero es un lastre del que conviene prescindir una vez nos haya aportado el “para qué” de su presencia.
Y, entonces, cuando se ha descubierto, hay que ponerse el ánimo en el alma, la sonrisa en el corazón –aunque sea tenue y no esplendorosa-…y seguir adelante. Siempre aprendiendo. Siempre adelante.
Te dejo con tus reflexiones…