NO TE COMPARES CON OTROS
En mi opinión, las personas que entran en el peligroso mundo de las comparaciones están irremediablemente destinadas a salir perdiendo y a quedarse aún peor de lo que estaban antes de compararse.
Tiene su explicación: las comparaciones siempre se hacen con personas que están mejor o que nos aventajan o que aparentan ser claros ganadores. Y ahí está el principio de la frustración, porque si uno se compara con alguien que esté en las mismas condiciones, o en inferioridad de condiciones, no saldrá perdiendo.
Pero… la mayoría de las veces la comparación con otro se hace desde un estado de frustración o de rabia y pesimismo, pero casi nunca desde la objetividad. Podría tener su aspecto positivo si lo que se pretendiese es simplemente tomar a la otra persona como modelo de lo que uno quiere conseguir, si uno simplemente mirase que el otro ha logrado lo que uno quiere conseguir, porque eso quiere decir que lo deseado es posible, pero… sin necesidad de compararse. Sin necesidad de sufrir porque “yo no lo he conseguido”, lo cual no estaría tan mal si inmediatamente se añadiese “…por ahora, pero lo voy a conseguir”.
Si la comparación tiene como razón conseguir que sea algo motivacional para activarle a uno, entonces está bien. Si la comparación esconde envidia y fracaso y se queda en envidiar pero sin hacer nada más, es contraproducente.
Lo positivo es dedicar a lograr los objetivos el tiempo que se pierde en comparar la vida y las dificultades con las de los otros. Ese tiempo es útil y necesario para resolver las cosas propias. Eso es lo que importa. Uno no mejora ni avanza simplemente con compararse.
El mejoramiento en cualquier ámbito de la vida requiere siempre de atención, voluntad, constancia, firmeza, claridad en los objetivos, y fe o seguridad en que se va a conseguir el propósito. Y no hay que conformarse con intentarlo: hay que hacerlo. No ha de servir el auto-consuelo –que es más un auto-engaño- de “lo he intentado”. Sólo vale el resultado de “lo he conseguido”.
El paso inicial adecuado sería estar en paz y aceptar lo que cada uno es y con lo que ha hecho hasta ahora. Después está bien que aparezca un inconformismo positivo que nos estimule en el camino del mejoramiento.
Mejorar siempre es bueno y siempre es deseable, pero eso requiere una implicación total. Los resultados son el efecto del esfuerzo personal. Y es mejor que sea así –que dependa de uno- y que no esté en manos de la fortuna o el azar o de los otros. Nunca llegaremos a ser perfectos, pero siempre podremos seguir mejorando.
La motivación es imprescindible. Hay una verdad que adelanta muy bien el resultado que se puede obtener ante cualquier cosa que se emprenda: “Si tú crees que puedes, puedes. Si tú crees que no puedes, no puedes. Tanto si piensas una cosa como la otra, estás en lo cierto”.
Está bien crecer y llegar más allá de los límites actuales. Eso es progreso. La confianza en uno mismo, la voluntad y dedicación, y la preparación para lo que se pretende afrontar, son importantes y necesarias.
No renuncies a mejorar. Pero no lo hagas desde la rabia o la frustración de tu ego. Hazlo desde tu corazón. No lo hagas por satisfacer a tu ego, hazlo por satisfacerte a ti.
Te dejo con tus reflexiones…