CÓMO NOS HACEMOS INFELICES NOSOTROS MISMOS
En mi opinión, una grandísima parte de nuestra infelicidad está motivada por nosotros mismos y es culpa nuestra. Así, como suena. Y que nadie pretenda des-culpabilizarse y responsabilizar a las circunstancias, al destino, a los otros, o a quien sea, con tal de no realizar su obligación de crear y mantener en su vida la mayor cantidad posible de felicidad y deshacerse de toda infelicidad.
Es fácil culpabilizar a los otros de nuestra infelicidad. Muy fácil. Si uno mira este asunto solamente por encima enseguida saldrán a la luz “los culpables”. Pero si profundiza en la realidad de esa culpabilidad, si realmente es honesto y se permite ser honrado –caiga quien caiga o caiga lo que caiga- comprobará que la mayoría de esas infelicidades provienen de la no aceptación de los hechos y la realidad, y que esta forma de no aceptación nace en la mayoría de las ocasiones de una pataleta infantil sin argumentos sólidos que resistan una auditoría seria. “Es que me ha pasado que…”, “es que el otro me ha dicho…”, “es que el otro me ha hecho…”. Y sí, es cierto que el otro ha podido decir o hacer, pero ya sabemos que “LO IMPORTANTE NO ES LO QUE NOS PASA SINO LO QUE HACEMOS CON LOS QUE NOS PASA”.
Sólo de nosotros depende magnificar lo externo y convertirlo en algo agresivo o, lo que sería mejor, aceptarlo sin rabia y sin que el ego se entrometa. Nosotros, o nuestro ego, adjudicamos las evaluaciones o los adjetivos; si lo hacemos con objetividad, con sensatez y con Amor Propio, comprobaremos que desaparece prácticamente la totalidad de lo que podría acabar siendo problemático. Y de ese modo nos deshacemos de un plumazo de casi todas las infelicidades que provienen del exterior.
Por nuestra parte también nos procuramos infelicidades sin ser conscientes de ello, o sea, que nuestra inconsciencia, la falta de atención objetiva, y la irreflexión, nos proponen unas metas y objetivos de difícil cumplimiento que nos complican inútil e innecesariamente la vida. Nos proponemos lo imposible y no lo logramos –¡lógicamente!- y eso nos crea frustración, sentimiento de inutilidad, rabia, una bajada de la autoestima y una merma notable en el auto-concepto que nos dejan desbaratados, sumidos en una tristeza que sería del todo evitable si no aspirásemos a lo imposible.
Nos exigimos en exceso -por encima de nuestras posibilidades-, nos ilusionamos fácil e irresponsablemente -sin ser conscientes del peligro y la gravedad de las desilusiones-, nos proponemos hacer cosas que luego no nos esforzamos en hacer, nos abandonamos lamentablemente, no nos escuchamos con sinceridad, no tenemos un Plan de Vida por el que caminar, no prestamos atención al Ser Interno ni a sus peticiones y necesidades… ¡y luego nos quejamos!
Necesitamos poner orden en nuestra vida y en nuestras ideas, claridad y firmeza en nuestros propósitos, constancia para conseguir alcanzar los objetivos realistas que nos propongamos, y lucidez para pedirnos sólo lo que nos podemos dar y nada más.
Necesitamos fomentar las cosas que nos hacen felices, ocuparnos de procurarnos satisfacciones y todo aquello que nos produce placer o gozo, darnos alegrías, y poner muchos momentos buenos en nuestra vida.
No necesitamos que haya más penas de las estrictamente inevitables, ni estancarnos en la auto-pena, ni alargar los sufrimientos innecesariamente, ni regodearnos en el lagrimón.
Conseguir que nuestra vida sea feliz –o que por lo menos no sea infeliz- requiere observación, atención, dedicación, hacerse preguntas, saber escucharse, poner cuidado… y Amor Propio.
Y todo lo relatado hasta ahora DEPENDE EXCLUSIVAMENTE DE TI. Tú puedes hacerte infeliz… o no.
Relee todo lo anterior. Verifica lo que te digo. Y decide.
¿Vas a seguir aportándote infelicidades innecesariamente?
Te dejo con tus reflexiones…