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 LAS VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL - 1ª parte



Mayo 25, 2020, 06:05:03 am
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LAS VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL - 1ª parte
« en: Mayo 25, 2020, 06:05:03 am »
LAS VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL - 1ª parte

La psicóloga chilena ha trabajado con sobrevivientes de abuso sexual cometidos por sacerdotes en Chile. Desde su experiencia explica por qué a la sociedad le cuesta tanto creerles a las víctimas, y cómo son los procesos de reparación de quienes han atravesado estos episodios de violencia.
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La psicóloga chilena Susana Alvarado es especialista en terapia reparatoria para niños víctimas de maltrato y de abuso sexual. En los últimos años ha trabajado de cerca con personas que hace décadas fueron víctimas de este tipo de violencia sexual por parte de sacerdotes. Pocos días después de publicar en esta revista una investigación que reveló una decena de casos de abusos sexuales por parte de un cura en Guayaquil, conversamos con Alvarado sobre la dimensión psicológica de este tipo de abusos: por qué la sociedad no les cree a las víctimas, cómo el abusador logra que el afectado calle, cuáles son las alertas que como sociedad deberíamos detectar para evitar estos casos y cómo debería ser el proceso de reparación para las víctimas.
Hace dos semanas en GK publicamos una investigación sobre un sacerdote que habría abusado sexualmente a una decena de adolescentes. En la mayoría de casos, el cura había sido su guía espiritual. En este contexto, ¿cuáles son las secuelas que un abuso deja en las víctimas?
En su reportaje efectivamente lo que uno ve es que hay abuso sexual pero en la base de eso probablemente, está el abuso de poder y en este caso particularmente algo que se denomina abuso de conciencia. Esto es someter al otro en función de la creencia de una religión y del poder que te da ser su acompañante espiritual.
Probablemente el daño aumenta en ese sentido. Aunque es súper difícil hablar de abusos más graves o menos graves (porque cualquier tipo de abuso es grave) acá se dan una serie de variables que lo complejizan: lo prolongado en el tiempo, el  nivel de poder que llevaba el agresor, el tema de estar ligado a una idea casi de sacrificio (que entendí yo, era una idea de sacrificarse para obtener un beneficio de Dios), la instalación del secreto y el hecho que, al menos en el caso de uno, no le creyeron en un primer momento.
Las áreas que se afectan cuando hay abuso sexual son múltiples. La más evidente tiene que ver con el desarrollo de la sexualidad, no entendido como orientación sexual o identidad sexual, sino con la posibilidad de experimentar la sexualidad como algo sano, normal, placentero. La gran mayoría de las víctimas reportan que su sexualidad se ve alterada, hablan de que lo ven como algo pecaminoso —si está ligado a lo religioso— o incluso se sienten culpables de sentir placer.

¿Qué otra alteración sufren las víctimas?
Si pensamos en el abuso sexual y particularmente en los casos que ustedes describen —que eran bien potentes no solo en el ámbito sexual sino en el físico por la agresividad a la que eran sometidos— ocurre que dejan de ser poseedores del cuerpo. La relación con el propio cuerpo se ve alterada. En general, se da un fenómeno que los psicólogos llamamos disociación, que es un mecanismo de defensa que usamos todos. Es como desconectar. Si yo estoy enfrentando una situación muy dolorosa y tengo que preparar una clase por ejemplo, no puedo llegar llorando a la clase, tengo que desconectarme de mi emoción para poder funcionar. En las víctimas de violencia sexual ese mecanismo de defensa que usamos ocasionalmente, en general está masificado. Es casi el único mecanismo de defensa porque para sobrevivir a experiencias tan dolorosas piensan “lo único que me queda hacer es desconectarme de mí mismo y particularmente desconectarme de mi propio cuerpo”. Por eso es muy probable que nos encontremos con víctimas que tienen dificultades para reconocer sus propias sensaciones, para reconocer el dolor.
Parte de la dinámica del abuso sexual es que el agresor convence a la víctima, por decirlo en palabras simples, de que lo que él percibe no es correcto y que quien percibe lo correcto es quien agrede. Entonces “esto que yo hago y a ti te molesta, es cariño” o “esto que hago y a ti te molesta es para ofrecerlo a Dios”. Entonces ahí las víctimas comienzan a desconfiar de sí mismos y a perder mucho poder y eso les dificulta su actuar en el mundo en diversas cosas. Ellos necesitan confiar en ellos mismos y no solo se trata de confiar en términos de lo que se conoce como autoestima sino de confiar en lo que ven y lo que sienten. En el caso de las víctimas es como si no pudieran creer en lo que ellos perciben.
Otro aspecto que suele alterarse en las víctimas de abuso sexual (sobre todo cuando se da una relación de confianza, como lo que ustedes investigaron) es que se altera muchísimo la capacidad de confiar en otros. Ahí ocurre hacia dos lados: nos encontramos con víctimas que desconfían de todo el mundo entonces son incapaces de construir relaciones de confianza, terminan muy solos en la vida, o nos encontramos con víctimas que confían en todo el mundo y no tienen la capacidad de discriminar quién es confiable y quién no. Ellos terminan entrando en relaciones donde repiten patrones de abuso, de violencia y en donde son traicionados muy fácilmente. Lo que sucede es que como no pueden confiar en su propio cuerpo, como están desconectados, las alertas que normalmente se nos prenden a todos seres humanos cuando otro nos traspasa un límite, muchas veces a ellos no se les prenden. Entonces no se dan cuenta que otro está traspasando el límite porque hay una alteración en ese sentido.

¿Cómo se explica desde la psicología que incluso la gente más cercana a las víctimas no les creen cuando les cuentan de un abuso?
Normalmente lo que se encuentra en cualquier caso de abuso sexual es que a las víctimas no les creen. Y tiene que ver con un fenómeno muy propio de los seres humanos: el abuso sexual es tan inconcebible que tendemos a creer que no es posible, que no es parte de nuestra realidad.
Por ejemplo, por muchos años se habló de que el abuso sexual sólo ocurría en sectores de pobreza. Y eso no es verdad sino que es transversal a todos los niveles socioeconómicos. Por un lado está la imposibilidad de creer que esto es parte de mi realidad, por otro lado la gran mayoría de casos de se dan por personas que son de la confianza no solo de la víctima sino de su entorno.
Generalmente cuando los psicólogos describimos el proceso que hacen los agresores para el abuso suena súper sistematizado porque ellos lo hacen en automático. Pero no parten abusando inmediatamente sino que primero se ganan la confianza de las familias y del niño. Parten con una relación que parece sana, primero con transgresiones muy suaves. De hecho en el reportaje de ustedes se describía muy bien: la dinámica del pecado tenía un camino, no partía con lo más violento, era progresivo.

¿Qué suele pasar cuando una víctima cuenta lo que le ha pasado?
Cuando la víctima habla, dice algo terrible que no queremos creer porque pensamos “no puede ser parte de mi realidad”, (el abusador es) una persona en la que confiamos mucho y además, generalmente, las víctimas ya están debilitadas de alguna forma. Cuando son niños, socialmente les creemos menos. Si son adultos, pensamos que son adultos que al haber sido abusados han construido una estructura de personalidad, una forma de funcionamiento en el mundo y muchas veces los hacen menos creíbles. Los relatos suelen ser débiles porque como se produce esta disociación, el recuerdo no es tan exacto. A veces se contradicen, hay fallas de memoria, te dicen que fue a los cinco años y después que no, o sino lo cuentan una vez y a la vez siguiente no es igual. Tendemos a creer que un relato verdadero es siempre igual y eso no es verdad, porque nadie tiene la memoria así de privilegiada y estática. Los relatos que son exactamente iguales y que no varían más bien deberían levantarnos sospechas. Pero como no queremos que esto sea verdad lo vamos a descalificar.
Por otra parte cuando una víctima cuenta es un terremoto, es una bomba atómica tirada a su núcleo familiar, a la iglesia en la que participa, a su entorno y frente al terremoto lo que queremos hacer los seres humanos es volver al equilibrio, volver a la homeostasis que llamamos los psicólogos. Así empezamos, quizás no tan directamente, a presionar a la víctima para que se desdiga. Entonces lo que suele ocurrir es que las víctimas se retractan y cuando lo hacen, eso se lo creemos enseguida. No les creímos cuando dijeron que les había pasado el abuso, pero cuando dicen “no mira en realidad me equivoqué” eso lo creemos en dos segundos porque es lo que necesitamos para volver a nuestro equilibrio y seguir funcionando como si nada pasara.
La verdad es súper lógico no creer, es terrible. En general tenemos muy poca información socialmente, las personas no están preparadas para que esto sea parte de la cotidianidad. En Chile, por ejemplo, con todos los casos que hemos tenido últimamente ya como que uno ve que está socialmente más instalado. En Ecuador hasta donde yo sé no han tenido tantos casos.
En Ecuador hay quienes no comprenden totalmente qué es el abuso sexual. Después de la publicación, hubo quienes no identificaron a la dinámica del pecado como tal.
Todos estos relatos que ustedes recogen, si bien tienen muchos elementos de violencia y claro está la discusión si esto es tortura o abuso, son los dos delitos. No conozco la tipificación ecuatoriana pero efectivamente es abuso porque todas las víctimas relatan que después de terminada la dinámica y antes de desamarrarlos el sacerdote iba al baño. Uno podría pensar que iba al baño a masturbarse. Todas las víctimas relatan este rozamiento de la barba y obviamente lo hablan desde el dolor, pero uno podría pensar que también hay un grado de excitación sexual por parte del sacerdote y probablemente si uno indaga más finamente en los relatos, se podría distinguir otras variables de excitación sexual de él. Es un abuso de poder que tiene como objetivo la gratificación sexual del agresor. Esa es una de las variables del agresor sexual. 

Una vez que el abuso termina, ¿qué pasa con la víctima?
Va a depender mucho de lo que pase en su contexto y en su entorno y de qué posibilidad de acceso tenga a psicoterapia. Hay víctimas que después de que se detiene el abuso no lo develan sino hasta muchos años después y esto sigue manteniéndose en secreto y por tanto no reciben ayuda de ningún tipo. Ahora en Chile, un caso que está muy mediático es el de los Maristas en donde hay víctimas que están contando treinta años después de ocurrido los episodios de abuso. Y las víctimas dicen “viví cuarenta años en un infierno”. Claro, dejaron de ser abusados pero el daño sigue funcionando, incrementándose y el dolor sigue así.
Si bien hay víctimas que son muy resilientes y pueden salir adelante por sus propios recursos ese no es el contexto ideal. Si la víctima habló va a depender qué pase en cuanto a credibilidad y reparación. No es solo una reparación psicológica sino también social y legal. Es una reparación que implica que como sociedad podamos decir “esto no debe ocurrir nunca” y que lo hablemos, y que haya también memoria histórica. Eso es lo único que posibilita que no siga ocurriendo. A veces tendemos a decir “bueno mejor no hablemos porque genera más dolor” y la verdad es que las víctimas necesitan que se hable y se reconozca.

¿Cómo se podría explicar ese largo tiempo que tardan las víctimas en hablar?
Es una de las variables del abuso sexual. Esta dinámica tiene algo que Barudy, que es uno de los autores más clásicos de abuso sexual, describe como la ley del silencio. Una de las cosas que hace el agresor con la víctima es instalar que esto no es algo que se pueda hablar y lo instala no necesariamente con amenaza física, que sería la que uno más fácilmente podía pensar “si lo cuentas te mato”, sino con una amenaza muy velada. En los casos que ustedes publicaron, este sacerdote les decía que si ellos contaban el sacrificio no iba a ser válido, como que aquello por lo que habían ofrecido esta dinámica no iba a llegar a Dios. Si yo me someto a eso es porque necesito mucho alcanzar esto otro, por tanto voy a guardar silencio, además me lo está diciendo alguien que tiene poder y en quien yo creo.
Las víctimas suelen sentirse muy culpables por haber aceptado participar, porque en la mayoría de los casos de abuso no nos encontramos con agresores que le ponen una pistola en la cabeza.  Eso ocurre, pero es el menor porcentaje de los casos. Son agresores que seducen, que convencen y que hacen creer que la víctima está participando libremente, entonces las víctimas se sienten culpables y se sienten avergonzadas y los agresores se encargan de remarcar eso. Muchas veces en los casos de abuso sexual uno se encuentra que los mandan a confesarse después del abuso y les dicen “tú me hiciste pecar”. Eso en Chile lo hemos visto en el caso de Karadima, en el caso de los Maristas. Entonces si me tengo que confesar evidentemente el pecador soy yo, cómo voy a hablar de esto si ese hombre pecó por mi culpa.
Y además les dicen algo que como sociedad les confirmamos “si tú hablas no te van a creer” porque efectivamente cuando hacen algún intento de hablar o lo insinúan, normalmente no les creen. Y es algo muy difícil y doloroso de contar. Yo trabajo con víctimas cotidianamente y a las que han sufrido abuso les duele aunque lo estén hablando muchos años después. Cuando lo hablan, generalmente las primeras veces lo reviven, es volver a pasar por ahí, evidentemente es algo que toma mucho tiempo hablar. Es cierto que como sociedad les decimos “por qué no hablaste antes, por qué no lo contaste antes” y eso es una nueva victimización porque es poner la responsabilidad en quien no la tenía. Las víctimas no son responsables, no es su deber hablarlo, es deber del agresor no haber actuado, no haber agredido y es responsabilidad, de los que se denominan terceros (que somos todos los que de alguna forma podemos mirar todo esto) de no haber sospechado o no haber protegido.


 

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