CAPÍTULO 14 – EL SER HUMANO Y LO DIVINO
Este es el capítulo 14 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.
“El ser humano no vive sólo de pan. Necesita amor y cuidados, y encontrar una respuesta a su duda de quién es y por qué vive”.
(Jostein Gaarder)
“No hay cosa que los humanos traten de conservar tanto,
ni que administren tan mal, como su propia vida.”
(Marco Tulio Cicerón)
Hace muchos años escuché decir que la palabra “humano” proviene de “ku manú”, y que significa “el que es como Dios”. Me gustó mucho escucharla y me gustó lo que eso removió dentro de mí.
(Seguiré escribiendo Dios, pero cada persona puede poner en lugar de esa palabra otra con la que se sienta más cómodo o que se acerque más a su idea)
Algunas personas se sienten muy lejos de Dios. Más bien es que ponen a Dios muy lejos, en una distancia que tal vez Él no quiera.
Me gusta ese significado de humano, porque es un reto para los que se consideran poquita cosa, pobres de espíritu, en una humildad equivocada, y se sienten nada en comparación con la Grandeza y la Majestuosidad de Dios.
La Biblia nos repite continuamente que somos hijos de Dios, pero a algunos les cuesta mucho sólo permitirse imaginar que al ser hijos seamos también de algún modo semejantes. Sólo pensar eso les parece una gran insensatez, por no decir un pecado.
Si somos hijos de Dios, de algún modo debemos ser como Dios.
¿Y tú?
¿Crees que eres como Dios?
Parece que nos resulta más fácil separar dentro de nosotros dos aspectos que tendemos a clasificar como absolutamente distintos, cuando quizás resulten ser lo mismo… o ser una mezcla de ambos.
Me refiero a lo humano y lo divino.
En LO HUMANO metemos tranquilamente, y hasta nos parece normal, los errores y las bajezas, las dudas y los pecados, el dolor y lo malo, lo físico y lo cotidiano.
En LO DIVINO sólo concebimos los pensamientos místicos y piadosos acerca de lo Espiritual y lo Glorioso, todo aquello que de bondad excelsa y sublimación pudiera haber en nosotros, lo maravilloso y sobrehumano –parece que para eso se ha inventado la palabra-, la humildad, la caridad cristiana… pero como dos cosas muy distanciadas.
Lo cierto es que conviven dentro de nosotros.
Pero también somos nosotros los que nos entretenemos en hacer divisiones, en separarlo.
¿Por qué separar divino y humano?
Nadie ha establecido que en la unidad del hombre se hagan separaciones.
¿Dónde acaba una cosa y comienza la otra?
No hay una frontera que lo delimite y disocie.
Lo mejor de lo humano puede ser ya divino.
Pero insistir en este modo de ver como una dualidad lo que es una unidad es seguir haciendo una diferenciación entre dos cosas que son la misma cosa.
¿O acaso sólo lo divino es lo que hay que tener en cuenta?
¿La mejor voluntad de lo humano nos acerca a Dios?
¿Le mejor voluntad de lo humano es la manifestación de Dios?
¿Por qué en lo humano sólo ponemos las bajezas?
Hacemos como que lo humano es indigno o ruin, como si lo humano no tuviera destellos de gloria, instantes magníficos, sentimientos divinos, sensaciones místicas, momentos de recogimiento y espiritualidad…
El Ser Humano, en su esencia incontaminada, es Dios en la Tierra.
O puede llegar a serlo.
O debe serlo.
ATENCIÓN
Para ampliar mi opinión de que lo humano no está disociado totalmente de lo divino, copio lo siguiente de la Wikipedia.
“La expresión lo divino es usada de manera variable en distintas confesiones y creencias, e incluso entre diferentes individuos dentro de una misma fe, para referirse a un poder transcendental, o a sus atributos y manifestaciones en el mundo, y aunque puede, no tiene por qué presuponer la existencia de diversos dioses o de un único Dios absoluto.
En muchas religiones, como por ejemplo en el sufismo islámico, en el gnosticismo, o en el hinduismo advaita, se afirma, o bien que todos los humanos son en esencia divinos, o que son parte de lo divino, o que están unidos con lo divino de manera muy significativa. En esta visión se considera que es el mundo físico y social en el que vivimos lo único que nos oculta esta naturaleza divina que poseemos, que se nos mostrará a través de la práctica espiritual”.
DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL
¿Por qué nos resulta fácil creer que tenemos alma o espíritu, que son intangibles, invisibles, nada más que actos de fe, y en cambio cuesta creer que lo divino es parte indivisible de lo humano que también somos?
¿Por qué la fe no nos llega a tanto?
¿Tan rastreramente humildes somos que no aceptamos lo sobrenatural o lo celestial en nosotros?
¿Por qué nos cuesta tanto admitir que lo divino no es sólo crear el mundo y el universo, y que se puede encontrar a diario en el mundo cotidiano?
Quizás haya que desmitificar lo divino, o, por lo menos, y sin restarle ningún mérito o valor, hacerlo más accesible. Y que nos creamos con derecho a poder tutearlo, a sentirlo como un escalofrío, o como una sensación, o como un momento especial pero posible.
Creo que si Dios y lo divino están en un pedestal inalcanzable nos perderemos grandes momentos.
Aspiro a un Dios que también sea humano al que pueda tutearle, contarle chistes, gastarle bromas y abrazarle como a un amigo.
PARA REFLEXIONAR
Hay una frase de Karlfried Graf Dürckheim que me encanta y me parece muy clarificadora:
“LA VERDADERA HUMILDAD NO CONSISTE SÓLO EN NO QUERER PARECER MÁS DE LO QUE UNO ES. ES TAMBIÉN ACEPTAR SER MÁS DE LO QUE UNO PARECE SER. HAY UNA FALSA MODESTIA QUE ES, SENCILLAMENTE, MIEDO A LAS RESPONSABILIDADES”.
EL SER HUMANO
El Ser Humano aspira a la perfección –por su pura genética animal trata de ser instintivamente el mejor de su especie- y para ello trata de complementarse, de reunificar sus partes disgregadas, y aspira –aún cuando no se dé cuenta de un modo consciente- a su integridad y reintegración.
El inconveniente en la mayoría de los casos es partir de la disgregación previa donde ha ido separando partes que forman su totalidad, por eso siente de algún modo la necesidad de reunificación.
Tal vez algunos -con algún tipo de intereses por medio- han hecho creer que la parte divina es algo ajeno, inalcanzable, en vez de promover el descubrimiento y encuentro en el propio interior.
Así que lo que han conseguido es que el Ser Humano acabe siendo un conflicto continuo al que le cuesta ubicarse en el lugar que le corresponde.
El Ser Humano es cuerpo, alma y emociones. También es naturaleza y pureza. Asimismo es el Todo en su escala.
Es eso con lo que convives cada día, lo que se levanta contigo y se acuesta a la misma hora que tú. Sentimientos, altibajos, dudas, alegrías, sufrimiento, desconcierto, preguntas, una sensación indefinible de sentirse abandonado pero sin saber explicarlo bien, de ser incompleto pero no tener clara la noción de qué es lo que le falta. Todo eso lo vivimos y no somos capaces de encontrarle respuesta y, a veces, ni siquiera una razón o un sentido. Al llegar a este punto es cuando ya necesitamos inaplazablemente afrontar nuestro Ser y permitirnos desarrollarlo como real y completamente es.
Ser Humano no es una definición: es una realidad.
La tarea personal –que es irrenunciable y sería conveniente no aplazar- es el auto-descubrimiento y el auto-conocimiento.
RESUMIENDO
Puede que tú tengas muy clara tu relación con lo divino y que estés muy en paz en ese aspecto. Eso es admirable… y envidiable. Enhorabuena.
Otros, en cambio, aún no comprenden lo que son y su relación con todo lo que también forma parte de sí mismos.
Esto es habitual.
Eres humano. Estás en el mundo. Y confundido.
Posiblemente hasta ahora no hayas afrontado con claridad y valentía este asunto. Posiblemente te haya dado miedo atreverte.
También es posible que tengas conflictos porque la Iglesia, que dice tener el monopolio de Dios, lo ha puesto tan lejos y tan inalcanzable que ni imaginas la posibilidad de intimar con Él, o de tenerlo muy cerca, o de poder hablarle cara a cara, de corazón a corazón, para contarle tus destrozos y tus lamentos y poder acabar sollozando entre Sus brazos.
Eres un Ser Humano, y eso es algo de lo que sentirte muy orgulloso.
Si tú lo decides, también puedes sentirte como divino.
Aunque sea sin mayúscula.
Francisco de Sales