9 CLAVES PARA APRENDER A MOTIVARSE
Edith Sánchez
Aprender a motivarse es fundamental para alcanzar las metas propuestas. Solo cuando hay una verdadera motivación, nuestro esfuerzo sale a escena para conseguir aquello que tanto deseamos. Pero es gracias a la llama de la pasión, que este termina por lograrse.
La disciplina y la perseverancia son muy importantes. Sin embargo, solo suelen alcanzar para cumplir con el deber. Es cierto que ese deber a veces se realiza de forma óptima, pero es la motivación la que aporta el toque mágico a todo. Es ese “extra”, ese “plus”, que no solo sirve para cumplir con los propósitos, sino para conquistar los sueños.
Ahora bien, ninguna meta es fácil de alcanzar. De ahí que sea tan importante aprender a motivarse. La tenacidad, una virtud indispensable para perseverar en momentos difíciles, es hija de la motivación. Afortunadamente, aprender a motivarse está al alcance de todos. A continuación, profundizaremos en nueve lecciones clave para saber cómo hacerlo.
“Tan alto como llegue, puedo llegar a crecer. Tanto como busque, puedo llegar a encontrar. Tan lejos como mire, puedo llegar a ver. Y tan grande como sueñe, puedo llegar a ser”.
-Karen Ravn-
1. Visualizar una causa
La primera lección para aprender a motivarse es saber que la realidad con mayor poder de movilizarnos es una causa. Los objetivos y las metas son pasos intermedios. En otras palabras, no necesitamos lograr algo específico, sino definir la razón de fondo que nos impulsa a conseguirlo.
Desde ese punto de vista, tu objetivo puede ser conocer otro país. Pero la causa que te mueve es descubrir cuáles son tus habilidades reales cuando estás solo en un contexto desconocido. Incluso la razón de ser podría ir más allá. Tal vez, en este ejemplo, podría ser el objetivo de vencer la barrera de un miedo. O quizás, extender las fronteras del pensamiento y deshacer prejuicios.
Así, cuando la razón de ser de una conducta es profunda, la motivación se vuelve más sólida. Es imposible aprender a motivarse uno mismo, si antes no se aprende a identificar las causas profundas que nos mueven a actuar.
2. Pensar el futuro de una forma inspiradora
Lo que ha de venir se debe mirar desde la inspiración y la pasión. El futuro tiene que estar ahí, como un imán que atrae. Crear una visión poderosa de todo aquello que deseamos alcanzar es la mejor motivación para apostar por nuestros sueños.
Es importante proyectarse al futuro constantemente. ¿Cómo estaré en un mes? ¿en un año? ¿en cinco años?… Lo esencial es nutrir esas visualizaciones con expectativas positivas. Permitirse soñar. Dejar a un lado el miedo al fracaso. Mirarse como alguien que avanza decididamente hacia una finalidad y que, no importa por cuál camino, llegará a ella.
3. Alimentar la pasión, una gran clave para aprender a motivarse
La pasión es un sentimiento extraordinario. Nos hace sentir vivos y fuertes. Una flor que no nace en todos los jardines. Es imposible experimentar pasión cuando el miedo o la ira nos mantienen bloqueados. Esas emociones nos consumen tanto, que no dejan lugar para que arda la llama de la pasión. Al contrario, nos quitan vitalidad y nos llevan a la inacción.
Para conseguir encenderla, hay que desanudar las ataduras que nos mantienen en esa posición. La pasión solo anida en los espíritus libres y todos estamos en capacidad de liberarnos.
4. Aumentar el alcance de los objetivos
Es posible y recomendable soñar en grande y apuntar a metas elevadas. Solo si el objetivo es muy alto, aparece un deseo lo suficientemente intenso como para alcanzarlo. Nos forjamos metas pequeñas solo cuando estamos desanimados o desmotivados.
Hay un ejercicio que puede resultar muy interesante para aprender a motivarse. Lo primero que se debe hacer es escribir el objetivo que se pretende alcanzar. Luego, multiplicar su tamaño por tres. Después, evaluar cómo se ve el panorama tras haber ampliado ese alcance. Lo más probable es que la mente reaccione y diga: “¿Por qué no?”
Solemos apreciar aquello que implica grandes esfuerzos.
5. Construir un camino propio
Es importante comprender que el camino propio es único. Compararlo con otros caminos o incluso que otras personas lo juzguen no tiene sentido porque es una experiencia personal, conocida tan solo por aquel que lo transita.
Desde su comienzo hay que comprender que la única persona a superar es uno mismo, siendo también el único referente de comparación.
Tanto al momento de definir una causa, como al plantear los objetivos y alimentar el deseo de lograrlos, siempre se debe pensar en términos individuales. Quizás haya elementos o realidades ajenas de las que se puede aprender. Sin embargo, el camino está por construirse y debe diseñarse en función del caminante, es decir, de uno mismo.
6. Dar un paso a la vez
Aprender a motivarse significa entender que se deben combinar dos perspectivas: la del aquí y el ahora y la del futuro inspirador. Se trabaja en función de las proyecciones hacia el futuro. Pero se vive en función de avanzar en el presente.
Por eso es importante dar un solo paso a la vez. Esto es todavía más relevante en los momentos de dificultad. Cuando hay obstáculos es fácil angustiarse y perder la confianza. Pero si nos mantenemos en el ritmo de un paso y luego el otro, el enfoque resulta mucho más positivo y alentador. También más eficaz.
7. Aprender a conducir el estado emocional
Si alguien está deprimido o ansioso, emprenderá acciones que lleven el sello de esas emociones. Y, por supuesto, obtendrá resultados acordes con lo mismo. De ahí que sea tan importante aprender a reconocer cuál es nuestro estado emocional y cómo trabajarlo para reencauzarlo en las ocasiones que sean necesarias.
Para ello, es conveniente saber que hay tres grandes aspectos en los que se materializa nuestro estado emocional:
• El cuerpo. Bajo una emoción difícil, el cuerpo reacciona interna y externamente. De igual modo, hay que gestionarlo en ambas esferas. Con la respiración se logra regularizar los procesos fisiológicos. Con la postura y la actitud corporal se reenfoca el cuerpo.
• El lenguaje. Cuando hay depresión o ansiedad aparecen una serie de expresiones que reflejan esas emociones. Por ejemplo: “no voy a poder”, “esto es muy difícil” o “me siento harto de todo”. Si se detectan estas expresiones hay que transformarlas. Por ejemplo: “Una parte de mí piensa que no va a poder, pero únicamente no podré si sigo pensando de ese modo”.
• El enfoque. Cuando hay estados de ánimo negativos, la atención comienza a centrarse solo en los aspectos negativos de la realidad. Es entonces cuando la voluntad opera y lleva esa mirada a un nuevo plano con un matiz más positivo y valorando diferentes alternativas.
Además, en nuestro camino hacia grandes metas, muchas veces necesitaremos hacer pausas. Estas cumplen con el cometido de ofrecernos un margen para gestionar las emociones. Lo importante es desarrollar la habilidad para identificar los sentimientos que nos bloquean y redirigirlos.
8. Apropiarse del ciclo del éxito
Se ha establecido que el ciclo del éxito siempre funciona de la misma manera. Todo comienza con las creencias. Si una persona cree en sí misma y en la causa que la inspira, todo se dinamiza. Las convicciones o creencias se transforman en acciones, que están marcadas por la firmeza y la contundencia. Lo que sigue es la obtención de buenos resultados. Estos alimentan la fe en uno mismo y el ciclo vuelve a comenzar, pero cada vez es más profundo.
También puede ocurrir lo contrario. La creencia de que no somos capaces de lograr algo conduce a acciones equivocadas o a la inacción. Esto a su vez, lleva a que los resultados sean muy limitados o contrarios a lo que buscamos. Finalmente, todo eso alimenta la convicción de que no somos capaces. Ahora bien, cada quien decide cuál de los dos ciclos despliega.
9. Sacar provecho de la inercia
Tras iniciar un ciclo de éxito, se llega a un punto en el que todo parece fluir por sí solo. Es la inercia. Cada realidad tiende a seguir dentro de su propia dinámica. Esa inercia resulta muy gratificante, pero también podría implicar algún riesgo. No es momento para “dejar que todo camine solo”. Al contrario. Lo que se debe hacer es aprovechar esa inercia para darle más impulso a los grandes objetivos.
De la misma manera, una inercia negativa debe afrontarse con prontitud y decisión. Un problema solo trae más problemas. Un conflicto que se deja crecer, solo conduce a más conflictos. Cualquier descuido tiene la potencialidad de llevarnos a una inercia destructiva. La solución es poner un límite. Incluso si se considera necesario detenernos para cortar la dinámica contraproducente.
Aprender a motivarse es un proceso. No se logra de la noche a la mañana. Y una vez ganado, tampoco es un aprendizaje que dura para siempre. Es necesario mantener la voluntad de alimentar la motivación día tras día. Lograrla es difícil y perderla es fácil. Sobre todo cuando estamos programados para no creer, para no soñar…
Lo que sí es cierto es que todos esos esfuerzos realmente valen la pena. Una persona automotivada es capaz de lograr cualquier cosa que se proponga. Los obstáculos internos siempre son los más difíciles de vencer. Y cuando esto se logra, la vida cambia. Se siente uno vivo y dueño de su propio destino. Se siente uno libre.