EL MIEDO A LA COMPASIÓN
La compasión nos puede provocar miedo, lo que puede ser una barrera a la hora de dejarnos llevar por ella:
El miedo a actuar compasivamente puede ser una de las barreras que encontremos para desarrollarla.
1. También determinadas reglas de comportamiento pueden impedirnos sentirla.
o Por ejemplo, podemos llegar a pensar que si somos felices hoy, vamos a sufrir mucho más la frustración de no serlo mañana o que si nos sentimos felices, no vamos a estar alerta para enfrentarnos a los peligros que se presentarán mañana.
o Podemos sentir también miedo a mostrar compasión hacia otros porque podemos pensar que nos hace ser débiles o que atenta contra nuestra identidad masculina en los hombres.
2. Porque no queremos ver el sufrimiento de los demás ya que despierta en nosotros emociones negativas.
3. Como toda emoción positiva puede darnos miedo si tenemos una historia en la que nos han castigado cuando la hemos sentido.
o Ya se ha indicado que sentir compasión implica que se pueden reavivar memorias asociadas a experiencias dolorosas; si de pequeños hemos sido abandonados o alguien allegado, que tendría que habernos cuidado, ha abusado de nosotros podemos tener miedo a la cercanía o a la ayuda.
o Podemos tener miedo a que los otros nos cuiden, por nuestra historia. Sentir compasión por parte de otros genera en nosotros un sentimiento de pertenencia que nos provoca sensaciones de bienestar, pero en el trabajo clínico nos encontramos con que puede despertarnos pena por no haber recibido en otros momentos el cuidado que requeríamos.
4. Miedo a la compasión porque puede atentar contra nuestros propios intereses o contra los del grupo al que pertenecemos, cuantas veces hemos oído que una empresa no es una ONG.
5. También podemos sentir miedo a ser compasivos con nosotros mismos. Podemos pensar que no nos la merecemos o que nos va a hacer débiles. El miedo a la autocompasión está relacionado con el miedo a la compasión hacia otras personas.
1. A la hora de potenciar la compasión tenemos que tener en cuenta estos miedos y considerar que pueden ser de una intensidad extrema, sobre todo si se refieren a la infancia, en la que dependemos totalmente de los demás para nuestra supervivencia.
EJERCICIOS PARA FOMENTAR LA COMPASIÓN
Estos ejercicios nos permiten sentir compasión hacia los demás y hacia nosotros mismos y pueden ser una ayuda importante en su construcción
1. Situémonos en el presente, siendo conscientes de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. Pensemos en alguien a quien queramos y que esté sufriendo. Seamos conscientes de las manifestaciones en las que podría verse ese sufrimiento, las hayamos observado directamente o no. Démonos cuenta de si han cambiado algo nuestras sensaciones. Pensemos en ayudar a esa persona a superar su sufrimiento, deseémoslo. Sabemos que nuestro cuerpo va a reaccionar a ese deseo. Pensemos en que vamos a decírselo a ella si procede o a cualquier persona que la pueda ayudar. Seamos conscientes de que con ese pensamiento ya estamos colaborando en su mejora. Mantenemos el pensamiento durante un buen rato. Durante todo el tiempo mantenemos la atención en las sensaciones que estamos sintiendo. Pensemos si hay acciones concretas que podemos realizar y comprometámonos a realizarlas en cuanto sea posible.
2. Pensemos ahora en nuestro sufrimiento y traspasemos el deseo de mejorar a los otros a nosotros mismos.
3. Pensemos ahora en otra persona a la que no conozcamos; pero que sepamos que está sufriendo y demos los pasos indicados en el párrafo anterior.
4. Hacemos el mismo ejercicio con alguien que no nos caiga bien.
5. Pensemos en aliviar el sufrimiento del mundo. Sentirnos unidos a la humanidad nos ayuda a ser auto-compasivos.
En cada caso, podemos incluir diferentes sufrimientos: desear que la persona esté libre de sus enemigos, de su sufrimiento psicológico, de su sufrimiento físico y que pueda cuidarse de si mismo y ser feliz.
MEDITACIÓN EN EL CARIÑO
Se trata de un ejercicio de conciencia plena, concentrándonos en tratar de generar sentimientos de compasión o de cariño. Está especialmente dirigida a personas que tienen tendencia a la hostilidad o a la ira.
Podemos hacerla visualizando a una persona a la que hemos cuidado y querido, como lo hemos hecho. La podemos imaginar sonriendo y recibiendo con agrado nuestro cariño. Podemos reflejar hacia nosotros el cariño que hemos sentido hacia ella. También podemos reflejar el sentimiento que hemos tenido cuando alguien ha sido cariñoso con nosotros. Podemos repetir la frase que mejor refleje ese cariño.
Puede que no seamos capaces de recordar a alguien que hayamos querido o no podamos en este momento sentir cariño. Podemos, entonces, pensar en el cariño que nos hubiera gustado sentir.
FORMAS INICIALES Y SENCILLAS DE FOMENTAR LA COMPASIÓN
Por ejemplo, podemos ir tomando conciencia de lo que hicieron otros siendo amables con nosotros o cuando lo fuimos nosotros y obtuvimos una recompensa emocional por ello.
Otra manera de comenzar es llevar la atención hacia estímulos presentes que pueden producir bienestar a la persona a la que se quiere hacer feliz. Si se atiende a estímulos que producen bienestar, vamos a activar el sistema de seguridad, apaciguamiento y bienestar. Por ejemplo, se puede aprender a ser conscientes de lo que comemos o de lo que vemos en ese momento, apreciando la belleza que nos rodea para poderlo transmitir al otro.
Hay que tener en cuenta que la autoconciencia de ser compasivo con otros nos prepara a ser compasivos con nosotros mismos
CONSTRUCCIÓN DE UNA IMAGEN COMPASIVA
Pretende realizar un proceso de construcción de una imagen compasiva. Se pueden construir una o varias, mantenerlas o cambiarlas a lo largo del tiempo.
Tenemos que tener presente que cualquiera que sea la imagen que construyamos es creación nuestra y responde a nuestro ideal personal, es decir, sobre cómo nos gustaría sentirnos cuidados y como nos sentimos cuando cuidamos nosotros a alguien. Partimos de ese sentimiento para generar la imagen que asociamos a él.
Sin embargo, en este ejercicio es importante que tratemos de dar a la imagen ciertas cualidades:
1. Sabiduría,
2. Fortaleza,
3. Calidez y cordialidad
4. Aceptación incondicional, sin crítica ni juicios.
1. Nos centramos en nuestra respiración y la dejamos libre, dejamos que la imagen surja. Si nos distraemos o no nos viene nada a la cabeza, volvemos al presente y al sentimiento de cariño y compasión que tenemos hacia alguien o el que alguna vez hemos sentido que han tenido hacia nosotros.
2. Nos podemos plantear una serie de preguntas que nos pueden ayudar a construir la imagen.
3. ¿Cómo nos gustaría que fuese la imagen, joven o vieja, hombre o mujer, ser humano o animal o el mar o una luz...?
4. ¿Qué colores y sonidos asociaríamos a las cualidades de Sabiduría, Fortaleza, calidez, cordialidad, aceptación incondicional?
5. La imagen produce compasión hacia nosotros y desde nosotros.
6. Pensemos en las cualidades sensoriales que adjudicamos a la imagen:
7. • Las visuales ¿Cómo la vemos? ¿Qué aspecto tiene?
8. • Las sonoras: ¿Cómo la oímos? ¿Cómo sonaría su voz, que tono tendría?
9. • ¿Qué otras cualidades sensoriales tiene?
10. • ¿Como nos gustaría que se relacionase nosotros? ¿Qué nos gustaría que nos dijese o no hiciese?
11. • ¿Como nos gustaría relacionarnos con ella? ¿Qué nos gustaría hacerle?
Si tenemos dificultades en generar la imagen visual podemos dar más importancia a los sonidos o a las sensaciones. Podemos buscar caras compasivas en los periódicos, se ha demostrado científicamente que nos entrenan en ser más compasivos.
Una vez construida la imagen, la recordamos y nos relacionamos con ella durante 5 ó 10 minutos cada día.
LA COMPASIÓN Y EL CUERPO
Si nos fijamos en la variabilidad de la tasa cardiaca la podemos asociar a los sentimientos de compasión. Hay evidencias de que la compasión incrementa la variabilidad de la tasa cardiaca que es signo de que los sistemas nerviosos simpático y parasimpático están bien balanceados.
Ponemos una mano sobre nuestro pecho cerca del corazón; pero sin tocar el cuerpo. Imaginamos la bondad, el cariño que hemos sentido hacia alguien y cómo lo hemos mostrado emocionalmente. Como lo hemos trasmitido de forma verbal, es decir, lo que le decíamos o no verbal, o sea, lo que hacíamos. Si nos es más fácil podeos recordar el cariño que hemos recibido de alguien y cómo nos hemos sentido en esos momentos. Igualmente recordamos lo que nos decían o lo que nos hacían. Si no podemos recordar una escena de cariño incondicional, pensamos en cómo nos gustaría que nos tratasen y quisiesen, qué nos gustaría que nos dijesen o nos hiciesen.Dirigimos ese sentimiento que hemos rescatado al corazón a través de nuestra mano e imaginamos que el cariño se expande por nuestro pecho y en todo nuestro cuerpo. Nos damos del calor que sentimos y se nos trasmite en el lugar en el que está nuestra mano. Acompasamos el envío del cariño con la respiración. Imaginamos que ese cariño y esa bondad nos calman y nos curan. Si no se nos ocurren otras, podemos emplear frases como: “vas a estar bien, vas a ser feliz y a estar libre de sufrimiento”.
Autor desconocido