RENACER
En mi opinión, en el momento en que se descubre que uno no está siendo como quisiera ser –y como realmente es-, debido a las restricciones que implica una Autoestima imperfecta, hay un paso necesario que es necesario dar: hacer desaparecer -simbólicamente, por supuesto- al personaje dañado que estamos siendo para dejar lugar al que ha de Renacer.
Renacer desde lo que es nuestra esencia, del que somos verdaderamente por naturaleza desde que nacimos, que es invariable y jamás queda afectado por los vaivenes de la Autoestima, en la que está implicado directamente el ego.
Renacer en un acto grandioso y festivo, en el que aparece a la luz quien ha quedado postergado o sepultado, quien ha sido derrocado o exiliado, quien ha permanecido en la sombra oculto por haber sido afectado por una Autoestima menguada.
Renacer es un momento especial en la vida. Es resurgir entero, inafectado, invicto, con una sonrisa radiante y un corazón bombeando sangre nueva y Amor propio.
Eso es lo que espera al final del Proceso, y es lo que nos justificará el esfuerzo que nos requiere llegar, las recaídas, los momentos que aparentan ser de estancamiento o mayor caída, las dudas sobre la propia valía y capacidad para sacar adelante este propósito, las momentáneas ausencias de la voluntad, las veces que apetecerá romper el compromiso con uno mismo y volver a la vida anterior que sólo requería el esfuerzo de una queja leve de vez en cuando.
Hay que prepararse para Renacer.
Hay que estar dispuesto para acoger a quien aparezca, que será, sin duda, muy parecido a quien imaginábamos en los sueños hasta ahora utópicos.
Para llegar a ello, lógicamente, hay que echarle valor. No hay que tener miedo a dejar esa personalidad ingrata que nos ha representado en los últimos tiempos.
No eres tú el que ha vivido en tu cuerpo. Eres otro. Y ese otro necesita que te deshagas del sufriente que te habita, y le prepares un recibimiento cálido y acogedor.
Está deseando Renacer.
