¿A QUIÉN CULPO DE ESTO?
En mi opinión, parece que es necesario encontrar siempre un culpable para cualquier error, cualquier sufrimiento, cualquier fracaso. Parece que las cosas no aceptables o no aceptadas requieren que haya alguien que pague con un castigo por ello.
Nosotros somos en gran parte culpables –si es que tiene que haber culpables- de la mayoría de las cosas que nos pasan, de las que hacemos y de las que omitimos, y en muchos casos algo tan simple como equivocarse, que no debería tener mayor importancia, lo magnificamos hasta el punto más extremo.
El sentimiento de culpa personal es una reacción inconsciente que proviene de la educación que recibimos, basada en los premios o castigos. Las cosas, las menos apetecibles, pueden y deben ocurrir sin que ello implique una condena. Pueden y deben ocurrir sin arrastrar un drama. Pasó, simplemente pasó. Se aprende para procurar que no vuelva a pasar y ya está.
El castigo posterior y la habitual expiación son una mala costumbre, pero no son imprescindibles y tampoco son siempre algo instructivo. Más bien puede ofrecer el resultado opuesto y auto-castigarse puede perjudicar la relación que uno tiene consigo mismo.
Es conveniente ordenar bien la conciencia, hacer que sea objetiva y que esté de nuestro lado. Ella es la primera en llegar al lugar de los hechos y es quien dictamina la gravedad o la levedad lo sucedido, y depende de su capacidad de comprensión imparcial y generosa que lo sucedido se archive sin darle más importancia o que comience ahí un largo camino de reproches y acusaciones.
Generalmente nadie quiere sentirse culpable. Es más cómodo que la responsabilidad sea de otro, o del karma, o del destino, o de los dioses que tienen mal día y están en contra. Es más fácil des-culpabilizase, pero a veces la conciencia cumple bien su misión y nos obliga a responsabilizarnos, pero no indica expresamente que el hecho de darnos cuenta tenga que llevar inevitablemente aparejado un castigo. Esa no es su tarea.
“El que echa la culpa a los demás tiene un largo camino por recorrer. El que no culpa a nadie, ha llegado”. No sé quién escribió la frase, pero es cierta. Las culpas se pueden convertir en pesadillas. En esa aspiración innata a la perfección y el bienestar que todos buscamos hay un reproche esperando para cada acto o situación que no es de nuestro agrado. No queremos conformarnos –afortunadamente- con la imperfección, si bien es cierto que sería útil y realista asumir que el hecho de ser Humanos nos asigna la norma de ser imperfectos. Es cierto que hay otro tipo de personas, menos combativas y con menos Amor Propio, a las que les resulta más cómodo quedarse en una culpabilidad que les lleva a quedarse estancados que afrontar los cambios que necesitan. Si uno es honrado de verdad, no debería negarse a sí mismo la opción del Mejoramiento y el Desarrollo Personal.
“El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”, dijo Jesús de Nazaret. La naturaleza humana nos impone ese sentimiento de culpabilidad. El trabajo personal consiste en averiguar qué es lo que sí merece arrepentimiento sufriente y a qué no hay que darle tal poder autodestructivo. ¿Me siento culpable de las cosas que yo decido que está mal o de lo que los otros deciden que está mal?, ¿hago caso a mis normas o me limito a obedecer las ajenas? Cuando me siento culpable… ¿realmente soy culpable?, ¿por qué soy culpable?, ¿para qué sirve un sentimiento de culpabilidad sostenido en el tiempo?, ¿cuánto tiempo tiene que durar el dolor por la culpa?
Responder a la pregunta de para qué sirve la culpa nos enseña a aprender de nuestros errores y al mismo tiempo nos puede ayudar a desarrollarnos como personas, porque nos hace tomar consciencia de algo que no nos ha gustado y nos ha dejado ese sentimiento.
¿Cómo nos perjudica la culpa? Dejándonos atrapados en lo pasado y haciendo que desaprovechemos los momentos presentes. Quedarnos estancados en la culpa sólo nos provoca un sufrimiento emocional por algo que es evidente que ya no podemos cambiar. Tenemos control sobre cómo actuar en otra ocasión, pero ya no tenemos control sobre lo que sucedió. Por lo tanto, hay que aprender de la situación sobre lo que queremos hacer en otra ocasión de otro modo y salir del innecesario estancamiento en el estiércol del dolor.
Este asunto requiere una revisión a fondo y sin prejuicios. Es mejor crearlo todo de nuevo que tratar de hacer cambios.
Te dejo con tus reflexiones…