AMOR Y DIOS. O VICEVERSA
(o cómo ahorrarse 25 años de dar vueltas)
Hace 25 años que empecé en esto del Crecimiento Personal.
Entonces ni siquiera sabía que era esto lo que hacía: buscarme.
Entonces me interesaba lo exotérico, y poco después comenzaba a coquetear, sin darme cuenta, con lo esotérico.
Sobre casi cualquier cosa que se te ocurra, hice Cursos, o leí libros, o acudí a una Charla, Conferencia o Congreso.
Tenía una gran avidez de conocimientos, pero no sabía de qué tipo, así que me dispersaba de una a otra cosa en busca de no sé qué.
Tuve la fortuna de tener conversaciones enriquecedoras con personas que saben –porque conocen- mucho.
Tuve y tengo el regalo impagable de tener una Maestra que me mostraba el modo de ahorrarme 25 años de dar vueltas, de andar perdido creyendo que estaba en lo correcto.
Tuvo la paciencia y la sabiduría de dejar que diera los pasos que yo creí oportunos.
No me obligó a que me ahorrara ninguno de mis pasos; no insistió expresamente en ello.
Mi mente se empeñaba en comprender lo que le es incomprensible. Quería comprender Amor y Dios como comprendo interruptor y suma.
Mi Maestra me mostraba la esencia, me anunciaba cuál es la verdad: Amor y Dios. O viceversa.
Pero yo seguía buscando a Dios en los libros, y al Amor en las teorías.
He necesitado 25 años para darme cuenta de que todos los caminos no llevan a Roma, sino a Dios y al Amor. O viceversa.
Dios dentro de Uno, Dios siendo uno, Dios en el Cielo imaginario, Dios Creador del Amor, La Divinidad, Lo Superior, la parte Espiritual que habita en el interior o que nos rodea y abarca…
Como uno quiera Llamarlo y donde Uno quiera Situarlo: Dios.
Amor propio –a uno mismo- y Amor –Fraternal o Cósmico- a todo y al prójimo. Todos los prójimos, por supuesto, incluidos los desconocidos. (Ella, que ya conoce a Dios, sólo le pide una cosa: enséñame a Amar)
¡Tantos de mis años dedicados para comprender dos palabras…!
Ya he aprendido a hablar de Amor con naturalidad, Amar sin ruborizarme, y decir Dios con la boca grande y sin hacerme un lío.
Y no hay nada más.
(Bueno, hay más, pero, aunque se le da importancia, no es importante)
Amor y Dios.
O viceversa.
Y si tuviéramos las cosas claras, sobraría una de las dos.