TOMAR DECISIONES: LA CLAVE PARA SALVAR 155 VIDAS EN 30 SEGUNDOS.
5 DE ENERO DE 2009.
El día es frío, el cielo es de un gris emborronado y la gente se aferra a sus bufandas y se cala sus capuchas. Incluso, dentro del avión, nadie se quita el abrigo.
El Airbus A320 de US Airways despega entre corrientes de un viento gélido. El piloto es Chelsey Sullenberger, “Sully”.
A los tres minutos de vuelo, a una altitud aproximada de 850 metros, el avión golpea una bandada de gansos canadienses. Los pájaros se ven de pronto envueltos en la vorágine de las turbinas, y los pasajeros escuchan el estallido. Ambos motores arden, la gente puede ver las llamas. Cunde el pánico, todos dejan de poder pensar con claridad, todos hiperventilan, todos tiemblan.
TODOS MENOS SULLY.
Sully toma tres decisiones drásticas en 30 segundos. Sully respira hondo y decide desconectar el sistema automático de alarma para poder tomar el mando total del avión. Sully analiza la situación con su copiloto y transmite toda la información al control aéreo en menos de 15 segundos. Sully decide que no es viable hacer un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto del que acaban de despegar, ni en ningún otro. Sully toma la firme decisión de aterrizar forzosamente en el río Hudson, en pleno Nueva York.
El Airbus A320 cae a plomo, sin potencia en los motores, dejando una estela de humo negro a su paso. Se acerca al río, pasa a menos de 30 metros de uno de los puentes de la ciudad, y Sully mantiene el morro firme y con el ángulo perfecto. El avión choca contra el río y tiembla, pero no se rompe.
SULLY CONSIGUE SALVARLOS A TODOS EN 30 SEGUNDOS
Los 155 pasajeros son evacuados; sobreviven todos. El destino de 155 vidas, resuelto en la toma de decisiones de un hombre, en 30 segundos.
LA DIFICULTAD DE TOMAR DECISIONES Y EL MIEDO A EQUIVOCARSE
Cuando amanecemos un día cualquiera no nos enfrentamos a esa situación, pero sí somos responsables del destino de una vida, como mínimo: la nuestra. Y es aquí donde, a veces, la dificultad para tomar decisiones nos rompe, nos paraliza. Tomamos decisiones para afrontar un problema, una situación, algo que se eleva por encima de nosotros como un enorme muro. Pero tras ese muro hay otro, y luego otro.
Porque detrás de cada solución a un problema nos espera el nacimiento de mil problemas más. Y por todas ellas pagamos un precio. Cada decisión nos cuesta (tiene un coste). No existe una solución inocua, igual que no podemos convertir el agua en vino. Con todo ello en mente, es tremendamente natural y adaptativo… morirse de miedo. Miedo a equivocarse, miedo a pagar un precio demasiado alto, miedo a decidir.
LA IMPORTANCIA DE COMBATIR LA INDECISIÓN Y APRENDER A CONVIVIR CON EL MIEDO
Pero, como con todo, el valiente es el que convive con ese miedo y decide entenderlo, aceptarlo, explicárselo y luego seguir adelante igualmente.
Porque sencillamente, no podemos no decidir:
Dejar pasar el tiempo, clavados en el sitio, refugiados en la esperanza mágica de que habrá una solución sin pérdida ni coste, es haber tomado también una decisión. Si Sully hubiese dejado pasar 5 segundos más, la historia habría sido diferente. La ganancia detrás de una decisión es incierta y la pérdida, segura.
De ahí la importancia de combatir la indecisión, día a día, paso a paso.
En un proceso de terapia se hace precisamente eso; no somos Sully, pero ayudamos a procesar, entender y gestionar el miedo. A ir poco a poco despertando, a poder movernos mejor. A tomar decisiones y a sentirnos plenos por ello.
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