¿SABES REFLEXIONAR BIEN?
En mi opinión, reflexionar bien es un arte, además de una necesidad, y es una gran aportación al mejoramiento de nuestra vida y de nuestra personalidad y carácter.
No siempre se aprecia y valora bien todo lo que nos puede aportar, y lo digo por lo que compruebo en las conversaciones que tengo con otras personas. No le damos ni el tiempo ni el lugar que le corresponde, confundiéndolo a menudo con pensar, que es algo más ligero, menos profundo, más “de compromiso para salir del paso” que una reflexión bien hecha para la cual se requieren una serie de condiciones que hay que cumplir para que sea efectiva.
Pensar es una acción involuntaria en la mayoría de las ocasiones; más o menos es como que la mente actúa por su cuenta, sin nuestra atención ni supervisión, y emite pensamientos/ideas que admitimos como propios porque “los hemos pensado nosotros” según creemos. Y no es cierto. Son generados por programas que nos inculcaron padres y educadores. Son autónomos. Para pensar no es necesario reflexionar. Es otra cosa.
Reflexionar, en cambio, es un acto de atención responsable donde uno interviene atenta y conscientemente para controlar y dirigir todo el proceso mental, evitando de ese modo los automatismos de la mente. Pensar es para los asuntos cotidianos, reflexionar es para asuntos más importantes y trascendentales.
Reflexionar requiere tiempo. La impaciencia es una enemiga peligrosa porque con su urgencia empuja a tomar decisiones o soluciones rápidas aunque no sean las más apropiadas.
Reflexionar bien es el origen de las buenas decisiones. Para hacerlo bien es conveniente observar el asunto del que se trate desde diferentes puntos de vista y no solo desde el habitual. Es interesante entrar en el asunto, verlo y salir. Volver a entrar, pero desde otra puerta, verlo y salir. Y así varias veces. Además, observar. Simplemente observar todo desde fuera: incluso los procesos mentales, los propios autoengaños, las justificaciones que son injustificables, lo real y lo irreal. En la observación sincera se descubre la realidad.
La reflexión bien hecha requiere sosiego. Requiere el encuentro con uno mismo para quedarse a solas con uno mismo. A solas quiere decir que no se ha de permitir el paso al ego, ni a los miedos que tenemos acumulados y nos condicionan a su antojo, ni las ideas que otros nos han inculcado, ni los intereses ajenos que pretenden imponerse y desbancar a los propios.
Una reflexión correcta necesita de la concordancia entre lo interno y lo externo y que el corazón no pretenda imponer sus razones personales a la mente, ni viceversa.
Cuando haya que reflexionar sobre algo importante es interesante verlo en diferentes días y a diferentes horas. A algunas personas la noche les da claridad de ideas pero a otros solo les aporta pesimismo. Cada uno debe conocerse y saber cuál es su mejor momento de claridad mental. Personalmente, prefiero el día y mejor aún si hay sol.
Acabo todos mis artículos siempre del mismo modo: “Te dejo con tus reflexiones…”, cada vez que cierro las comillas me pregunto si realmente el lector le dedicará el tiempo que requiere la propuesta que haya hecho a lo largo de cada artículo, y me pregunto si cuando hablamos de reflexionar todos entendemos lo mismo. No me gusta dar soluciones porque me parece que puede ser un condicionamiento, o porque los más cómodos las pueden adoptar como propias y con eso se pierden colaborar en su verdadero Crecimiento Personal, que no se logra sabiendo decir de memoria frases ajenas sino pariéndolas con su mente y su corazón. Prefiero que cada uno elabore sus propias conclusiones para que sean verdaderamente suyas. Así que…
Te dejo con tus reflexiones…
