CUANDO SIENTES QUE A TI TE FALTA ALGO.
Vanessa Carreño Andrés
¿Sabes esa sensación de que a ti siempre te falta algo?
Yo lo llamo “vivir en la carencia”.
Y, ojo, porque, si vives así, seguramente no lo sepas.
No es algo fácil de ver para quien lo sufre, así que éste es un post para que empieces a observarte, y no tanto para que te sientas identificada desde ya.
Mira, hay un perfil de personas que siempre están en lo que les falta, en lo que no tienen, en lo que no son o en lo que no hay en sus vidas.
Por ejemplo, la que piensa “yo no soy tan divertida, ella cae mejor que yo”.
O “esto me pasa porque yo no tengo seguridad en mí misma. Claro, ¡si fuera más valiente!”.
O que, si un fin de semana nadie quiere ir con ella al cine, se dice “es que conmigo no se lo pasan bien. Si fuera otra persona seguro que sí que querrían quedar”.
Es alguien que siempre está pensando en todo lo que le falta, en todo lo que ha perdido, en lo que debería haber sido y no fue, en todo lo que no tiene, y fantaseando con lo que un día será…
Y te voy a poner un ejemplo personal, porque yo soy de éstas (aunque ahora lo tenga un poco más sanado):
El año pasado, en una formación de Bioenergética, estábamos haciendo un ejercicio en movimiento con los ojos cerrados y mis compañeros empezaron a conectar mucho con la emoción y a dar gritos. Estaban mucho más metidos que yo en el ejercicio. ¿Sabes cuál fue mi primer pensamiento en ese momento? “No lo estoy haciendo bien”.
Donde otra persona en la misma situación podría haber pensado “a mis compañeros se les ha ido la olla”, yo pensé que el problema lo tenía yo.
A eso me refiero con vivir en la carencia, a pensar que siempre eres tú a la que le falta algo.
“Pase lo que pase, siempre es porque a mí me falta algo”.
Te pongo otro ejemplo: una coach que lleva un par de años queriendo conocer a una pareja, pero nada. Y en la primera sesión me contaba que siempre está con la duda de si es que es demasiado exigente o que descarta demasiado rápido.
Es decir, ante algo que no le está funcionando, su pensamiento automático es que la que lo está haciendo mal es ella porque no selecciona bien (donde otra persona que no estuviera en la carencia podría pensar, por ejemplo, que el mercado está fatal y que no hay hombres que merezcan la pena).
ES TU MIRADA, NO LA REALIDAD
Quien vive en la carencia siempre siente que le falta algo, ya sea una pareja, un trabajo mejor o tener más confianza en sí misma.
Y siempre hay una idealización de que “si yo tuviera eso, estaría feliz”.
O de que “si me pasara eso, me sentiría bien”.
Pero, en realidad, no es así. Porque a quien está en la carencia le da igual lo que pase, que siempre seguirá sintiendo carencia y estando en lo que le falta.
Vaya, que si tú también eres de éstas, tal vez ahora tengas algo que hace unos años anhelabas, pero, aun así, seguirás sintiendo que te falta algo.
Es decir, el vivir en la carencia del que hablo es un sentimiento tan profundo que no depende tanto de lo externo como de tu manera de mirar.
De tu manera de mirar lo de fuera y de tu manera de mirarte a ti.
Porque, en realidad, esa sensación de carencia nace de una sensación de no ser suficiente y de que a ti, como persona, te falta algo.
Y de ahí se expande a todo lo demás, como un pozo sin fondo.
Como un patrón automático que se activa con frecuencia y desde el que respondes a todo lo que te pasa.
Véase:
Si voy al súper y no quedan los yogures que me gustan, conecto con la carencia (en vez de fijarme en la cantidad de cosas ricas que llevo en el carrito).
Si alguien se olvida de mi cumple, conecto con la carencia (en vez de ver todas las personas que se han acordado y me han felicitado).
Si pierdo un objeto, conecto con la carencia (en vez de valorar todo lo que tengo o el tiempo que he disfrutado de ese objeto).
Si voy a clases de dibujo y un compañero dibuja algo a mi lado, observo lo que ha hecho y me fijo en todo lo que él ha dibujado y yo no (en vez de valorar lo especial de cada dibujo).
Porque todo gira en torno a un “no soy suficiente”, “me falta algo”, “no soy válida”, “no debería ser así”, “esto que me pasa es por mí”…
Y, claro, desde ahí, te crees que tú siempre estás peor y que tu situación es mucho más horrible que la de los demás.
Si no tienes familia, porque no la tienes.
Si la tienes mal avenida, porque la tienes mal avenida.
Si la tienes y se llevan bien, porque es que tú no tienes amigos.
Lo que sea, pero a ti siempre te falta algo, porque siempre estás enfocada en lo que no tienes y mirando a quien sí tiene eso…
¿El gran problema? Que te pierdes todo lo que sí hay y todo lo que sí tienes, porque no lo puedes ver.
Que no ves lo que eres porque solo tienes ojos para lo que no eres.
Por ejemplo, les estás contando algo que te ha pasado a unos amigos y uno de ellos mira para otro lado, y tú piensas “claro, es que no me sé explicar y le estoy aburriendo” (en vez de ver que los otros sí que te están escuchando o de pensar que tal vez ese amigo esté preocupado por algo).
O viene tu madre a hacerte una visita y solo piensas en lo que os ha faltado por hacer, en vez de pensar en lo que sí habéis hecho.
Siempre en lo que debería haber, y nunca en lo que hay.
Con el foco puesto en la carencia, en vez de ponerlo en la abundancia.
“Siempre estoy pensando en mis defectos, en todo lo que no me gusta de mi cuerpo, en todo lo que no sale como yo quiero, en todo lo que los demás no me dan…”, que me decía una coachee de éstas hace unos días.
Sí, quien se coloca desde este lugar tiene un profundo sentimiento de que la vida le debe algo y de que alguien se lleva lo que es suyo.
Y, como todo parte desde la carencia, por esa sensación profunda de que le falta algo, carencia es lo que obtiene. Porque no puede ver más allá.
ENCIENDE LA LUZ
Como puedes ver, las personas que tenemos este perfil necesitamos aprender a conectar con el agradecimiento a lo que es. A lo que hay. A lo que somos.
Dejar de evitar y cambiar la resignación, la queja y el lamento por responsabilidad.
Porque el sentimiento de carencia inmoviliza y te impide asumir tu propia responsabilidad en lo que te pasa y en lo que puedes hacer con lo que te pasa.
Por ejemplo, si un amigo no me llama y yo directamente pienso que es porque no le intereso, no me daré cuenta de que también puedo llamarle yo.
O si en el trabajo mi jefe le da a otra persona un reconocimiento que yo esperaba que fuera para mí, pues si parto de la base de que a mí me falta algo, no me defenderé ni pediré explicaciones ante una decisión que considero injusta.
Es decir, el sentimiento de carencia paraliza, cuando lo que necesita este perfil es justamente lo contrario: acción.
Moverse. Pedir. Expresar. Ver. Buscar. Salir del cascarón.
Porque, claro, mientras lo mío sea lo peor y no tenga solución, no haré nada. Viviré rendida, lamentándome, sin hacerme responsable y sin currarme lo que quiero.
Y solo me sentiré vista por el otro desde ahí, porque carencia es lo que proyecto y, seguramente, la manera en la que he aprendido a recibir atención.
Porque la manera en la que he aprendido a sentirme especial es esa, desde lo negativo, desde lo que no hay, desde lo que me falta.
Desde la oscuridad, en vez de hacerlo desde la luz.
Mira, para terminar con un ejemplo bonito, hace poco otra coach me contaba cómo había sido el nacimiento de su primer hijo, después de un parto muy difícil de tres días.
“No paraba de pensar que había algo defectuoso en mí y que cómo iba a ser capaz de dar a luz otra vez, y entonces llegó la matrona y me dijo “peazo mujer que has aguantado tres días de parto”. Me emocionó muchísimo escucharlo desde el reconocimiento, en vez de hacerlo desde la carencia, que era como lo estaba mirando yo”.
Pues eso.
Y esto también puedes hacerlo tú, contigo misma. Empezando a valorar lo que eres y a mirar lo que sí está en ti, en vez de reprocharte lo que no eres y apuntar a lo que te falta.
https://coachingtobe.es/sientes-que-a-ti-te-falta-algo/