LA CRIANZA DE LOS HIJOS COMO UNA DISCIPLINA ESPIRITUAL
El mayor regalo que le puedes dar tu hijo eres tú mismo.
Esto significa que parte de tu trabajo como padre es seguir creciendo en el auto-conocimiento y en la percepción. Éste es un trabajo continuo, pero puede avanzarse reservando un tiempo para la contemplación silenciosa. Sólo tenemos el ahora.
Las intenciones nos recuerdan lo que es importante. Cuando formamos la intención de hacer algo, y esa intención a su vez informa nuestras opciones y acciones, aumentan mucho nuestras posibilidades de ser sensibles a lo que es importante en nuestras vidas y es más probable que captemos el concepto general. Nuestras intenciones sirven como planos de construcción, permitiéndonos dar forma y dirección a nuestros esfuerzos, y evaluar cómo lo estamos haciendo al trabajar en desarrollar algo digno de nosotros y de nuestras vidas. De manera que en algún momento, cuando quiera que sea, tenemos que decidir qué es realmente importante para nosotros y luego trabajar constantemente en tener presente ese marco de referencia a medida que se desarrollan las cosas.
En la crianza de los hijos en la atención plena, es importante reafirmar ciertos principios desde el comienzo. Esto no significa que si ya tenemos hijos, sea demasiado tarde para traer la atención plena a su crianza. Significa que comenzamos, cuando estamos listos, dondequiera que estemos en nuestras vidas, y trabajamos en el aquí y el ahora, formulando las intenciones que para nosotros son importante afirmar y llevar a cabo, y que son realistas. No sólo nunca es demasiado tarde para introducir la atención plena en nuestras vidas; el preciso instante en que hacemos el compromiso consciente de hacerlo se vuelve el momento perfecto para comenzar.
A continuación hay algunas intenciones que puedes encontrar útiles. Por supuesto, también puedes crear las propias:
Intención Uno: Traeré toda mi creatividad al trabajo de la crianza de los hijos en la atención plena.
Intención Dos: Veré la crianza de los hijos como una disciplina espiritual, en el sentido de que me proporcione todas las oportunidades necesarias para cultivar la sabiduría y abrir mi corazón, de manera que pueda conocer y expresar mi verdadera naturaleza y que comparta lo mejor de mí con mis hijos y con el mundo.
Intención Tres: Cultivaré la atención plena y el discernimiento en mi vida diaria, sobre todo con mis hijos, usando la atención a mi respiración para estar bien asentado en el momento presente.
Intención Cuatro: Haré todos los esfuerzos para ver a mis hijos como son realmente, y para recordar el aceptarlos por quienes son en cada edad, en lugar de cegarme con mis propias expectativas y temores. Al hacer un compromiso de vivir mi propia vida totalmente y de trabajar en ver y aceptarme tal como soy, podré lograr una aceptación similar de mis hijos. De esta manera les puedo ayudar a crecer y materializar su potencial total como seres únicos.
Intención Cinco: Haré todos los esfuerzos para ver las cosas desde el punto de vista de cada hijo y de entender cuáles son sus necesidades y de satisfacerlas lo mejor que pueda.
Intención Seis: Usaré cualquier cosa que suceda en mi propia vida y en las vidas de mis hijos, incluyendo los momentos más oscuros y difíciles, como “harina de este costal”, para crecer como ser humano de manera de entender mejor a mis hijos, sus necesidades espirituales y lo que se requiere de mí como padre.
Intención Siete: Desplegaré estas intenciones en mi corazón, y me comprometeré a ponerlas en práctica lo mejor que pueda, todos los días, y de las maneras apropiadas que me parezcan correctas y que honren la soberanía de mis hijos, y la mía propia.
DOCE EJERCICIOS PARA LA CRIANZA DE LOS HIJOS EN LA ATENCIÓN PLENA
1. Intenta imaginar el mundo desde el punto de vista de tu hijo, dejando ir, intencionalmente, tu propio punto de vista. Haz esto todos los días durante por lo menos unos momentos para recordar quién es este hijo y qué es lo que enfrenta en el mundo.
2. Imagínate cómo se te ve y escucha desde el punto de vista de tu hijo, es decir, teniéndote a ti como padre hoy, en este momento. ¿Cómo podría modificar esto la forma en que te comportas en tu cuerpo y en el espacio, como hablas, lo que dices? ¿Cómo deseas relacionarte con tu hijo en este momento?
3. Practica el ver a tus hijos como simplemente perfectos de la forma que son. Fíjate si puedes mantenerte atento a su soberanía de un momento al siguiente momento, y trabaja en aceptarlos tal como son cuando sea más difícil para ti hacerlo.
4. Está atento a tus expectativas respecto de tus hijos y considera si son verdaderamente en su mejor interés. También, se consciente de cómo comunicas esas expectativas y como los afectan.
5. Practica el altruismo, poniendo las necesidades de tus hijos por encima de las tuyas siempre que sea posible. Entonces ve si no hay algún terreno común donde tus verdaderas necesidades también puedan satisfacerse. Te sorprenderás cuánto traslape es posible, sobre todo si eres paciente y te esfuerzas hacia el equilibrio.
6. Cuando te sientas perdido o confundido, recuerda detenerte, como en el poema de David Wagoner: “El bosque respira…”. Escucha lo que está diciendo; “El bosque sabe/donde estás. Debes permitirle encontrarte…”. Medita sobre el todo, trayendo tu atención total a la situación, a tu hijo, a ti mismo, a la familia. Al hacerlo, puede que vayas más allá del pensamiento, incluso del pensamiento bueno, y puedas percibir intuitivamente, con todo tu ser (sentimientos, intuición, cuerpo, mente y alma) lo que realmente necesita hacerse. Si aun así no está claro, quizá lo mejor sea no hacer nada hasta que se aclare más. A veces es bueno permanecer callado.
7. Intenta personificar la presencia silenciosa. Con el tiempo esto crecerá más allá de la práctica formal e informal de la atención plena, si estás atento a cómo te comportas y a lo que proyectas con el cuerpo, la mente y el habla. Escucha cuidadosamente.
8. Aprende a vivir con la tensión sin perder tu propio equilibrio. En Zen y el Arte de Arquería, Herrigel describe cómo le fue enseñado a permanecer sin esfuerzo en el punto de mayor tensión sin disparar la flecha. En el momento correcto, la flecha se dispara misteriosamente a sí misma. Haz esto practicando el enfrentar cualquier momento, por difícil que sea, sin intentar cambiar nada y sin pretender que ocurra un resultado particular. Simplemente trae tu conocimiento pleno y tu presencia a ese momento. Practica el ver que cualquier cosa que surge se puede “trabajar”, si estás dispuesto a estar parado de esa manera en el presente, confiando en tu intuición y en tus mejores instintos. Tu hijo, sobre todo cuando es más chico, necesita que tú seas un centro de equilibrio y responsabilidad, un hito confiable con el que pueda orientarse dentro de su propio territorio. La flecha y el blanco se necesitan uno a otro. El forzar no ayuda. Se encontrarán mejor a través de la atención sabia y de la paciencia.
9. Pide disculpas a tu hijo cuando hayas traicionado su confianza aún de la manera más pequeña. Las disculpas sanan. Una disculpa muestra que has pensado más sobre la situación y has logrado verla con más claridad, o quizás más desde el punto de vista de tu hijo. Pero debemos estar atentos al pedir “perdón” demasiado a menudo. Pierde su significado si nosotros lo estamos diciendo siempre o si lo hacemos un hábito del remordimiento. Entonces puede convertirse en una manera de no tomar responsabilidad de nuestras acciones. Sé consciente de esto. A veces, el cocinar al remordimiento puede ser una buena meditación. No apagues el fuego hasta que la comida esté lista.
10. Cada niño es especial y cada hijo tiene necesidades especiales. Cada uno ve de una manera completamente única. Sostén una imagen de cada hijo en tu corazón. Sorbe su ser, mientras le deseas lo mejor.
11. Hay tiempos muy importantes en los que necesitamos practicar el ser muy claros y muy fuertes e inequívocos con nuestros hijos. Permite que esto provenga tanto como sea posible de tu conocimiento y generosidad y discernimiento, en vez del miedo, de la arrogancia o del deseo de controlar. La crianza de los hijos en la atención plena no significa el consentir demasiado, el descuidar o el ser débil; ni tampoco significa el ser rígido, dominante y controlador.
12. El mayor regalo que le puedes dar tu hijo es tu mismo. Esto significa que parte de tu trabajo como padre es seguir creciendo en el auto-conocimiento y en la percepción. Tenemos que estar bien asentados en el momento presente para compartir lo que es más profundo y mejor en nosotros. Éste es un trabajo continuo, pero puede avanzarse reservando un tiempo para la contemplación silenciosa, en cualquier forma que sea cómoda para nosotros. Sólo tenemos el ahora. Permitámonos usarlo lo mejor posible, para el beneficio de nuestros hijos y el nuestro propio.
Por Myla y Jon Kabat-Zinn
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