“Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil” (Confucio)
A medida que me voy haciendo más mayor leo más despacio.
No estoy mal de la vista y la cabeza me funciona perfectamente.
Es sólo que ahora le dedico más tiempo a sentir lo que me dicen las palabras, y me entretengo en archivarlas en el sitio adecuado, tras haberles permitido pasearse por los recuerdos, por el sitio donde tengo colocadas las cosas que me parece que sé, o que alteren cuanto quieran mis supuestas creencias actuales y todas mis emociones.
Cuando leo cosas acerca del Crecimiento Personal, de la espiritualidad, del alma, de sentimientos o emociones, o de Lo Superior, no puedo hacerlo del mismo modo que cuando leo el periódico.
Leo-siento al mismo tiempo. Leo-dudo y trato de resolver esas dudas. Leo-confirmo cuando en mi interior resuena una coincidencia con lo que acabo de ojear. Leo-me alegro cuando lo que leo es nuevo para mi corazón y este se regocija con la aportación.
No hay que leer sólo lo que dicen las palabras, sino también lo que sólo insinúan, o lo que proponen aún sin darse cuenta, lo que llevan muy escondido y lo que no se atreven a decir.
Hay que leer, siempre, con los ojos del corazón.
Y sin prisa. Las veces que sean necesarias. Hasta sacarles todo el primer jugo. Posiblemente en otras lecturas digan cosas nuevas.
Al final no hay examen, por lo tanto no se trata de aprenderlas de memoria para luego repetirlas como un loro, sino que hay que acomodarlas en nuestra integridad.
No se trata, por supuesto, sólo de llegar al final.
Se puede, y se debe, parar cuantas veces sea necesario.
Ellas esperan.
Se puede volver atrás.
Comenzar de nuevo.
Hay que sentir o hay que descartar.
Llevarse bien con todas, pero sólo amar las que emocionan.
Quererlas como propias a las que sintamos de ese modo, y soltar las demás aunque tengan el apellido noble de un pensador reconocido.
No importa lo que sabe o lo que experimentó el que las escribió, que él no hace tu vida.
Importa lo que tú hagas con ellas.
Un burro cargado de libros no deja de ser un burro.
Las frases célebres no son más que recetas que, si nunca se llegan a cocinar, son solamente decorativas y nada más.
Hay que atreverse a crear las propias frases.
Aunque al principio sean modestas.
O sean las mismas que ya dijeron otros, pero esta vez con nuestra voz.
Atreverse a ponerles firma sin ser coaccionados por la modestia.
No es una competición, ni una exhibición cultural. Es dejar turno de voz al corazón. Es dejar de acallar a los sentimientos. Es desencadenar al sabio.
En el Ccamino cada uno tiene un ritmo y una idea de meta.
Jugamos en categorías distintas.
Además, esto no es una competición de elocuencia.
No competimos con la élite de los profesionales: somos amateurs. Y también hay campeones en la tercera categoría.
No se trata de ser el más o el mejor, sino de ser, y cada uno tiene lo que Dios, o la vida, o las circunstancias, le han dado. Se trata de gestionar del mejor modo posible aquello con lo que uno cuenta.
Se trata de ser eternos aprendices, alumnos atentos y con buena voluntad.
No se trata de saber más: se trata de sentir más.
La lectura es una fuente de agua que colma a quien tiene sed.
Bebe con moderación y detente antes de llegar al hartazgo.
Bebe a pequeños sorbos, para no atragantarte y degustar cada trago.
Lee, y reflexiona, porque si no es una ocupación inútil.