¿En qué consiste dialogar con la niña/el niño interior?
El diálogo con el niño/a interior forma parte del proceso de integración psicológica del que hablábamos más arriba. En cada uno y cada una de nosotros, vive el niño o la niña que fuimos. Más aún, todas nuestras reacciones desproporcionadas y repetitivas no nacen del adulto que somos hoy, sino del niño/a que nos habita. Ese niño requiere ser escuchado, atendido, reconocido., para que podamos crecer en unificación. Para dialogar con él, necesitamos empezar por visualizarlo -a partir de nuestros recuerdos o de alguna fotografía-, para poder envolverlo en una mirada bondadosa y en un afecto sincero. Al dejarse alcanzar por esa mirada y ese sentimiento, el niño empezará a sentirse vivo, recuperando el gusto por vivir y por ser como es. Esto puede ser lento, porque el niño que sufrió no se va a "entregar" fácilmente, pero cualquier paso que demos en ese diálogo beneficiará el conjunto de nuestra vida.
Para vivir lo que somos nos propone cuatro actitudes y un camino. ¿En qué consiste vivir en presente? ¿Qué nos impide o dificulta vivir en presente?
Vivir en presente es algo tan simple como atender a lo que está aconteciendo aquí y ahora, como si no existiera ninguna otra cosa que lo que ahora acontece.
Lo que nos lo impide es nuestra identificación con la mente: cada vez que nos dejamos reducir, consciente o inconscientemente, a nuestros pensamientos, nos hemos alejado del presente. Porque el pensamiento sólo puede estar en el pasado (o proyectándose en un futuro). Se suele hablar de una "mente funcional", que desarrolla su trabajo a nuestro servicio, como si de un órgano más se tratara; y de una "mente pensante", aquélla que nos atrapa y de la que no logramos tomar distancia. Es esta "mente pensante" la que nos aleja sin remedio del presente. Por eso decía antes que meditar es, a la vez, acallar la mente y venir al presente.
¿En qué consiste vivir en profundidad? ¿Qué nos lo dificulta?
Vivir en profundidad es equivalente a vivir en plenitud, bien conectados y anclados en las raíces que dan sentido a todo lo que es. El poeta argentino Francisco L. Bernárdez nos recuerda que "lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado". Vivir en profundidad significa no negar ninguna dimensión de lo Real.
Lo dificulta de nuevo la reducción a la mente y una cultura "chata" que, por diferentes motivos, pareció empeñada en negar todo aquello que la mente no pudiera medir. Poco a poco, esa visión de va modificando, afortunadamente, y hasta la misma física moderna nos abre a horizontes que la ciencia clásica había descartado.
¿En qué consiste vivir en solidaridad? ¿Qué nos lo dificulta?
La solidaridad es la forma concreta que toma la compasión. La compasión -como capacidad de ponerme en el lugar del otro y sentir-con él-, a su vez, nace de la comprensión de nuestra unidad radical. Y nos lleva a plasmar lo que desde siempre había preconizado la "regla de oro": "Trata a los demás como quieres que ellos te traten".
La mayor dificultad, como siempre, es la ignorancia, que nos hace reducirnos a nuestro ego, que se rige además por sus propias necesidades y carencias. El ego no puede entender la vida sino en clave de competitividad: lo que doy, lo pierdo. Sólo tomando distancia de él, seremos capaces de percibir las cosas de otro modo: en la gran Red que somos, compartiendo la misma identidad profunda, dar es recibir; obtengo lo que doy.
¿En qué consiste vivir constructivamente? ¿Qué nos lo dificulta?
El vivir constructivamente tiene que ver con la tarea de re-educación. Con frecuencia, fruto de nuestra historia, nos dejamos conducir por actitudes destructivas, que causan más daño que el problema en sí mismo. Todos podemos reconocer en nuestra infancia necesidades, frustraciones y defensas. De ese triple bloque suelen nacer los comportamientos del ego. Pero las defensas que puso en marcha en un momento determinado no siempre fueron las más adecuadas. Algunas de ellas habrían de revelarse particularmente nocivas: endurecimiento, rigidez, aislamiento, rumiación, agresividad, autorreproche, comparación, culpabilización, dramatización, huida de sí, justificación.
Ahí encontramos la gran dificultad para, sobre todo cuando se hace presente el malestar, actuar de un modo constructivo, desde actitudes ajustadas a la situación. Y se trata en realidad de una cuestión nuclear, si tenemos en cuenta que lo realmente decisivo no es lo que nos ocurre, sino aquello que hacemos -eso es una actitud- con lo que nos ocurre.
¿Por qué es la meditación el camino? ¿Cómo nos ayuda a vivir lo que somos?
La meditación es el camino porque nos conduce a nuestra verdad más profunda. Si, como hemos venido repitiendo, todo nace de la comprensión, únicamente en la medida en que vayamos comprendiendo y experimentando quiénes somos realmente, podremos vivirlo. Pero, para poder comprenderlo, necesitamos acallar y trascender la mente: eso es meditar.
Meditar es algo que se halla al alcance de toda persona. Se requiere sólo una práctica perseverante que, progresivamente, nos vaya haciendo diestros en el arte de tomar distancia de la propia mente y de empezar a habitar y saborear el presente, el único lugar de la Vida y de la Plenitud, porque fuera de él no hay sino ignorancia y sufrimiento.
Somos como personas dormidas que otorgan a sus sueños carácter de realidad.
Toda nuestra tarea y nuestro objetivo en la vida consiste en
vivir lo que somos.
Si no se colara nuestro orgullo neurótico (con frecuencia hábilmente disfrazado, buscando compensar y justificar sus necesidades pendientes) podríamos percibir esta verdad elemental.
Qué nos impide verlo y, sobre todo,
vivirlo (lo que somos)?
Únicamente una cosa: nuestro pequeño yo ignorante y carenciado. Hablar de ese "yo" es lo mismo que hablar de orgullo neurótico, de máscara, de imagen idealizada.
De estimación propia, en términos budistas.
¿Por qué "ignorante"?
Porque nuestro nivel de conciencia habitual (en el que se mueve el "yo") nos mantiene sumidos en la ignorancia, dormidos y, por tanto, confundidos.
El yo es equiparable al sujeto onírico que otorga a sus sueños carácter de realidad.
Tal confusión de lo aparente con lo verdadero es la fuente de todos nuestros males (denominado en budismo "aferramiento propio", la ignorancia de considerar lo que percibimos como real).
Por lo tanto, para vivir lo que somos necesitamos, antes que nada, despertar:
descubrir nuestra verdadera identidad.
Pero nuestro pequeño yo es también un yo "carenciado".
Qué tipo de carencias?
Para empezar, vacíos psicológicos y afectivos que le han llevado a instalarse en mecanismos de defensa compensatorios y a funcionar desequilibradamente.
Y así, nos dedicamos a proteger y cuidar una imagen insaciable y a perseguir el fantasma inasible de lo que nos gustaría ser. De esta manera, pensamos y actuamos presas de nuestras necesidades y de nuestros miedos, de la ansiedad y el perfeccionismo, la competitividad y la crispación, la ambición y la prepotencia... En definitiva, por la compulsión de un yo incapaz de transcender su egocentrismo.
Pero la carencia del pequeño yo va mucho más allá: el yo carece de identidad real y, por lo tanto, no puede mantenerse a sí mismo.
Eso hace que necesite sostenerse (inventarse) constantemente recurriendo a cosas, apropiándose de cosas, títulos, logros -como si fueran parte de ese yo.
Mientras no salgamos de la trampa del pequeño yo (la estimación propia, el aferramiento propio) no podremos evitar ese modo de funcionar.
Y así, la carencia viene a reforzar la ignorancia. Una vez tras otra. Sumergiendo las raíces cada vez más (con cada acción, con cada pensamiento fundamentado en la ignorancia) en la ignorancia.
Un yo que no existe pero que busca autoafirmarse a toda costa tiene que ser, forzosa e inevitablemente, fuente de engaño, porque él mismo se asienta sobre el engaño primero: afirmar su existencia.
Vivir, soñar, dormir, despertar...
Empezamos a salir de la ignorancia cuando descubrimos la naturaleza ilusoria del yo.
De esta manera, podemos dejar de vivir para él y estaremos disponibles para vivir lo que somos.
Sólo transcendiendo mi pequeño yo (en cuanto entidad separada), podré abrirme a vivir lo que realmente soy.
¿ Y qué es lo que "soy"? Esa respuesta sólo la encontrarás en la propia experiencia y la meditación es el mejor camino.
La meditación y una actitud humilde de aprendizaje.
Porque, de hecho, ¿no será toda nuestra vida un aprendizaje? ¿No será que todo lo que nos ocurre no es sino escuela y oportunidad de crecimiento? (Como en el sueño, en el que cada imagen, cada personaje, cada acontecimiento, tienen un significado y constituyen una pista para aprender la lección pendiente que toca aprender. Ese karma).
¿Y si la vida no fuera más (y nada menos) que una gran universidad, nuestra perfecta maestra? Maestra sabia que, callada y oportunamente, nos va poniendo delante las circunstancias, personas, acontecimientos que necesitamos en un momento dado para seguir aprendiendo.
Para seguir creciendo hasta llegar a ser lo que somos.
(Del libro "Vivir lo que somos". Enrique Martínez Lozano.
Ed. Desclée de Brouwer)
http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2010/05/somos-como-personas-dormidas-que.html El autor:
Enrique Martínez Lozano es psicoterapeuta, sociólogo y teólogo. Animador de encuentros y retiros, conferenciante y escritor, consigue articular psicología y espiritualidad de un modo sencillo y a la vez profundo y práctico para el crecimiento personal y espiritual.