XXI La mente vacía.
La gran fuerza activa se manifiesta, pero sólo siguiendo el Tao.
La naturaleza del Tao es a la vez invisible e intangible.
Invisible e intangible, pero tiene formas en su seno.
Invisible e intangible, pero no carente de sustancia.
Y aunque la naturaleza del Tao es oscura y sutil, no carece de esencia.
Esta esencia, siendo invariablemente veraz, es fiel a sí misma.
A través de los tiempos ha mantenido su pureza y ha sido el origen de todo lo que existe.
¿Cómo puedo saber que así fue lo primordial?
Por Tao.
XXII Fomentar la humildad.
Si te doblas, te conservarás entero.
Si eres flexible, te mantendrás recto.
Si estás vacío, permanecerás lleno.
Consúmete, y serás renovado.
Al que menos tenga, más se le dará.
Al que más tenga, más le será quitado.
Por eso el sabio está consigo mismo y se vuelve arquetipo del mundo.
No se exhibe, luego resplandece.
No se celebra, luego es advertido.
No se alaba, luego es alabado.
No se vanagloria, luego es insigne.
Y porque no lucha, nadie en el mundo puede luchar contra él.
"Si eres humilde, te conservarás entero", dice un antiguo proverbio.
¿Quién es capaz de considerar vanas estas palabras?
En verdad, el humilde conserva su entereza.
XXIII Identificación con el Tao.
Ser palco de palabras es lo natural.
Una tormenta no dura toda una mañana.
Una lluvia torrencial no dura un día entero.
¿De dónde provienen estas cosas? Del cielo y de la tierra.
Si el cielo y la tierra no pueden hacer que estos cambios duren eternamente, ¡mucho menos el hombre!
Quien sigue el camino del tao, se identifica con el Tao.
Quien teme la virtud, se identifica con la virtud.
Quien se abandona, se identifica con el abandono.
Por eso, quien se identifica con el Tao, recibe la bienvenida del Tao.
Y quien se identifica con la virtud, recibe la bienvenida de la virtud.
Y quien se identifica con el abandono, recibe la bienvenida del abandono.
Que no pida fe a los demás quien no tiene fe.
XXIV La complacencia nociva.
El que está en puntas de pie, no está firme.
El que camina a grandes zancadas no irá muy lejos.
El que se exhibe no es luminoso.
El que se celebra pasará inadvertido.
El que se exalta a sí mismo no es excelso.
Estos, comparados con el tao, son como "Exceso de alimento y desenfreno en la acción", hechos que repugnan a todos.
Por lo tanto, quién posee el Tao lo ignora.
XXV Representaciones del misterio.
Hay un ser nebuloso nacido antes que el cielo y la tierra.
Inmóvil, insondable, permanece sólo y jamás se modifica.
Lo llena todo y jamás se extingue, girando perpetuamente, sin peligro, madre de todas las cosas.
Desconozco su nombre, pero obligado a llamarlo de alguna manera, lo llamo Tao, el trascendente.
Que trasciende significa que avanza; avanzar es llegar lejos; y el que llega lejos vuelve al lugar de origen.
Luego el Tao es supremo, el cielo es supremo, la tierra es suprema y el rey es supremo.
Hay cuatro cosas supremas en el Universo, y el hombre es una de ellas.
El hombre acata las leyes del cielo.
El cielo acata las leyes del Tao.
Y Tao, las de su propia naturaleza.
XXVI La virtud de la gravedad.
Lo de más peso es soporte de lo de menos peso.
Lo inmóvil es el poder que domina el movimiento.
Por eso el sabio, aunque viaje todo el día, nunca se aleja de su punto de partida.
Y aunque viva rodeado de homenajes, nunca pierde su apacible gravedad.
¿Cómo puede entonces un señor dueño de diez mil carros de guerra comportarse con tanta ligereza?
Ser ligero es perder la base.
Si se agita, perderá el trono.
XXVII El empleo de la habilidad.
Un buen caminante no deja huellas.
Un buen orador nunca duda ni se equivoca.
Un buen calculador no necesita instrumentos de cálculo.
Un buen guardián no necesita rejas ni cerrojos, y, sin embargo, es imposible abrir lo que él cerró.
El que sabe atar no usa cuerdas ni nudos, y, sin embargo, nadie puede desatar lo que él ha unido.
Aunque el hombre obrase mal, ¿porqué rechazarlo?
Por eso el sabio elige ayudar a los hombres y no rechaza a ninguno.
Prefiere salvar las cosas, no rechazar ninguna.
A esto llamamos doble entendimiento.
Luego el hombre bueno es maestro del hombre no bueno, y el hombre no bueno es su buen material.
Porque el buen maestro no tiene interés, y no tiene apego a su material, permanece oscuro a pesar de ser resplandeciente.
Esto es el secreto esencial del Tao.
XXVIII Retorno a lo primordial.
El que conoce el principio masculino, pero se atiene al principio femenino, es como un profundo cauce del mundo donde confluye todo bajo el cielo.
Siendo el cauce del mundo, no deja la virtud constante, y regresa a lo primordial.
Quien conoce lo luminoso, pero elige lo oscuro, se convierte en el eje del mundo.
Siendo el eje del mundo, su poder es estable y no vacila.
Y, sin moverse, vuelve al estado primordial.
El que conoce su gloria y sigue siendo humilde, será el valle donde se erigirá el Universo.
Siendo el valle donde se erige el Universo, posee la eterna virtud y regresa nuevamente a lo informal.
Lo informal al dispersarse produce todas las formas.
Es por eso que el sabio, siendo señor de los vasallos, preside el imperio en su conjunto y no se ocupa de detalles.
XXIX El no hacer.
Si un hombre quiere darle forma al mundo, modelarlo a su capricho, difícilmente lo conseguirá.
El mundo es un jarro sagrado que no se puede manipular ni retocar.
Quien trata de hacerlo, lo deforma.
Quien lo aferra, lo pierde.
Por eso el sabio no intenta modelarlo, luego no lo deforma.
No lo aferra, luego no lo pierde.
Hay quienes marchan adelante, hay quienes marchan atrás.
Hay quienes permanecen callados, hay quienes hablan.
Algunos son fuertes, otros débiles.
Algunos medran, otros perecen.
Luego el sabio rechaza el exceso, la extravagancia y la propia complacencia.
XXX Contra la guerra.
El que está en el camino del Tao, no refuerza el imperio de las armas.
Toda acción provoca reacciones.
Sólo zarpas y espinos nacen en el lugar donde acampan los ejércitos.
Después de la guerra, siguen años de hambre.
El buen general vence, y allí se queda.
No abusa de su poder, no se sobrestima.
Vence y no se jacta, vence porque es su deber.
Cuando las cosas alcanzan su extremo, comienzan a declinar.
Eso es oponerse al Tao.
Y lo que se opone al Tao camina rápidamente a su fin.
XXXI Guardar las armas.
Las armas más valiosas son objetos nefastos, no son instrumentos para el hombre de Tao.
Las armas son instrumentos de desgracia, no son instrumentos para el rey.
El hombre de Tao utiliza como sitio de honor, en su hogar, la izquierda, y para las armas, la derecha.
Sólo en los casos inevitables hace uso de las armas.
Luego, si vence, no celebra la victoria, no halla placer en ella.
Si hallase placer en ella significaría que se complacía en la matanza de los seres humanos.
Pero el que se complace en la matanza de los seres humanos no verá cumplida su voluntad.
XXXII La sabia virtud.
El Tao es eterno, es una noción sin nombre.
Sólo cuando hubo necesidad de mencionarlo se le dio un nombre.
L que sabe dar nombres debería saber que existe lo que no puede ser nombrado.
Si conoce esto, conoce lo que nunca muere.
XXXIII Discriminación.
Quien conoce los hombres es hábil.
Quien se conoce a sí mismo es sabio.
Quien vence a los otros, es fuerte.
Quien se vence a sí mismo, es poderoso.
Quien se conforma con lo que tiene, es rico.
Quien mantiene su propósito, es firme.
Quien permanece donde encontró su hogar, perdura largamente.
Quien muere más no perece, tendrá longevidad.
XXXIV Confianza en la perfección.
El gran Tao fluye por todas partes, hacia la izquierda y hacia la derecha.
Todas las cosas existen por su mediación, y él no las rechaza.
Al darse es generoso, y no exige ser retribuido.
Ama y nutre todas las cosas, pero no se apropia de ellas.
Como es siempre no existente, puede ser llamado pequeño.
Todas las cosas regresan a él, pero no las reclama como su dueño: por eso es grande.
Porque no se considera grande, la grandeza está en él.
XXXV La virtud benevolente.
El que lleva en sí la Gran Forma, hallará la plenitud.
Y vivirá en paz, sin sufrir daño, en armonía.
El huésped de paso se detiene cuando alguien le ofrece música y manjares, pero el tao es tan puro que parece insípido por su falta de sabor.
Si se lo contempla, no se lo ve.
Si se lo escucha, no se lo oye.
Pero nunca se agota si bebemos de él.
XXXVI La sabiduría sutil.
Si quieres que algo se contraiga, antes debes permitir que se expanda.
Si quieres que algo se debilite, antes debes hacerlo fuerte.
Si quieres demoler un edificio, antes debes edificarlo.
Para recibir, hay que dar primero.
A esto llamamos sabiduría sutil.
Lo débil y lo tierno vencen lo duro y lo fuerte.
Que nunca salga el pez de la profundidad del agua.
Las armas del reino no se muestran al extranjero.
XXXVII El ejercito del gobierno.
El Tao nunca actúa, pero todo lo hace.
Si príncipes y reyes pudieran retenerlo, todo se transformaría por sí mismo.
Si surgen deseos, consérvalos bien adentro, en aquella simplicidad imposible de definir.
Así, las cosas, liberadas de su deseo de actuar, hallarán la paz.
Si no hay deseos, todo fluye en paz.
Y el mundo se enmienda por sí mismo.