En una personalidad sana produce más placer dar que recibir.
(Anónimo)
“Cualquier cosa que es de valor en la vida solamente
se multiplica cuando se da”.
(Deepak Chopra)
“Es bueno dar cuando nos piden, pero es mejor dar cuando no nos piden, porque significa que comprendemos a los demás”.
(Kahlil Gibran)
“La generosidad no estriba en darte lo que más necesito,
sino lo que necesitas más que yo”.
(Francisco de Sales)
“La generosidad es dar más de lo que tienes y puedes;
la arrogancia es tomar menos de lo que te es necesario”.
(Khalil Gibran)
“Cuando se da, se debe dar al corazón, no a la mano”.
(Rainer María Rilke)
“Todo lo que tienes algún día será dado; por lo tanto, da ahora.
El tiempo de dar es tuyo y no de tus herederos”.
(Kahlil Gibran)
Cuando damos se crea una energía benéfica en quien recibe que se extiende hasta nosotros.
Con esta premisa, y sin que sea la motivación que nos anima a dar, uno ha de ser consciente de que en su acto de generosidad no hay sólo una ayuda hacia el otro, sea quien sea, sino que se produce un movimiento de energías que va más allá del hecho de desprenderse de una cosa a favor de otro.
Se dice que uno es generoso cuando da lo que necesita, y no cuando da lo que le sobra o no necesita.
También se dice que se ha de dar al otro lo que necesita y no lo que pide.
Pero esto es imprescindible en el hecho de dar: nunca se ha de pedir o esperar nada a cambio, porque si no es así se pierde la esencia del acto. Se convierte en un intercambio o una inversión.
La felicidad del acto ha de ser mutua: tanto para el que da como para el que recibe. Para unos, la satisfacción de poder ayudar y del deber amoroso cumplido; para otros, la gratitud que siempre lleva la tranquilidad que aporta lo que ha sido resuelto por la generosidad del otro.
Me gusta creer en una Ley Universal no escrita por la cual una Justicia que no es de este mundo compensa, aunque no lo pida, a quien sirve o a quien entrega.
También creo que si das lo mejor, recibirás lo mejor.
Si somos generosos en provocar alegría y felicidad, en la misma medida las recibiremos.
La empatía es buena consejera para la generosidad.
Cuando se habla de dar, inmediatamente asociamos a entregar bienes materiales, a desprendernos de una posesión, pero no siempre es así. No esperes a tener dinero para empezar a ayudar a alguien. Se puede dar, y se debe dar, amor, comprensión, compañía, abrazos, cuidado, acogimiento, ternura, atención, sonrisas, opiniones, asesoramiento, ayuda, una mano, un saludo, un buenos días cómo está usted… el cajón de las cosas que son gratis, que se rellena automáticamente, es inmenso e infinito.
Una cosa has de comprobar si te piden algo, y es que nadie tiene derecho a pedirte aquello que tú no quieres o no puedes dar. Que eso no te cree conflictos con tu conciencia. Sólo tú debes decidir hasta dónde, cómo, cuándo, a quién y en qué forma has de hacerlo. No permitas que te haga sentirte mal si en alguna ocasión no puedes satisfacer la petición que te hagan. Escucha a tu razón y a tu conciencia. Practica la sabiduría de dar según tu dictamen y no según el ajeno.
Lo que se da ha de ser siempre un regalo, no una obligación. Si lo sientes como obligación, la generosidad ha perdido su esencia, porque se convierte en una imposición que has de pagar, en un impuesto para acallar las dudas que han sembrado en tu conciencia, en una exigencia, y ninguno de estos elementos corresponden a la magnificencia de dar por voluntad propia.
Da cuanto puedas, y siéntete afortunado por tener algo que dar, y por haber sido elegido para hacerlo.