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 PENSAR



Marzo 05, 2013, 06:07:11 am
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PENSAR
« en: Marzo 05, 2013, 06:07:11 am »
“El problema no estriba en cómo pensar de un modo nuevo,
 sino en cómo dejar de pensar del modo anterior”



“¡Piensa... piensa! - le exhorta el profesor al alumno.

“Lo que pasa es que tú piensas demasiado” – le dice el esposo a la mujer.

“Voy a pensar y luego le contesto” – le responde un posible comprador al vendedor.

“Pienso, luego existo” – dijo, en esa frase célebre, el filósofo René
Descartes.

"Pienso, luego no existo" – nos asegura el psicoanalista Jacques Lacan.

"Abandonad la mente (el pensar), volved a los sentidos" – nos exhorta Fritz Perls, creador de la terapia Gestalt.

El budismo nos habla de un "Vacío fértil" y de "Dejar la mente en blanco (No pienses)".

Krishnamurti nos estimula a desacondicionarnos, a observar qué hay en nuestra mente entre un pensamiento y otro.

¿Todos hablan de lo mismo?

Nuestra tarea será empezar a tratar un tema fundamental que se puede resumir en estas dos preguntas:

1) ¿Cuál es la función de la mente que sostiene aquellos mandatos que conforman el Argumento de Vida?

2) ¿Cuál es la función de la mente que conoce, reconoce y cuestiona esos mandatos hasta lograr desarticularlos?
Respuesta: la función de pensar.

Los autores antes mencionados... ¿Se referirán a la misma función de pensar o cada cual habla de una distinta?

Para mí, Descartes nos habla del pensamiento como desarticulador de mandatos frenadores; es el pensamiento adulto, racional, evaluativo, discriminatorio. Lacan y Perls se refieren al pensamiento contaminado por discursos ajenos, el "ser pensado por otros".

Desde esta perspectiva, aquellas sentencias quedarían así:

Descartes: "Pienso de acuerdo con mi propio criterio de las cosas, por lo tanto existo".

Lacan: "Pienso de acuerdo con códigos ajenos, por lo tanto no existo".

Perls: "Abandonad los conceptos ajenos y volved a vuestros propios sentidos para tener una propia evaluación de la realidad".

Parece ser que todos los autores mencionados son coincidentes en considerar que nuestra mente es un conglomerado de ideas ajenas que nos habitan, que nos condicionan, que dirigen nuestras vidas y que nos hacen vivir en función del "Yo debo" en lugar del "Yo quiero".

Oculto dentro de esa maraña de discursos ajenos el individuo se ha perdido a sí mismo.

Para encontrarse tendría que alcanzar ese "Vacío fértil", producto de un "desacondicionamiento" que se lograría "retornando al sentir", para conocer por sí mismo la realidad y discriminarla de esa otra realidad sentida y pensada por los otros.

¿Es esto posible de llevar a la práctica?

Definitivamente sí, pero no se logra sin trabajo.

Habíamos visto de qué manera cada persona se identifica con esos discursos ajenos que la habitan hasta el punto de que, cuestionarlos, es como perder la propia identidad. Porque, si pongo en tela de juicio todas esas ideas que me acompañan desde que nací tengo que cambiar mi sistema de creencias con el cual convivo desde hace tantos años.

Se me da vuelta todo.

Si mi historia ha sido escrita sobre una plataforma falsa pero
que me sostiene su cuestionamiento puede causarme una crisis de identidad porque esta identidad ha sido construida con base en las ideas de esos otros que construyeron la plataforma: soy y he sido lo que los otros han querido que sea; soy la imagen que yo creo que los otros tienen de mi.

Si cuestiono todo eso... ¿Quién soy?

Y “todo eso" conforma un lenguaje interior que ni siquiera sé que poseo pero que debería empezar a conocer.

En la apertura hacia ese lenguaje que "me posee" comenzaría a objetar la enorme cantidad de ideas erróneas que dirigen mi vida y tendría que ir desembarazándome de ellas.

¿Qué quedaría?

Nada.

Ese "Vacío fértil", esa hoja en blanco en la que podemos empezar a escribir nuestro propio discurso.

¿Quién elige por mí?

Un ejemplo. Días pasados un amigo me contó una experiencia que tuvo y a la que no le dio ninguna importancia hasta escucharme en una de mis charlas.

Cuando todos los asistentes se fueron, me comentó:

El martes pasado fui a una pizzería a eso de las 10 de la noche.

¿Quieres creer que no tenía ganas de comer pizza?

Quería un café con leche con tostadas.

Cuando vino el mozo le pedí... una porción de mozzarella y una Coca.

¿Sabes qué me pasó?

Recién al escucharte lo recordé muy bien.

Oí la voz de mi madre que me decía: "¿Cómo vas a tomar café con leche a las 10 de la noche? Van a pensar que estás loco".

Justamente ESE es el discurso del otro.

Ese es el prejuicio, la idea errónea de una madre que mi amigo tiene incorporada; es decir, una idea a la que él le pone el cuerpo hasta el punto de pedir algo que nada tiene que ver con su real deseo: tomar un café con leche.

Este ejemplo parece tonto por lo simple. Pero no lo es. Ya sea en un tema como qué comer y a qué hora, o dónde me voy a veranear, o qué carrera sigo y con que mujer u hombre me caso, o tener o no tener hijos, etc… estamos influidos por esos textos ajenos hasta el punto de desaparecer el ¿Y yo qué pienso de todo
esto?

Este Vértice del Pensar se podría denominar el Vértice de lo Ideatorio, por las ideas que lo habitan.

En el diccionario se define IDEA como "representación de una
cosa en la mente; opinión; designio; manía; idea fija".

La madre de mi amigo le había "designado", según su propia opinión de la vida, que las 10 de la noche son para cenar.

Este concepto se mantiene como una "idea fija", inmutable en la mente de Alberto y le impide disfrutar de lo que realmente desea.

Por lo tanto Alberto no puede "representarse a sí mismo" tomando café con leche y tostadas a esa hora porque se opone a ese "designio" de la madre.

Todo esto habita en el Vértice del pensar.

Pero a partir de la charla a la que asistió hay OTRA IDEA en ese Vértice: la suya propia, que se va estructurando a partir de algunos conceptos que di y que le permitieron pensarse a sí mismo desde un lugar diferente.

Primero aparece el recuerdo de aquel martes en la pizzería, algo que había olvidado por completo y que, en su momento, pasó inadvertido. Pero no pasó: quedó dentro de él formando
encadenamiento con otros hechos similares de renuncia a sí mismo. Se trataba de un saber sobre un aspecto propio y que no sabía que lo sabía.

Este es un ejemplo de lo que es vivir ajeno a uno mismo, en función del deseo del otro. Mis palabras abrieron un canal hacia ese saber ignorado, cerrado, y le permitieron a Alberto entrar en contacto con algo que permanecía oculto: el olvido de sí mismo por adherir a ideas ajenas.

Es posible que, en poco tiempo más, mi amigo tome café con leche y tostadas a las 10 de la noche o coma un churrasco con papas fritas a las 8 de la mañana.

Cuando lo haga diremos que desafió esa absurda idea y produjo un
cambio, una mutación en el Vértice del Pensar. Habrá cambiado una línea de su Argumento de Vida para escribir su propio texto.

Esto le permitiría reconocer sus propios deseos, planificar acciones para alcanzarlos, disfrutar cuando los logre y algo mucho más importante: vivir en libertad para pensarse, pensar al mundo y actuar en consecuencia.


La propuesta es pensar por uno mismo, con sus propios pensamientos, para ser uno mismo.

La sugerencia es iniciar una revisión de todos los modos, los pensamientos y las reacciones de cada uno, para ver cuáles son propios –y con los que se está de acuerdo-,  y cuáles son ajenos, nos condicionan, y no estamos de acuerdo en seguir utilizándolos.

Y resolver el asunto.


 

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