NOTA SOBRE RELAJARSE
Hace mucho que no hablamos del relajamiento. En el pasado nos dijeron en varias oportunidades que teníamos que relajarnos y practicar el relajamiento todos los días. Claro está que esto ha llegado a ser una palabra familiar que hoy día carece de significado en el habla ordinaria, pero cuando el Trabajo habla del relajación se refiere a algo muy diferente y que todos deberíamos practicar. Les recordaré lo que el Trabajo dice sobre el relajamiento.
Dice que toda relajación debe empezar con los pequeños músculos, tales como los pequeños músculos del rostro, los dedos de las manos y pies. Nos enseñaron a empezar con los del rostro y prestar atención interna a los pequeños músculos del rostro y a relajarlos —los músculos en tomo de la boca, en torno de los ojos, y hasta los músculos mismos del ojo.
Ahora bien, si hablamos sobre el relajamiento debemos hablar también sobre la atención interna. En cuanto a colocar la conciencia mediante la atención en diferentes partes del cuerpo, es preciso empezarlo gradualmente. Por ejemplo, por medio de la atención interna, ¿puede llegar a tener conciencia de una parte particular de su cuerpo, digamos, el pie izquierdo, y luego trasladarla al pie derecho, y así sucesivamente? Es inútil tratar de relajarse a menos de tener alguna idea de lo que significa la atención interna dirigida hacia una parte determinada del cuerpo.
Como dije, el Trabajo enseña que el relajamiento empieza relajando los pequeños músculos de la cara. No conviene intentar relajarse si el ceño está fruncido y la boca contraída y las mandíbulas en tensión. Por esta razón es preciso llegar a ser internamente consciente del estado de los músculos del rostro, para empezar. Y este acto de atención interna producirá la condición correcta para relajar el cuerpo entero.
Lo importante, empero, es que es preciso hacerlo.
Como es sabido, la mayoría de la gente carece de tiempo para hacerlo. Somos arrastrados por la corriente de vida de los pensamientos, ansiedades y preocupaciones inútiles. Y las gentes llegamos a pensar que la interrupción de esta corriente puramente mecánica de cosas que las mantiene ocupadas en todo momento es algo que no deberían hacer, que es una cosa irrazonable. Pero en este caso no es así. Si se puede interrumpir esa corriente mecánica que nos gobierna, la
corriente de vida, ese film cinematográfico que nos atraviesa perennemente, aunque fuera un
instante, lograremos más fuerza. Por eso conviene empezar poniendo la atención interna en
los músculos del rostro y observar cuánta atención está ahí.
El señor O. dijo una vez que la vida moderna produce siempre tensiones en nuestros
músculos, expresiones ansiosas, movimientos apresurados, y que todo ello es una pérdida de
enormes cantidades de energía. Mas, por Dios, no traten de relajar los pequeños músculos del
rostro cuando están cruzando Piccadilly Circus. Es un gran error. De hecho, se lo podría
calificar de hacer el esfuerzo oportuno en un momento inoportuno y si se hace un esfuerzo
oportuno en un momento inoportuno, o un esfuerzo inoportuno en el momento oportuno, se
corren riesgos. Hay un momento para cada cosa —esto es, el momento justo en que hay que
hacer las cosas
Imagínese permaneciendo inmóvil en medio del tránsito y tratando de relajar los pequeños
músculos de su rostro, y luego si un coche lo atropella se queja que le ordenaron hacerlo. Esto
seria simplemente un desatino, comparable al de las gentes en los comienzos del Trabajo a
quienes se les había dicho de luchar contra la mecanicidad y que creyeron que convendría
comer carbón o quedarse de pie en un ómnibus vacío, o comer con el cuchillo en la mano
izquierda y el tenedor en la derecha. Todos esos esfuerzos son inútiles porque no son
inteligentes. El Trabajo se ocupa de los esfuerzos inteligentes. Suponiendo, por ejemplo, que nunca percibe sus emociones negativas, su envidia, sus celos, y demás, y empero siempre intenta trabajar sobre el Centro Emocional de un modo teórico, ¿le hará acaso algún bien?
Ahora bien, esta noche hablaremos de las posturas, de los músculos —en suma, del Centro
Motor—. Supongo que saben que cada centro hipnotiza a los otros centros. Supongamos que
un hombre adopta invariablemente en su Centro Motor una postura muscular de depresión y
los pequeños músculos de la cara expresan una especie de tristeza —¿creen que semejante
hombre será capaz de tener emociones placenteras o pensamientos interesantes?—. Por cierto que no.
Está encadenado por su postura muscular. Todos ustedes saben que los estados depresivos suscitan en nuestra postura un aspecto de depresión. En el Trabajo una persona inteligente cambiará de postura cuando intente apartarse de las emociones negativas que la dominan, porque cada emoción negativa produce una posición muscular que le es propia.
Entra un hombre en la habitación, alicaído, con los hombros vencidos, la tristeza pintada en el rostro, y en seguida se da cuenta uno que está en un estado negativo, que tal vez sea habitual, a menos que altere la posición de sus músculos.
Del mismo modo, para retornar a la cuestión de los pequeños músculos del rostro, si una persona tiene siempre caída la comisura de los labios, el aspecto cansado, acongojado o ansioso, en seguida se da cuenta uno que dicha persona está en un mal estado, y a menos que se la induzca a sonreír o a mantenerse más firme permanecerá hipnotizada por su postura. Es preciso comprender que esta postura no es una mera cuestión de los grandes músculos del cuerpo sino también de los pequeños músculos. Quiero decir que no sirve de nada mantenerse con los hombros erguidos si el rostro tiene una expresión de tristeza porque el rostro —esto es, los ciento y un pequeños músculos que controlan la expresión del rostro— está gobernado directamente por el Centro Emocional, porque el rostro refleja las emociones más que cualquier otra parte del cuerpo. No se simpatiza con un hombre
que dice amarlo a uno hablando con la boca contraída. Uno se da cuenta al punto que está
mintiendo y empleando palabras carentes de todo significado, lo cual desdichadamente es la
condición en que estamos gran parte del tiempo.
Ahora bien, ya que el Centro Motor puede hipnotizar a los centros Emocional e Intelectual, conviene observar la propia postura y la expresión facial, la postura de la cara, a veces, y estudiar a través de la atención interna el modo de alterar estas posturas. Se debe a que si se relajan los músculos, en especial los pequeños músculos, se entra en un diferente estado de emoción y de pensamiento. ¿No ha observado como las gentes adoptan ciertas posturas, ciertas expresiones faciales? Ahora bien, supongamos que en ese momento este hombre o esta mujer se observa a sí mismo y empieza a relajar los músculos, tanto los grandes como los pequeños, ¿cabe acaso la posibilidad de que el estado de furia en que está prosiga o se acreciente? Por cierto no.
Desdichadamente, nunca trabajamos sobre nosotros mismos en el momento en que debiéramos hacerlo, porque preferimos mucho más caer en las características reacciones mecánicas frente a las cuestiones ordinarias de la vida antes que tomarlas más conscientemente y con algún grado de Recuerdo de Sí. De hecho, el hombre que se deja llevar por un arrebato, si observase las tensiones de sus músculos, se recordaría a sí mismo en los momentos críticos y esto cambiaría por completo su conducta.
Estudie por lo tanto el relajamiento cada vez que tenga la oportunidad de hacerlo. Observe
cómo los músculos de su cara se contraen e intente llevar su atención interna a los músculos
de su rostro para relajarlos. Le aconsejo que empiece con los músculos que están en torno de
los ojos y luego con los que están alrededor de la nariz (esos músculos que suscitan tan
fácilmente ese feo rictus de desprecio) y después los pequeños músculos que están en torno de
la boca y los de las mejillas; y lleve su atención interna a esos músculos que están justo
debajo del mentón y en la cara anterior del cuello y luego en la nuca y relaje esos músculos
que lo hacen cuellierguido, y después llévela a los grandes músculos en torno de los hombros
y desciéndala gradualmente hasta los dedos de los pies. Desde luego, exige mucho tiempo y
es muy conveniente hacerlo. He dejado a un lado los músculos de las manos. Debería haber
dicho: Pasa de los hombros a los brazos y de ahí a las manos y empiece con los músculos de
las muñecas. Lleve su atención interna a los músculos de las muñecas de modo que éstas sean
muy flexibles, muy sueltas, y luego trate de llevarla a los pequeños músculos de los dedos y
relájelos. Cada persona que recorre de esta manera las tensiones musculares de su cuerpo
llegará a conocer cierto número de músculos que de costumbre no se relajan de un modo
apropiado. Recuerde ante todo que es imposible relajarse diciéndose a sí mismo: "Relájate".
Es en realidad un ejercicio de atención interna. Es un esfuerzo dirigido que es preciso hacer
conscientemente y que si se lo realiza una vez por semana dará buenos resultados. Muchas
veces la gente padece de insomnio porque cierto grupo de músculos permanecen en estado de
tensión. Pueden observar su Centro Emocional y su Centro Intelectual e intentar relajarse —
esto es, no identificarse con estos dos centros— pero no observan a través de la atención
interna las contracciones musculares que existen en su cuerpo. Ahora bien, esta disertación
trata del relajamiento muscular. Trata del relajamiento del Centro Motor. Las recordaré otra
vez que el Trabajo dice que cada centro puede hipnotizar a otro centro. En el caso del Centro
Motor significa que ciertas posturas y expresiones características inducen en una persona
emociones y pensamientos característicos. Por ejemplo, una persona que tiene prisa, que no
puede dejar de correr de un lado para otro, es una persona que tiene un Centro Motor que
asume ciertas posiciones o posturas o más bien, en este caso, ciertos movimientos que
pertenecen a la misma idea, y por lo tanto está siempre hipnotizada por el Centro Motor que
se arroga estas posturas y movimientos. Esos movimientos apresurados suscitan emociones y
pensamientos apresurados y ansiosos. Es por esto que la enfermedad es a veces tan
conveniente. Lo único que puedo decir es que lo he observado en mí mismo muchas veces. La
enfermedad tranquiliza el Centro Motor y así muchas veces nos hace mucho bien al
relajarnos. Algunos de ustedes han quizás observado la misma cosa. A veces no estoy
emocionalmente ansioso ni tengo razón alguna para estarlo, pero si estoy acostumbrado a
hacer movimientos apresurados y aparentemente no tengo tiempo para nada, mi Centro Motor
hipnotizará mi Centro Emocional suscitándole el sentimiento de ansiedad y hostigamiento.
Desde luego, no es una razón para que todos andemos majestuosa y lentamente para
demostrar que estamos relajados. Es preciso estar realmente relajado mediante la atención
interna cuando se desea estarlo y cuando se siente que el relajamiento es necesario. Si
empieza con los pequeños músculos de la cara y efectúa ese ejercicio muy sinceramente le
sorprenderá descubrir que muchas veces los pensamientos difíciles y agobiadores desaparecen
completamente. Por ejemplo, deje de fruncir el ceño por un instante. Quiero decir, no vaya a
no fruncir el ceño sólo porque le han dicho, de no hacerlo, sino que deténgalo por medio de la
atención interna llevada a los músculos que rigen el fruncimiento del ceño, y he aquí, todos
los pensamientos que acompañan al fruncimiento del ceño desaparecen. Significa ello que la
posición de su rostro los mantiene en funcionamiento. Además, las gentes que sacan la
mandíbula y aprietan los puños se sorprenden mucho si dejan de hacerlo —se sienten como si
estuvieran alienadas de sí mismas. Pero, puesto que todos deseamos seguir siendo mecánicos
y no cambiar en absoluto, me imagino que esas gentes seguirán sacando pecho y apretando
los puños como lo hacían antes.
Ahora bien, al discutir esta disertación es preciso recordar que iniciamos el Trabajo con el
relajamiento de los músculos del rostro, y exige mucha práctica llevar la conciencia a estos
músculos y relajarlos uno tras otro, y es necesario recordar en especial los pequeños músculos
que están inmediatamente debajo de la piel en la parte inferior de la barbilla y los músculos de
la nuca. Mi experiencia personal me ha enseñado que el relajamiento de los músculos de la
muñeca en los momentos en que carezco de tiempo para hacer otra cosa, es extremadamente
útil. Hay que dejar caer las manos porque expresan con mucha facilidad la violencia.
Quaremead, Ugley, 17 de noviembre de 1945