LA ADICCIÓN AL ROMANCE
Cuando nos hablan de adicciones, es muy común asociarlo con drogas, alcohol, comida y sexo desenfrenado. Sin embargo, hay otro tipo de adicciones que no son tan evidentes, pero existen de igual forma. Por ejemplo la adicción a la tristeza, a la ira, a la adrenalina, a internet, etc. En este rubro, me he topado con la curiosa adicción al romance. Es padecida más por mujeres que por hombres, pero en ambos casos el daño es el mismo.
El adicto al romance, no concibe su vida sin tener un ser que sea objeto de su amor, sin importar si es correspondido o no, y es capaz de tolerar toda clase de malos tratos con tal de tener a quien “amar”. Precisamente por esa característica, se involucra invariablemente en relaciones co-dependientes, que terminan casi siempre en estrepitosos fracasos, en el mejor de los casos. Debido a su naturaleza, esta adicción, lleva a quien la padece a tener relaciones generalmente cortas e inestables, y una inmediatamente después de la otra. Este comportamiento se convierte en el eje motor de su existencia.
En esta adicción, existen dos tipos comunes: los activos y los pasivos. El activo es aquel que siempre deja una relación, él se encarga de terminarla, a diferencia del pasivo que es siempre a quien dejan, es invariablemente “botado”. Este último cree tener superioridad moral, por ser el que más aguanta.
El síntoma que denota que alguien es adicto al romance, es la conexión “emocional” y sexual casi instantánea con la otra persona. La entrega es inmediata, sin llegar a conocer bien al objeto de su afecto. Lo importante es estar “enamorado” sin importar las consecuencias de tal acto.
Para entender un poco la perspectiva histórica del romanticismo, nos tenemos que remontar a las épocas donde, en las grandes cortes de los reyes, se practicaba el amor “cortés”, que era el amor por conveniencia, llevando a formar una pareja, con el único objetivo de hacer que dos reinos se juntaran para tener más poder. Cuando esta práctica terminó, se polarizó en su opuesto, dando lugar al amor romántico que sólo se deja llevar por los sentimientos sin importar la conveniencia.
Así nace el romanticismo que practicamos hoy en día, tan reflejado en las películas y las telenovelas, y que desafortunadamente crea un ejemplo a seguir por parte de los espectadores que se identifican con los protagonistas. Como ya lo habíamos analizado en el artículo “La supervivencia del amor, en tiempos de desamor”, si en una pareja no son convenientes el uno para el otro, el resultado sólo puede ser, o que se terminen tolerando, o que la relación acabe, llena de frustraciones y resentimientos. Me llama la atención que la gente diga, por ejemplo: “Esa mujer vale la pena”. Esto quiere decir que tengo que sufrir penas para estar con ella. ¿No sería mejor decir algo como “Esa mujer vale la dicha”?
Algunos de los adictos al romance, siempre evitan formalizar sus relaciones, por miedo a que se acabe el “idilio”, por lo tanto siempre postergan el dar el siguiente paso en la relación. Es como si quisieran que fuera un noviazgo eterno, cuando ignoran que aun casados, esto podría ser alcanzado como resultado de un esfuerzo conjunto.
Muchas personas creen que la única forma de relacionarse con el sexo opuesto es por medio de la energía sexual y por ello, no creen que pueda existir una verdadera amistad entre un hombre y una mujer, sin llegar a más. Esto es pobreza de criterio.
La diferencia entre el adicto al romance y el enamorado, consiste en que mientras el adicto se aferra a lo que podría ser, el enamorado está en contacto con lo que realmente es. En última instancia, el enamorado tiene un poco más de conciencia, aunque generalmente también tiende a la idealización.
Estar enamorado de tu pareja es bueno en todos sentidos, pero depender de ese estado para sentirte bien, es otorgar tu poder personal a la voluntad del otro para conseguir tu bienestar. Tú ya eres un ser pleno, no la “media naranja” de nadie.
Enamórate de tu pareja, enamórate de la vida, enamórate de tus semejantes, pero por sobre todo, enamórate de ti mismo. Si te amas a ti mismo, jamás harás nada que te perjudique y pasarás de ser adicto al romance a ser amante del amor.
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