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 LA FELICIDAD - SER FELIZ (primera parte)



Mayo 21, 2011, 10:11:18 am
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Desconectado Francisco de Sales

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LA FELICIDAD - SER FELIZ (primera parte)
« en: Mayo 21, 2011, 10:11:18 am »
(Este artículo es el que aparece con el mismo título en LO QUE OPINO SOBRE...)

La mejor manera de ser feliz es siendo feliz.
¿Demasiado simple?
Siente la frase dentro de ti…

“Sólo viviré este día una vez y sólo estaré con estas personas aquí y ahora.  ¿Quién me impide convertir este instante en una maravillosa experiencia?... ¿De quién depende que yo viva esto con felicidad y gozo?... sólo de mí. 
En mis manos está sembrar de dicha el resto de mis días.”
 (Bernabé Tierno)

“A veces no sabemos entender la felicidad: pensamos que es estar alegres,
 y la felicidad en muchas ocasiones es muy discreta, nada ostentosa;
 se conforma con quedarse prudentemente en el interior.”

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”
(Benjamín Franklin)

“La gente está tan acostumbrada a la infelicidad,
 que la sensación de felicidad le parece sospechosa.”
(Anónimo)

Nadie más es responsable de tu felicidad, sólo tú.

“La felicidad no es un regalo: se conquista.”
(Javier Sádaba)

Deberíamos proponernos nuestra vida
como una búsqueda continua de satisfacciones.

“El pájaro no canta porque está alegre, sino que está alegre porque canta”.
(Anónimo)

Sentirse bien no es sólo sentirse feliz.
Es también sentirse interesado, evolucionado, descubridor, vivo…

“He cometido el peor pecado que uno puede cometer: no he sido feliz”.
(Borges)

“Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”.
(Jean Paul Sartre)

La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer,
 alguien a quien amar, y alguna cosa que esperar.
(Thomas Chalmers)

“Ningún hombre es feliz a menos que crea serlo”.
(Publio Sirio)


“Estamos preparados para el fracaso y el sufrimiento,
 pero no estamos preparados para el éxito y la dicha”
(Anónimo)

Una premisa para acceder a la felicidad completa es reconocer y aceptar que aún no eres como deseas ser, sino como estás siendo en este momento.
No eres ese al que envidias o admiras: eres tú.
No eres otro: eres tú.
Y necesitas tu amor y tu respeto.

"El dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que sólo un auténtico especialista podría reconocer la diferencia”.
(Óscar Wilde o Woody Allen)

Buscamos la felicidad fuera y no miramos dentro. Es más posible cuando empiezo a responsabilizarme de lo que vivo, y cuando asumo que siempre puedo elegir el modo de vivir y sentir las cosas.

“No hagas que tu felicidad dependa de lo que no depende de ti”.
(Epícteto)

El derecho a ser feliz es tan rotundo como el derecho a la vida.


“La vida no se nos ha dado para ser felices, sino para merecer serlo”.
(A.   Palacio)

La obligación para con uno mismo es darse la mejor vida posible:
 la más feliz y la más llena de paz y amor.

“La felicidad es un estado de ánimo, completamente subjetivo,
 interior y que nace de un análisis vital ofreciendo
 una impresión positiva (felicidad) o negativa (infelicidad)”.
(Anónimo)

“No trate de hacerse feliz. Averigüe por qué es desgraciado”.
(Nisargadatta)

“La felicidad es posible cuando se deja de buscar fuera, cuando uno empieza a responsabilizarse de lo que vive y descubre que, sea cual sea la situación, siempre puede elegir cómo quiere vivirla”.
(Matilde de Torres)

“Si has perdido el contacto con tu fuente interna de alegría, si la felicidad que sientes tiene siempre su origen en circunstancias externa a ti, entonces estás a merced de cada situación y de cada persona que encuentras. Por tanto es un tipo de felicidad muy escurridizo”.
(Deepak Chopra)

“Obviamente, si queremos crear felicidad en nuestras vidas,
 debemos aprender a sembrar las semillas de la felicidad”.
(Deepak Chopra)

“Tenemos solamente la felicidad que hemos dado”.
(Sivananda)

Los ingredientes primordiales para ser feliz son simples y están al alcance de todos: voluntad de ser feliz y colaboración propia constante e incondicional.

 “Aquel que quiere viajar feliz debe viajar ligero”.
(Antoine de Saint-Exupéry)

“Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa, y no como fin”.
(Antoine de Saint-Exupéry)

Hay que saber reconocer y distinguir a la felicidad,
 ya que a veces es muy discreta y pretende pasar desapercibida.
Hay que saber entender la felicidad: a veces no es una risa descarada,
ni se manifiesta ostentosamente, pero si prestamos atención  y miramos en nuestro interior, sabremos que es eso que parece una paz discreta, una sensación de hacer bien las cosas en la vida, esa calma, es la felicidad.

“La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante
 salvo vivir”.
(Anónimo)

“La mayor parte de nuestra felicidad o desdicha depende de nuestra disposición y no de nuestras circunstancias”.
(Martha Washington)






Me gusta saber que la felicidad forma parte de la naturaleza humana y viene incluida de serie, como los ojos o las manos.
La siento como el estado natural del ser humano, que, por falta de uso o por falta de fe en su merecimiento, o por desconocimiento del derecho y obligación de disfrutarla, se va evanesciendo, o, simplemente, acaba rindiéndose y retirándose a lo más oscuro y oculto de nosotros mismos.
Y siento, también, que la felicidad es más una actitud en la vida o ante las cosas de la vida que algo que requiera un motivo para manifestarse.
Por tanto, la predisposición a ser feliz es imprescindible para ser feliz.
Una actitud optimista y positiva ante la vida es determinante para la felicidad. El germen de la felicidad es buscar, y encontrar, lo positivo. A fin de cuentas, si elijo lo contrario, yo soy la víctima. La elección de la tristeza, de la negatividad, el mal humor, el pesimismo o la maldad, me afectan directamente a mí. Yo los sufro.
Y he de saber esto: lo malo no son las cosas, sino lo que yo hago con las cosas. Las cosas simplemente son, y soy yo quien las califica y clasifica poniéndolas un adjetivo. Yo elijo ver el vaso medio lleno o medio vacío.
De hecho, la felicidad no depende de lo que pase fuera, de las circunstancias de la vida, de lo que nos hagan los demás… ni para bien, ni para mal.
La felicidad es intrínseca y perpetua, no sólo destellos de sonrisas, instantes en que parece que la vida no nos agrede, que las cosas no van mal del todo, y, aún menos, cuando no nos pasa nada malo.
La felicidad no es sólo reír o sonreír continuamente, porque no se demuestra exclusivamente con risas y sonrisas. Es un estado interior. Un estado de paz que produce el saberse feliz.
Es poder responder si alguien lo pregunta, sin dudar y sin necesidad de justificarlo, más rotundo que si soy rubio o soy chino, si soy hombre o soy mujer, que sí, que soy feliz.
El derecho humano es la felicidad plena. No estar feliz, como algo que sucede puntualmente, sino ser feliz; no es estar como un visitante en la felicidad, sino ser y formar parte de la felicidad,  porque es la esencia y condición del ser humano.
Se trata de comprender que uno es feliz aún cuando esté ocasionalmente triste, y cuando esté enfrascado en un problema que no comprende y al que no le está sacando la lección que conlleva.
Cuando uno llora debe ser feliz porque ha descubierto que es humano y tiene sentimientos, por una parte, y, por otra, porque ha descubierto algo que le hace daño y requiere ser resuelto para que no reincida.
Acabamos convirtiendo la felicidad en momentos aislados en la vida, pero debieran ser momentos continuos, o sea que deberíamos repetir muy, muy, muy a menudo.

Hay una pregunta que nos debemos repetir a menudo: ¿Soy feliz? No me refiero a tengo felicidad en este momento, o estoy feliz ahora, sino… ¿soy feliz siempre?, ¿soy feliz aún cuando no muestro ostensiblemente que soy feliz?, ¿y cuando estoy serio?, y cuando me enfado… ¿a pesar de estar enfadado soy feliz?
La felicidad no está en el destino, sino en el trayecto, de ahí la necesidad de que sea continua, porque eso forma parte de la responsabilidad que adquirimos con el Creador de nuestra vida cuando nos la entregó: tener una vida feliz.
Me refiero a la Felicidad escrita y sentida con mayúsculas, formando parte del Ser, sin forma ni razones ni adjetivos; una felicidad que se nutre de sí misma, aunque agradece recibir otros tipos menores, aunque muy agradables, como los que provienen de una buena comida, de compartir el cuerpo y el alma en una relación sexual, de una conversación gratificante con personas queridas, una reunión loca, un paseo, un amanecer, la música… el Creador nos proveyó de sensibilidad, de sentidos, de sentimientos, de argumentos y razones para encontrar felicidad en la vida, pero esa felicidad, que es tan aparente e innegable, que es tan agradable y gratificante, que es tan divina y tan humana, no es la felicidad que le hace a uno saberse feliz.
Somos felices al margen de las circunstancias, sin que las desgracias o la pena mermen la condición de ser felices.
Uno tiene no sólo el derecho, sino la responsabilidad y obligación de ser feliz.
Por lo tanto esto ha de ser un propósito preferente en la vida: descubrir y fomentar que uno es feliz. Saberse inevitablemente feliz. Saberse feliz por encima de la lágrima apenada, de la incomprensión, del momento oscuro, del error casi imperdonable de la desatención a la felicidad.
Todos conocemos personas que son continuamente felices: sonríen o ríen siempre, destacan y son el centro de atención. A estas personas, o las envidiamos y admiramos, y nos gustaría ser capaces de ser y mostrarnos como ellas, o nos parecen insoportables, ridículas, innecesarias, banales, y nos hacen sentir vergüenza ajena. Si estás en el segundo caso, tienes muchos por qué pendientes de responder.
Quizás debes empezar por averiguar si tienes tu propio permiso para ser feliz; si alguien o algo te ha convencido de que la felicidad es para los otros y no para ti, y si la respuesta es afirmativa entonces deberás preguntarte si tienes que seguir acatando esa falsedad sin cuestionártela, o si debes demostrarte que te amas y desobedecerla.
Si supiéramos ser conscientes del aquí y ahora, de la maravilla de estar en el mundo; si supiéramos apreciar lo que podemos disponer (y todo lo que tenemos son ganancias porque nacimos con nada) la felicidad sería más habitual en nuestra vida.

Tengamos esto claro: la felicidad no es una lotería que toca sólo a unos pocos. Es nuestra propia responsabilidad y obligación.
Para ello es necesaria una predisposición, o sea, un estado de ánimo defensor o combativo que no permita instalarse ni a la angustia paralizadora ni al pesimismo reincidente, ya que estos estados no forman parte de la naturaleza humana, y son muros innecesarios para acceder a la felicidad.
Hay que aprender a ser felices, y practicar cada en instante. Es bueno rodearse de gente feliz y optimista, ver películas o programas de humor, provocar momentos de humor, y mostrar unas sonrisas muy sinceras. Más aún: convertirnos en profesionales de la felicidad y sus más fervientes practicantes.
Y aún hay algo más que podemos hacer y que es mejor que estar felices, que es un estado temporal, y es ser felices, que es algo continuo.

Reír produce sensación de felicidad. Al oírnos reír nos convencemos de que somos felices.

Lo mejor que podemos hacer por nosotros, y por nuestra propia felicidad, es eliminar las cosas, situaciones y lugares que nos hacen infelices. Averigüémoslas.
Mientras sintamos odios, resentimientos, envidias, miedos… seremos infelices, porque no viviremos en paz.
Con el agravante de que todo ello produce una amargura que no sólo tú sufres, sino que acabas contagiando a la gente que te rodea.

La felicidad nunca es producto de lo que proviene de fuera. Lo que viene de fuera puede producir risa, bienestar, placer… pero nunca la auténtica felicidad, que es un sentimiento íntimo que se produce en el interior, y se produce si Yo me abro y permito que lo que Soy se manifieste.
Por tanto, es conveniente no perder el tiempo en buscar fuera lo que está dentro, y conviene no poner trabas a su manifestación y gozo, porque el encuentro con ella y su mayor desarrollo es una de las razones importantes de la vida.

Al igual que el amor, tiene la mágica cualidad de que mientras más felicidad se muestra y se comparte, más felicidad se tiene y se siente.

La felicidad es un asunto que sólo se conjuga en presente.
De momento, es improductivo hacer proyectos de felicidad para el futuro y aún menos lo es posponer la felicidad hasta ese hipotético entonces; revivir la felicidad del pasado está bien, pero no es lo mismo rememorarla y añorarla que vivirla en la intensidad, vitalidad y frescura del aquí y ahora.
La felicidad que pretendamos recoger del pasado, es irreal e intangible; la que no vivamos ahora porque la aplacemos para el futuro, es irrecuperable.


La felicidad forma parte de la naturaleza humana y es el estado en el que se debe desarrollar el ser humano.
Muchas veces estropeamos ese estado por no comprender exactamente cuál es el sentido de nuestra vida, por no tener claras nuestras prioridades, por seguir aún permitiendo que nos trastornen los asuntos del pasado que tenemos sin resolver… permitimos a demasiadas cosas que nos desquicien.
Si fuéramos conscientes de que hay una aspiración lícita que es el bienestar, y procurarlo es también otra obligación, y hay otra menos fundada que es el mejor-estar, veríamos cómo es suficiente satisfacer la primera y es peligroso aspirar con vehemencia a la segunda.
El bienestar es aspirar a tener, por ejemplo, una casa. El mejor-estar no se conforma con menos que una casa en la ciudad, otra en la playa y otra en la montaña.
Ojo con no ser esclavos del Yo Ideal y sacrificar la felicidad y estabilidad de Uno Mismo para tratar de compensar sus sueños utópicos.

La felicidad no es la ausencia de problemas, no es la falta de preocupaciones, no es un momento menos malo: ha de ser un estado de beatitud continuo del que somos responsables.
No depende sólo de que pase lo que nosotros queremos que pase.

Hay una diferencia notable entre ser feliz y estar feliz.
Ser feliz es perenne: uno puede ser feliz aún cuando tenga un mal día, esté triste, o pase una pequeña depresión, que son estados temporales e impropios. Si soy feliz no me importan los breves momentos de sufrimiento mal entendido, ni las noches oscuras del alma, que siempre acaban amaneciendo, ni las lecciones incomprendidas de la vida que en este momento no entiendo.

Estar feliz, en cambio, está limitado en el tiempo. Tiene principio y final. No es intrínseco.
Felicidad no es sinónimo de risa o sonrisa: es un estado que permanece inalterable aún cuando en el exterior estemos sintiendo cosas poco agradables.
Cada uno debe encontrar dentro de sí ese aspecto que es feliz porque lo comprende todo. Es un espacio todo claridad que no permite ser enturbiado por distracciones temporales.

La felicidad, como ya has visto, no es algo que venga de fuera (eso son las satisfacciones y los placeres), sino que pertenece a la naturaleza intrínseca del ser humano. No hemos de encargar de su provisión a los amigos, a un nuevo amor, a las promesas ficticias de la sociedad de consumo, a la cultura ni a la religión.
El desarrollar o no plenamente nuestra capacidad de felicidad no consiste solamente en tener, en conseguir, en las cosas materiales…
Se puede ser feliz sin tener bienes materiales y sin lograr las metas que otros han logrado
Otros son otros, y yo soy yo.

 

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